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DE TODOS TAN TEMIDA 28 de junio  de 2004
Víctor M. Godínez

En la todavía corta historia de la economía mundial del siglo xxi, China figura como actor de primer orden que, por medio de su creciente dinamismo, cuenta con la capacidad de modificar los equilibrios regionales y globales de la producción, el comercio y las finanzas. Sólo que ocurran acontecimientos imprevistos y extraordinarios, todo indica que su influencia y peso en las relaciones económicas internacionales seguirán acrecentándose en las próximas décadas.

La proyección internacional de la economía china no es un fenómeno reciente. Es el resultado de diversas reformas instauradas desde finales de los años 70. Durante este periodo de casi un cuarto de siglo, la economía china sufrió transformaciones radicales, pasando progresivamente del imperio de la planificación centralizada a otro en el que la asignación de los recursos está cada vez más determinada por la libre operación de las fuerzas del mercado.

Sería difícil sostener que las diversas reformas económicas de China obedecieron a una estrategia única y decisiva de las autoridades del gobierno y del Partido Comunista. Más bien se trata de una mezcla de iniciativas audaces y pragmáticas, adoptadas en el marco de un complejo proceso en el que los imperativos de estabilidad política y social frenaron y restringieron en muchas ocasiones los avances de la liberalización y la apertura económicas. En todo caso, este proceso tuvo un punto de culminación el 11 de diciembre de 2002, cuando China ingresó en la Organización Mundial de Comercio. De acuerdo con los compromisos establecidos en el protocolo de adhesión, entre otros cambios económicos e institucionales, durante los próximos 15 años China deberá operar una sustancial reducción de aranceles y desmantelar la mayoría de sus barreras no arancelarias al comercio internacional. El cumplimiento de este programa de reformas profundizará la de por sí dinámica inserción internacional de la economía china, lo que es motivo suficiente para avivar el debate sobre los efectos del reacomodo del mercado mundial a que está dando lugar la apertura y la liberalización económicas de este país.

Partiicpacion

Tales efectos son básicamente de dos tipos. En un caso se refieren a la fuerte competencia que supone para una serie de países el surgimiento de China como potencia productora de manufacturas de exportación, lo que se traduce tanto en desplazamientos del mercado como en la desviación de inversiones extranjeras directas hacia ese país. En otro caso, los efectos se traducen en la apertura del mercado chino, que está en expansión y tiene un enorme potencial de crecimiento en una gama muy amplia de bienes y servicios, debido a los fuertes déficit de producción y de consumo que persisten en esa economía. La naturaleza y la amplitud de los efectos varían de un país a otro, dependiendo de su estructura productiva y de su tipo de inserción en el mercado mundial.

Manufacturas intensivas en trabajo

La expansión de las exportaciones chinas es tan intensa, que da la impresión de ser un proceso incontenible. Baste señalar que mientras a fines de los años 70 tenían un valor anual promedio de 10 mil millones de dólares, en 2003 totalizaron 438 mil millones de dólares. En 1980 China era el origen de uno por ciento de las exportaciones mundiales; de1.9 en 1990 y de 3.9 en 2000. En 2003 ese porcentaje ascendió a 6 por ciento y se estima que cerrará 2004 en 6.7 por ciento. Por el valor de sus exportaciones, China es ahora la sexta potencia comercial del mundo.

En consonancia con los cambios ocurridos en su estructura productiva, la oferta de exportación de China está mayoritariamente compuesta de textiles, prendas de vestir, juguetes, productos electrónicos y otros bienes manufacturados cuyo denominador común es ser intensivos en trabajo. Debido a su dotación casi ilimitada de mano de obra barata, China se convirtió durante los últimos años en un fijador de precios en el mercado mundial de este tipo de manufacturas, produciendo una fuerte competencia sobre una amplia serie de países periféricos y de desarrollo intermedio que habían definido desde los años 80 una modalidad de crecimiento y de especialización internacional centrada en la producción de esta misma clase de bienes de exportación. Es el caso, por ejemplo, de las naciones centroamericanas, de algunos países del Caribe y de México.

