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México D.F. Domingo 1 de agosto de 2004

Angeles González Gamio

La San Rafael

Es la manera coloquial en que los vecinos de la colonia San Rafael suelen referirse al rumbo donde viven. El añejo barrio fue una de las primeras colonias que se crearon en los alrededores de la ciudad de México en la segunda mitad del siglo XIX. El crecimiento de la urbe se dio, entre otras razones, porque se inició una fuerte inmigración de provincianos buscando las oportunidades que ofrecía la capital, concentradora desde siempre de los poderes político, comercial y religioso. Esto desbordó la antigua traza y los ranchos y haciendas que rodeaban la ciudad comenzaron a poblarse.

La colonia de los Arquitectos, pequeño barrio que rodeaba a lo que ahora es el monumento a la Revolución, fue la primera que se formó, diseñada por el ingeniero Fernando Somera, para que ahí vivieran los arquitectos de la Academia de San Carlos. Años más tarde (1882), los terrenos aledaños, pertenecientes al rancho San Rafael, también conocido como del Cebollón, fueron adquiridos por Enrique Tron, León Signoret y Eduardo García, para establecer la colonia San Rafael, integrándose a ella la de los Arquitectos.

Revisando el libro sobre las colonias de los Arquitectos y San Rafael, de la arquitecta Margarita Martínez, aún inédito, nos enteramos que al surgir los nuevos fraccionamientos, el ayuntamiento, con el fin de racionalizar la nomenclatura y acabar con el desorden, adoptó un método consistente en dividir la ciudad en dos ejes: el oriente-poniente y el norte-sur, en cuatro porciones. A las vías que corrían de norte a sur se les denominó calles, y a las de oriente a poniente avenidas; el mismo criterio se utilizó para la numeración de pares y nones, pero no fue bien aceptado, por lo que el gobierno optó por establecer una nomenclatura nominal, que es la que siempre caracterizó a la ciudad de México. La San Rafael recibió nombres de personajes de la corriente positivista basada en el pensamiento filosófico de Augusto Comte, que introdujo en México Gabino Barreda.

La colonia tuvo éxito desde sus inicios, conjuntando un rico tejido social, ya que adquirieron lotes lo mismo familias acaudaladas que personas de la clase media. Esto le dio una particular fisonomía arquitectónica, que combina mansiones fabulosas y buenas residencias, con encantadoras privadas de todos tamaños y elegancias. Este último tipo de construcción fue muy característico de la San Rafael, que todavía conserva varias. Este concepto habitacional nació en 1900 como resultado de la especulación inmobiliaria y la explotación ilimitada de los fraccionadores; consistían en casitas o departamentos, a los lados de una callecita privada, con acceso restringido, generalmente protegido por una reja de hierro.

En gran parte como consecuencia del decreto de congelación de rentas, que se emitió como una medida de emergencia por la Segunda Guerra Mundial y que en México se quedó vigente durante 50 años, la San Rafael, como el resto de las antiguas colonias capitalinas, sufrió, a partir de la segunda mitad del siglo XX, un severo deterioro; muchas de sus magníficas construcciones fueron demolidas para levantar edificios viles, cuyo fin eran las ganancias rápidas, y las casonas y privadas que sobrevivieron, al no recibir mantenimiento ni por los dueños, que acabaron por no recibir ni para pagar el agua, ni por los inquilinos, que no las consideraban propias, se fueron menoscabando.

Al igual que en las colonias Condesa y Roma, personas sensibles han descubierto la hermosura y dignidad de las construcciones y el encanto de la vida de barrio de la San Rafael y están adquiriendo casonas o casitas en las privadas, devolviéndoles su esplendor; además están haciendo una buena inversión, ya que son construcciones de gran calidad y belleza, con historia y prosapia.

Los antiguos vecinos tienen muchas historias que contar, por lo que el pasado viernes, precisamente en una privada, el Consejo de la Crónica de la Ciudad de México y la delegación Cuauhtémoc firmaron un convenio para llevar a cabo un programa de historia oral, para entrevistar a esas personas, lo que va dar como fruto una recopilación seguramente fascinante de la vida del tradicional barrio en los últimos 80 años, enriqueciendo la memoria histórica de nuestra ciudad. Al concluir fuimos a cenar a la Unica de Guerrero, que ya cumplió 70 años de vida en su sede de Eje Guerrero 258. Actualmente la dirige la tercera generación de la familia Suárez, con Francisco a la cabeza. Su especialidad es el cabrito al horno. Muy apetecible el mole de olla de los jueves, y todos los días el molcajete Alberto. Hay música en vivo diario, y los viernes y sábados bailongo.

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