México D.F. Domingo 8 de agosto de 2004
"Porque rendición es muerte, rebeldía
es vida", finaliza egresado la celebración
Entregan en nueva escuela zapatista diplomas a más
de 100 promotores
Encuentro artístico de espléndido nivel,
durante los tres días de festejos en La Culebra
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
La Culebra, Chis., 7 de agosto. "Porque rendición
es muerte, rebeldía es vida" proclama un joven de rostro cubierto
por un paliacate, al concluir anoche sus palabras a nombre de sus compañeros
promotores de salud del municipio autónomo Ricardo Flores Magón.
Las autoridades rebeldes entregan diplomas a más de un centenar
de promotores de educación y salud que han finalizado cursos de
formación. En la actualidad hay más de 200 en Flores Magón.
Centenares de bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación
Nacional (EZLN), ancianos, hombres, mujeres y niños rodean la cancha
del centro de formación Compañero Manuel.
"Estos papeles que acabamos de recibir creo que es nuestro
premio porque también sabemos que en nuestros pueblos es muy difícil
de lograr la salud y la educación", prosigue el representante de
los diplomados.
"Sabemos que no ganamos un salario, pero la voluntad y
esfuerzo de nuestros pueblos nos dieron el encargo de venir a aprender.
El trabajo de salud (que hacemos) respeta los usos y costumbres. Hace muchos
años que estamos en cursos y prácticas. Se ha complicado,
pero hemos tenido conciencia de nuestra obligación de hacer y cuidar",
concluye. En pantalones vaqueros, una camisa a cuadros y rostro cubierto,
se le ve bastante orgulloso.
De
manera inopinada, los tres días de celebración en La Culebra
también resultaron un peculiar encuentro artístico de espléndido
nivel pese a su "bajo cartel" en términos comerciales (tan poderosos
en el arte de hoy). Al programa de representaciones teatrales en tzeltal
y extremadamente autóctonas, bailes tradicionales con grabadora
(esa costumbre escolar tan mexicana) y música popular zapatista,
se unieron la joven cantante María Inés Ochoa, cuya voz hechizó
a los asistentes, y la fotógrafa Araceli Herrera, cuya exposición
portátil de imágenes de represión, dolor, rabia y
resistencia, tomadas en las ciudades y los campos durante la década
pasada y lo que va de ésta, causaron admiración a los indígenas
y no indígenas que las contemplaron colgadas en las fachadas de
los dormitorios.
Si a esto se agrega el Zapata bailado la víspera
en esta misma cancha de básquet, tenemos una muestra de que la cultura
mexicana respira fuera de los reflectores con calidad artística
que no cede en su compromiso social.
El representante purépecha Juan Chávez,
quien fue recibido con calidez por los indígenas reunidos en La
Culebra, notificó a las bases zapatistas que en su más reciente
reunión, el Congreso Nacional Indígena de la región
Centro-Pacífico (la más activa y grande) declaró los
acuerdos de San Andrés "como ley suprema de los pueblos indígenas",
y rechazó definitivamente las reformas impuestas por el gobierno
de Vicente Fox.
"Los pueblos tenemos derecho a caminar por los montes,
arroyos y campos, y mirar al espacio, como nuestros antepasados. Y la obligación
de luchar contra el neoliberalismo que mata la esencia de nuestros pueblos",
expresó Juan Chávez bajo el cielo profusamente estrellado
de la selva chiapaneca.
Agradeció a las bases de apoyo del EZLN la enseñanza
de su "palabra verdadera" y expresó: "Los purépechas de Michoacán
siempre vamos a estar con ustedes y seremos hermanos de lucha".
Chávez sostuvo que la "educación verdadera"
propuesta por el zapatismo "nace de una reflexión que viene de nuestros
antepasados y se fortalece ahora para vivir en un contexto de respeto a
los indígenas por la sociedad mexicana y de los demás pueblos
del mundo".
María Inés Ochoa interpretó unas
probadas de su repertorio y el de su madre, la inolvidable Amparo Ochoa,
y cuando "se le reventó el barzón", en la electrizante voz
de la hija renació la de su célebre madre, ganando timbres
más ricos y profundos. En La Culebra, ante 2 mil personas que la
hicieron cantar más de lo programado, María Inés proporcionó
momentos casi mágicos, acompañada sólo por una buena
guitarra: "Mi padre fue agrarista/y mi abuelo zapatista".
La gente bailó después hasta las cuatro
de la mañana. Al calor del baile, circundaba la pueblerina pista
una tierna alfombra de niños por decenas, durmiendo en rebozos extendidos
bajo las estrellas y al cuidado de madres que amamantaban a los más
pequeños con la dura almendra de sus pechos morenos. Para quién,
si no éstos niños, se construyen la "educación verdadera"
y la promoción alternativa de la salud comunitaria. Hijos de pueblos
libres, son la primera generación de indígenas mexicanos
que nace y crece en la autonomía real de sus comunidades.
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