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P O L I T I C A
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México D.F. Domingo 8 de agosto de 2004

Samuel I. del Villar

"El hombrecito" Creel

La garantía fundamental del estado democrático de derecho es la igualdad de todo ser humano ante la ley, en sus obligaciones y en sus derechos. Incluyendo los derechos políticos a votar y ser votado que consagra el artículo 35 constitucional para todo ciudadano mexicano, también para Andrés Manuel López Obrador. Pero esa garantía se ha hecho inexistente para Vicente Fox y sus cortesanos que desgobiernan el país en los asuntos centrales para el futuro nacional en forma cada vez más alarmante, poniendo en el cesto de la basura la igualdad del hombre en su dignidad y en sus derechos inherentes ella, junto con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y sus leyes que la protegen.

Evidentemente el léxico, y la discriminación subyacente entre "hombrecito" y sus conceptos recíprocos de "mujercita" u "hombrezote" que debe atribuirse quien lo emplea, es tan inadmisible como denigrante para un secretario de Gobernación de cualquier gobierno mínimamente civilizado, serio y respetable, ya no se diga para un gobierno democrático de derecho o para cualquier filosofía o convicción fundada en la igualdad inherente del ser humano. Corresponden, más bien, a las habladas de un "charro" de pulquería, tan falso y fracasado, como su "hombría".

Con base en el léxico y la conceptualización políticos inaceptables de quien se asume como "hombrezote" o como "mujercita", y con el carácter ineludible de secretario de Gobernación del gobierno federal al declarar sobre un procedimiento en la Cámara de Diputados, Santiago Creel, el 7 de agosto pasado, buscó descalificar al jefe de Gobierno del Distrito Federal por su defensa constitucional frente a los cargos criminales absurdos formulados por el gobierno o desgobierno de Fox, en el despliegue de su más brutal y frívolo autoritarismo con el que busca suprimir el derecho de López Obrador a ser votado en la elección de 2006. Sin duda es la amenaza mayor a la destrucción de la democracia en la sucesión presidencial y del orden constitucional que debe protegerla, mediante la grotesca corrupción política de promover el juicio de procedencia (desafuero) del jefe de Gobierno del DF para impedirle su participación electoral.

López Obrador ofreció -entre otros- el testimonio por escrito de Fox, del propio Creel y de Rafael Macedo para que comparezcan en la indagatoria de la Cámara de Diputados, como prueba necesaria en la precisión de la naturaleza y los intereses, meramente políticos y no jurídicos, en la acusación. La única explicación posible a la "hombrada" de pulquería del secretario-"charro" al requerir el retiro de estas pruebas es nada menos que el pánico y la cobardía ante su comparecencia debida y la de Fox para rendir las cuentas públicas mínimas -en los términos más favorables para ellos de cuestionarios por escrito- por su participación en este ataque político al centro de la democracia y de los procedimientos constitucionales en el país. La aceptación pública de Rafael Macedo -otro de los corresponsables notorios de este ataque de raíz a la institución democrática por excelencia- a comparecer y desahogar la prueba testimonial ofrecida a su cargo sin cuestionar su procedencia y sin denostar al oferente, corrobora la evidente cobardía política de Creel aún dentro del gabinete al que pertenece.

Por otro lado, aun en las pulquerías se exige a los habladores un mínimo de autoridad moral para sostener sus denuestos y evitar que los saquen a patadas. Y la revisión más superficial de los antecedentes de Creel en relación con los de López Obrador merecerían que al menos lo sacaran del gabinete, evidentemente si el actual fuese un gobierno con un mínimo de cultura cívica, seriedad y autorrespeto.

Mientras que López Obrador luchaba a brazo partido con entrega, honestidad y valentía por los derechos del pueblo de Tabasco contra la corrupción dictatorial de Salinas, que los atropelló por medio de Roberto Madrazo financiado por Carlos Cabal Peniche -uno de los ejemplares de la clase empresarial inventada por las privatizaciones fraudulentas de Salinas-, de acuerdo con la conceptualización y el léxico del secretario-"charro", el "hombrecito" Creel lucraba como abogado corporativo con las privatizaciones "corruptas" -como las calificó The New York Times- del salinismo. Mientras que López Obrador documentaba el financiamiento de la defraudación electoral con el producto de esas privatizaciones -y de cuyos indicios de traspaso al Fobaproa y de sus impedimentos a auditarlos debidamente da incluso cuenta la revisión de Michael Mackey-, "el hombrecito" Creel simulaba su imparcialidad "ciudadana" con su aval a las demandas de López Obrador y ahora comparte plenamente los empeños ilícitos de este gobierno para que sea el contribuyente mexicano el que pague por esas defraudaciones.

También está pendiente de exigirse responsabilidad al "hombrecito" por la participación de la Secretaría de Gobernación en la reunión en el hotel Presidente Intercontinental de donde salió Carlos Ahumada a filmar a Gustavo Ponce en Las Vegas, por el secuestro de Ahumada para obstruir el cumplimiento de la orden judicial de aprehensión debida y por el quebranto de las relaciones exteriores del país para encubrir su complicidad con el mismo Ahumada.

No sólo hay que ponderar el desempeño del "hombrecito" Creel en relación con López Obrador. Con su simulación de "consejero ciudadano" del IFE y su ahora comprobadamente falsa imparcialidad apartidista, aprobó el padrón electoral viciado, bajo el control de Salinas por medio de su secretario de Gobernación y de quienes del IFE pasaron a la cartera electoral del PRI (Felipe Solís) y a la complicidad en el Pemexgate (Carlos Almada), se comprobó detalladamente el rasuramiento de un millón de electores en el Distrito Federal y actuarialmente de 20 por ciento de los ciudadanos empadronados en el país en perjuicio de Cuauhtémoc Cárdenas. También es inconcebible que "el hombrecito" haya sido ajeno, bajo la sombra de Fox y las enaguas de su señora esposa, a forzar la renuncia de su gabinete de Felipe Calderón con miras a ser "el delfincito" de la "parejita".

Por lo demás, la inteligencia y pericia del "hombrecito" para manejar la Secretaría de Gobernación no es mayor que la de su "charrería" que ostenta para manejar al caballo que lo dejó cojo.

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