El grado de penetración de las exportaciones chinas en los mercados de masa más importantes del mundo se amplió de manera constante desde los años 70, aunque fue a partir de 1990 cuando su presencia tendió a intensificarse. Con respecto a los valores registrados en este último año, la cuota de participación de China en el mercado japonés es casi cuatro veces mayor en la actualidad, y algo similar ocurrió en los mercados de Estados Unidos y la Unión Europea.

La implantación comercial de China en el mercado estadunidense durante los últimos cinco años constituye un buen ejemplo de lo anterior. Del valor total de las importaciones de bienes de Estados Unidos, China surtía en 1998 el equivalente a 8 por ciento; en 2003 esa proporción ya era de 12 por ciento. Entretanto, la cuota de participación de México, que fue la "estrella ascendente" de los años 90 en el mercado de importación estadunidense, simplemente se estancó en alrededor de 11 por ciento del total. No es extraño que en los primeros meses de 2004 China esté ya desplazando a nuestro país como el tercer socio comercial de Estados Unidos.

Tal desplazamiento se expresa durante estos años en una proyección muy dinámica de los productos fabricados en China, cuyas cuotas de mercado crecen en algunos casos de manera incluso espectacular, mientras el grado de penetración de las mercancías mexicanas tiende a retroceder y, si acaso, a mantenerse estable. En renglones comerciales muy significativos ­cómputo, video, sonido o las manufacturas de hierro y de acero, en los que México había conquistado una presencia prominente y a veces hasta dominante­, la competencia de China ha sido en los últimos cinco años sencillamente arrolladora.

Desviación de inversiones

Más de la mitad del valor de las exportaciones chinas son producidas por plantas maquiladoras de capital mayoritariamente extranjero, cuya creciente radicación en este país se explica por los incentivos fiscales que ofrecen las autoridades y a la vez por los bajos costos salariales que privan en el mercado de trabajo. Estimados en dólares estadunidenses a los tipos de cambio del mercado, los costos salariales promedio de China representaron sólo dos quintas partes de los de México en el periodo 1999-2003. Esta diferencia da cuenta del amplio espacio competitivo con que cuenta China para captar inversiones foráneas dirigidas a la producción de manufacturas de exportación intensivas en trabajo.

China es uno de los principales polos de atracción de inversión extranjera directa (IED) en el mundo. El monto de los flujos anuales que recibió por este concepto en el periodo más reciente es ya equiparable al del Estados Unidos, principal receptor mundial de IED. Coronando una tendencia ascendente que se ha mantenido durante tres o cuatro lustros, en 2002 y 2003 ingresó a China IED por 49 mil y 51 mil millones de dólares, respectivamente. Se estima que en 2004 el valor de este rubro alcanzará 57 mil millones de dólares. En 1999 China captaba 4.2 por ciento del flujo total de IED en el mundo; en 2003 llegó a 10.7 por ciento. En el mismo periodo, la participación de México pasó de 1.4 a 2.4 por ciento de la IED global.

Desde un punto de vista regional, el rápido crecimiento de la IED en China ocurre principalmente a expensas de los países del sudeste asiático, en especial después de la crisis registrada en 1997-98. A principios de los años 90, dichas economías recibían en conjunto 30 por ciento de la IED dirigida a Asia (excluyendo Japón), en tanto que China sólo captaba 18 por ciento. Hoy, China capta casi una tercera parte de ese total y aquellos países sólo una décima parte. Dato significativo: una alta proporción de los flujos de IED radicados en territorio chino provienen de Hong Kong, Taiwán, Sudcorea y hasta Singapur y Tailandia.

