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Obituario   - NUEVO -

P O L I T I C A
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México D.F. Domingo 1 de agosto de 2004

Gustavo Leal F.*

Ahora Levy debe situar los servicios donde los recibió en 2000

Gracias a Fox y su fantástico gobierno del "cambio", un milagro trasladó a Santiago Levy desde Hacienda, hasta la dirección del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Los costos de esta garrafal designación fueron inmediatos.

Este tecnócrata zedillista cargó -desde la subsecretaría de Egresos- con su desgastada sumadora, documentos "confidenciales" y un diccionario de finanzas lujosamente empastado. Tan pronto recorrió su oficina y mal apreció la obra pictórica que cuelga en ella, se concentró en lo que vendría a ser su único interés: las finanzas institucionales.

Las primeras iniciativas consistieron en subirse el salario: 213 mil pesos mensuales (apenas 20 mil dólares) y delegar enteramente el área médica en las manos de un antiguo residente del IMSS, desde hacía años sumergido en la investigación científica institucional: Onofre Muñoz. Los resultados llegaron, también, muy pronto.

Y es que en el frente médico-clínico ya se demandaban acciones más que urgentes. Por ejemplo, ante el propio Fox, organizaciones del sector privado pusieron a consideración del gobierno entrante varios proyectos para la reforma de los servicios de medicina familiar.

En los tiempos de Borrego se planeó constituir módulos de cinco médicos, una asistente médica y una enfermera; adscribirles una población base de mil 800 derechohabientes por galeno y que el usuario/paciente contara con la posibilidad de elegirlos. El horario de atención se extendería a 24 horas continuas (en el consultorio, en el domicilio del paciente o por teléfono) y que los derechohabientes posoperados -egresados en forma temprana- fueran también vigilados domiciliariamente por su médico familiar.

Algo similar se recomendó para los enfermos crónico-degenerativos y aquellos que ameritaran procedimientos especiales ambulatorios. El proyecto proponía que el control médico-administrativo se llevara a cabo desde redes computacionales operadas por el médico, la asistente y la enfermera.

Se presumía que con estas medidas se elevaría la "calidad" del servicio al fomentar la "competencia interna", se identificaría "mejor" al usuario/paciente y se "acrecentaría" el ingreso de los médicos familiares.

Pero resulta que la oferta de pagar al médico familiar por cada usuario/paciente que fuera capaz de elegirlo (principio de capitación), sólo se materializaría después de atender a la friolera de mil 800 pacientes, además de que la cuota fija que recibiría por cada procedimiento domiciliario efectuado, no podría exceder nunca cuatro acciones mensuales.

Por tanto, mientras el salario pudiera aumentar según el "carisma-médico", la atención domiciliaria para la quinta intervención y subsiguientes, correrían "gratuitamente" por cuenta del módulo de medicina familiar en "competencia" con otros.

Por si no fuera suficiente, cada módulo podría absorber el número de derechohabientes que, en promedio, atiende hoy toda unidad médica dotada de siete consultorios. Es decir: 14 médicos en dos turnos, seis enfermeras, más todo el personal administrativo de intendencia y mantenimiento que se hace cargo de la operación normal de la unidad. Hay que agregar que, dado el abrumador desempleo médico, contratar galenos de 24 horas, podría traducirse en que el IMSS pretendiera "compactar" dos plazas de médico familiar.

El considerable ahorro para el IMSS habría de reflejarse, también, sobre los proyectados costos en las prestaciones de ley. Pero, cabe preguntar, ¿serían "ahorros" en beneficio del paciente o sólo de las "finanzas" institucionales, que tanto alborozo le empezaron a producir a Levy?

Es claro que la saturación del médico familiar poco propiciaría brindar servicios de "calidad". Y aún suponiendo que se pretendiera incrementar sus salarios, ellos sólo podrían aspirar a 50 por ciento extra, lo que nunca correspondería con el número de horas efectivas que demandaría la adecuada atención clínica de ¡3 mil usuarios/pacientes!

La "economía de la salud" de los tecnócratas mexicanos (Frenk, González Roaro, Zurita, González Pier) todavía no localiza la pista para mejorar la calidad y la oportunidad de la atención. Más bien naturaliza la saturación del médico familiar, su desgaste físico e intelectual. No contempla, por ejemplo, suplirlo cuando vacacione o acuda a cursos de actualización. En esos casos, la población cubierta quedaría en responsabilidad del "módulo competitivo".

Como la fantástica "Cruzada por la Calidad de los Servicios de Salud" del foxsismo, este tipo de propuestas soslayan deliberadamente que la verdadera calidad depende, con mucho, de la preparación continua de los médicos, de su salud física y mental y, sobre todo, de su satisfacción en el trabajo.

No todos los galenos son mercaderes. El espejismo de ganar unos cuantos pesos más (vía un petulante esquema alineado de "incentivos"), a cambio de infartos masivos por condiciones laborales estresantes, sólo cabe en los "modelos" de Levy, González Roaro y el fraudulento Seguro Popular.

La contundente derrota que sufrió la lectura "técnica" de Levy sobre los "pasivos" del IMSS y que, por su misma inviabilidad, condujo al golpe autoritario que procura modificaciones a un contrato colectivo desde el Congreso, muestran que, ahora, lo único le queda es situar los servicios del IMSS ahí donde los recibió de su ex jefe Zedillo.
 
 

* Universidad Autónoma Metropolitana -Xochimilco

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