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México D.F. Jueves 29 de abril de 2004

Olga Harmony

Ignacio Retes

Aunque para algunos Ignacio Retes fue un guionista de cine (que lo fue, y a los 86 años que tenía en el momento de su muerte había terminado el guión de Casas de cartón para Luis Mandoki), para muchos otros se trata de una de las personalidades que definió el teatro mexicano en el siglo XX. Iconoclasta, conflictivo, autodenominado hombre de izquierda irrenunciable hasta sus últimos momentos en esta época de neoliberalismo, no siempre sus montajes nos convencieron a todos, y aun algunos autores nacionales -a excepción de Vicente Leñero cuyos textos siempre respetó- se sintieron agraviados por las versiones que de su obra presentó, pero nadie le puede escatimar el peso que tuvo en nuestros escenarios. La misma UNAM, que le había cerrado las puertas, cuando lo acogió intentó que pasara por uno de los grandes directores universitarios, a lo que el maestro Retes respondió con agradecimiento, como se constata en el video de la serie A escena que se le dedicó con el sobrenombre de Obrero del teatro, como a él mismo le gustaba llamarse.

Formado en la Facultad de Filosofía y Letras, cercano a Seki Sano, del que fue asistente, como antes lo fuera de Rodolfo Usigli en su Teatro de Medianoche, el joven Retes fundó su propio grupo experimental, La Linterna Mágica en 1948, pero su debut profesional en 1950, nada menos que en la dirección de El cuadrante de la soledad de José Revueltas, con escenografía de Diego Rivera, que inicia propiamente la dramaturgia urbana, objeto de grandes discusiones y primera obra mexicana que alcanzó las 100 representaciones. Dramaturgo, sus textos siempre pusieron el acento en el rechazo al conservadurismo y el aliento a la rebeldía, desde los intimistas El día de mañana o Una ciudad para vivir -la más conocida de sus obras- hasta el tema histórico de Los hombres del Cielo, que trata de Fray Bartolomé de las Casas, o el único que nunca vio escenificado acerca de los últimos días de Emiliano Zapata, Viento sur. Como actor participó en muchas obras y ya en su vejez pudimos apreciarlo en Playa azul de Víctor Hugo Rascón Banda, dirigida por Raúl Quintanilla, el 75Ɔ de Horovitz con que Luis de Tavira quiso rendirle homenaje junto a Brígida Alexander, y más recientemente en la reposición de La visita del ángel de Vicente Leñero y en Hace ya tanto tiempo, del mismo autor y la última en que pisó un escenario, por citar las que más se pueden recordar.

Su importancia nodal fue como un director comprometido con sus ideas y con la sociedad, por lo que no dejó de sufrir la censura, como ocurrió con el estreno de Octubre terminó hace tiempo de Pilar Campesino, Los albañiles de Vicente Leñero o la adaptación de este autor a Los hijos de Sánchez, el libro testimonial de Oscar Lewis. En el video ya citado que realizó en 2002 la UNAM y que fue transmitido por Canal 22, Retes afirmaba que hacía teatro para su pueblo, para su país y para ciudad, un teatro que podía ser visto por el hombre de la calle y lo hizo y lo promovió sobre todo en su tarea para el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). Aquí vale la pena detenerse por lo que aquello fue y lo que ahora es, en momentos en que hasta los beneficios de salud y de pensiones -estos últimos ya privatizados- para los trabajadores han sufrido y sufren crueles embates.

En 1959 convenció a Benito Coquet, entonces al frente del IMSS, de que la salud del trabajador se complementa con el disfrute del tiempo libre. Hombre de teatro, al fin, su propuesta sin duda se dirigió a este arte. Era el sexenio de Adolfo López Mateos, el presidente que con una mano reprimía gestas obreras y con la otra otorgaba beneficios a la población trabajadora y se construyeron teatros a lo largo y ancho del país, por donde circulaban las obras importantes que la dirección artística formada por el mismo Retes y por Julio Prieto escenificaba en la capital. Fueron muchos los montajes de obras clásicas y contemporáneas que pudimos ver y disfrutar y se fue creando un público que asistía regularmente a ver todas las escenificaciones. Es decir, que si bien no se ataban perros con longaniza, todos podíamos disfrutar de un teatro importante gracias a una iniciativa de quien acaba de fallecer tras una vida muy rica y creativa. Aunque no fuera más que por ello, y comparando con lo de ahora, hay que recordar a Ignacio Retes, que no se quiso nombrar artista, pero lo fue en el cabal sentido del término.

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