Patrones regionales de comercio

La fuerte expansión de las exportaciones manufactureras de China, al acoplarse con una progresiva apertura comercial, generó una demanda creciente de importaciones de bienes de capital e intermedios, materias primas y, más recientemente, con el crecimiento del empleo y el ingreso, de bienes básicos de consumo. En 2003, China importó bienes por 394 mil millones de dólares, y se estima que en 2004 ese valor se incrementará 37 por ciento (totalizando 542 mil millones de dólares). Para tener un punto de comparación sobre el dinamismo de la demanda china de importación, baste señalar que hace apenas cinco años, en 1999, los bienes adquiridos en el exterior por este país tenían un valor total de 159 mil millones de dólares.

Las importaciones chinas crecen con intensidad prácticamente en todas las regiones. Sólo en 2003, el valor de las importaciones originadas en Asia casi se incrementó 40 por ciento, en tanto que las provenientes de Europa y Estados Unidos hicieron lo propio en 30 y 25 por ciento, respectivamente. En el mismo año, las importaciones realizadas por China en otras partes del mundo aumentaron incluso con mayor intensidad, aunque a partir de bases comparativamente menores: 75 por ciento en América Latina y 55 por ciento en Africa. China es ahora el tercer mayor importador después de Estados Unidos y la Unión Europea.

China mantiene un saldo comercial superavitario que en los últimos dos años se estabilizó en torno a 44.5 miles de millones de dólares. No obstante, los cambios de su patrón regional de comercio produjeron modificaciones significativas en sus balances bilaterales. Mientras el superávit de sus intercambios comerciales con Estados Unidos y la Unión Europea tiende a aumentar desde finales de los años 90, con el resto de Asia (incluyendo a Japón) registra un déficit creciente. Conforme se expande la producción de las plantas maquiladoras radicadas en el territorio chino, su demanda de insumos y componentes importados crece en forma proporcional. Es el caso, en particular, de empresas de la industria electrónica de Taiwán y de Sudcorea que han reubicado en China sus procesos más intensivos en trabajo. De esta manera, el déficit comercial con Asia es resultado de un intenso y creciente comercio intrafirma entre China y los grandes productores regionales de bienes electrónicos. En la perspectiva productiva y comercial, estos países aparecen como uno de los grupos que mayores beneficios están derivando de la creciente integración de China en la economía global.

Límites de la expansión

En los últimos años China se erigió en uno de los factores dinámicos de la economía mundial. En el quinquenio 1999-2003 mantuvo un ritmo de crecimiento de 8 por ciento anual, tres veces más alto que el de la economía internacional (2.6 por ciento). En 2004 su tasa de crecimiento será de 9.4 por ciento frente a una global de estimada en 3.7 por ciento. Gracias a ello, y debido a sus dimensiones relativas, su contribución al PIB mundial pasó de 3.1 a 4 por ciento. En ese mismo periodo la participación de México en el producto agregado del mundo, además de ser errática, disminuyó ligeramente (de 1.96 por ciento en 1999 a 1.90 en 2003).

En la base de esta expansión excepcionalmente fuerte hay un gasto de inversión que no lo es menos. En 1999 China dedicaba a la formación bruta de capital fijo 35.9 por ciento de su PIB; este coeficiente siguió incrementándose en los años subsiguientes hasta alcanzar en 2003 el equivalente a 43.3 por ciento del valor anual del producto (se espera que al cierre de 2004 esta proporción llegue a 46.5 por ciento). En México, donde el ritmo anual promedio del crecimiento económico fue de apenas 2.4 por ciento en el mismo quinquenio, el coeficiente de inversión, que de suyo es bajo, se redujo de 21.2 a 19.3 por ciento del PIB entre 1999 y 2003.

Para moderar las presiones inflacionarias que genera este vertiginoso crecimiento, y también con el fin de reducir las tensiones comerciales que han empezado a surgir debido a la tendencia a la apreciación real del tipo de cambio, por primera vez en muchos años el gobierno chino está intentando templar el ritmo de la expansión económica. Se han adoptado algunas medidas monetarias y crediticias destinadas a restringir rubros específicos del gasto, como el inmobiliario. En el corto plazo, las autoridades del Banco Popular de China, que es el banco central, tienen la meta de enfriar el gasto de inversión, que juzgan excesivo. Para evitar un desplome del empleo y del ingreso, enfrentan ahora el problema de encontrar un motor alternativo que mantenga el crecimiento después de 2004 (si bien a un ritmo más pausado). Todo indica que la opción será estimular el consumo privado por medio de programas de creación de empleo y del estímulo a la economía rural. Los costos fiscales de esta salida alternativa pueden ser altos para un país con un déficit público equivalente a casi 2.8 por ciento del PIB §


200 MIL MILLONARIOS

Eduardo Martínez Cantero

Cuenta la historia que hace 200 años, cuando preguntaron a Napoleón lo que pensaba sobre China el emperador francés respondió: "Allí duerme un gigante. Dejémoslo que duerma, porque cuando despierte se moverá el mundo entero". El gigante despertó y todo el mundo se ha dado cuenta. La moda y el lujo llegaron para quedarse en aquella nación donde más de 200 mil de sus mil 300 millones de habitantes son millonarios. Forbes ha publicado una lista con los 100 chinos más ricos, encabezada por Larry Rong Zhinjian, dueño de CITIC Pacific, empresa dedicada a la construcción de infraestructura, cuya fortuna alcanza mil 28.5 millones de dólares.

Las marcas más caras han llegado a Hong Kong y Shanghai, centros económicos y de moda del país, para vender a los chinos todo aquello con que tratan de mostrar al mundo su poder de consumo. Armani, Cartier, Prada, Gucci, Louis Vuitton, Ferrari, Bentley y BMW dominan el mercado.

Los chinos han cambiado su forma de vestir para dar paso a una moda occidental influida por su cultura milenaria. Los diseñadores Agata Ruiz de la Prada y John Galiano coinciden en llevar a las pasarelas la tradición y la modernidad en una sola prenda, para ello se apoyan en los colores, símbolos y figuras de China. Cuellos Mao, tejidos de seda, bordados en dorado con figuras de dragones y los vestidos rectos con abertura son recurrentes, ya sea en el Año de China en Francia (2003) o en la China Fashion Week.

Los diseñadores esperan que China sustituya a Japón como el principal mercado de algunas marcas, y las perspectivas son excelentes. Giorgio Armani prevé inaugurar 30 tiendas en China para 2008, mientras Cartier abrirá 10 tiendas más para sumar 20 en 2006. Joyas, relojes y otros accesorios no faltarán para complementar el look del millonario mandarín.

El tránsito por las ciudades chinas más importantes se ha vuelto una vitrina para quienes gustan de los autos. En el Salón del Automóvil 2004 celebrado en Pekín se exhibieron las marcas más lujosas. Adrian Hallmark, directivo de Bentley, prevé comercializar entre 150 y 200 vehículos Arnage (su modelo más caro) al año, mismos que tienen un costo de entre 225 mil y 250 mil euros. Por su parte, Ferrari ha logrado colocar 170 unidades en el país más poblado del mundo. Mercedes Benz dispone de un parque de 135 mil autos y proyecta vender 50 mil modelos anualmente.

Las excentricidades de los millonarios chinos parecen ilimitadas, Huang Qiaoling soñó vivir en la Casa Blanca; su sueño hoy es realidad: se construyó entre los campos de arroz de su natal Hangzhou una réplica de la que existe en Washington.

En ciudades como Shanghai hay barrios enteros con edificios de segundas esposas. Siguiendo la tradición, los más acaudalados mantienen hasta cuatro concubinas. Entre más dinero, más mujeres. También aprovechan su riqueza para pagar multas y sobornos que les permite tener más de un hijo.

China cuenta con más de 10 mil personas con al menos 10 millones de euros en el banco, durante 2003 tuvo un crecimiento de 12 por ciento en el número de millonarios. La otra cara de la moneda está representada por los agricultores y los millones de empleados despedidos por las reformas capitalistas. Algunos expertos y críticos de las nuevas formas chinas ven un regreso a las desigualdades sociales de los años 30 y 40 que llevaron a los más pobres a rebelarse §



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