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México D.F. Jueves 29 de abril de 2004

Adolfo Sánchez Rebolledo

Kadafi: el diablo modernista

Teatral, como siempre, Muamar Kadafi llegó a Bruselas acompañado de su guardia militar femenina en medio de enorme expectación. Al pisar tierra, el presidente de la Unión Europea, el italiano Romano Prodi, lo llamó "hermano". Sorprendente recibimiento, sobre todo si se recuerda que Libia fue durante años el símbolo del mal sobre la Tierra y Kadafi el peor de sus profetas.

Las agencias internacionales describieron así el momento: "El líder libio, con fez rojo y amplia túnica verde, descendió de la escalerilla seguido de su guardia de mujeres en uniformes azules camuflados. Kadafi, en el poder desde hace 34 años, expresó su esperanza de que no tenga que volver a la época en que 'hacíamos explotar nuestros automóviles o colocábamos cinturones explosivos alrededor de nuestras camas o nuestras mujeres para que no fueran registradas y no fuéramos acosados en nuestras habitaciones o nuestras casas, como está sucediendo ahora en Irak y Palestina' ".

Aunque siguen abiertos algunos expedientes contra Libia en Alemania y otros países, la verdad es que Kadafi ha logrado salir del aislamiento y ahora intenta recuperar un papel activo en la cambiante situación internacional. Curiosamente, la emergencia del fundamentalismo islámico y las actividades terroristas de Al Qaeda, así como las estrategias tejidas en torno al petróleo por las grandes potencias, han permitido que poco a poco, sin violencia de por medio, el en un tiempo "enemigo número uno" de Occidente cambie la careta para presentarse como un potencial aliado en la lucha por la paz, como él designa ésta su nueva misión profética.

No es él único en creer en ella: también hay en los centros de investigación más próximos al poder trasnacional quienes consideran que la neutralización del peligro libio tiene importancia estratégica para reducir la influencia del fundamentalismo y el tradicionalismo sobre el mundo árabe y musulmán, pues, a pesar de todo lo ocurrido en el pasado, consideran a Kadafi como un "modernista", es decir, como un dirigente capaz de asumir "que el Islam es compatible con la modernidad", tema clave si los hay para construir el siglo XXI.

En un estudio de Cheryl Benard, de la RAND Corporation, titulado Islam democrático civil: socios, recursos, y estrategias, citado por Daniel Pipes, del cual tomo las citas, la autora se pregunta con quién, entre los musulmanes, deberían aliarse los estadunidenses para impulsar sus intereses y ofrece la siguiente respuesta: "Los modernistas", dice Benard, "son los más afines a los valores y el espíritu de la sociedad democrática moderna." Los fundamentalistas son el enemigo, porque "se oponen a nosotros y nos oponemos a ellos'. Los tradicionalistas poseen elementos democráticos potencialmente útiles, pero generalmente recurren demasiado a los fundamentalistas para confiar en ellos. Los seculares son también a menudo demasiado antioccidentales para equilibrar el Islam". D. Pipes, Arreglando el Islam. LD.

Sin embargo, es difícil hallar en el famoso Libro Verde una idea que aproxime el pensamiento de Kadafi a los valores de la sociedad democrática moderna, tomando en cuenta su absoluto desprecio por los partidos, las "asambleas parlamentarias" y, en general, su visión organicista, tribal de la sociedad humana.

No es por allí donde la modernidad de Kadafi pueda servir como principio para evitar la radicalidad islamita, como él mismo demostró en el pasado. Más bien, la reaparición del líder libio, despojado de los hábitos del Mal, tenga que ver con estas palabras suyas dirigidas a la Unión Europea con la intención de que se escuchen allende los mares.

Kadafi -cito textualmente a La Jornada- llamó a las empresas de Europa y Estados Unidos a que "vengan a modernizar los pozos y yacimientos" de gas y petróleo, ya que "Libia tiene las mayores reservas de petróleo y gas", y "Europa necesita estas importaciones". Su nación, indicó, necesita conexiones de redes eléctricas con la Unión Europea, así como oleoductos y gasoductos, además de "proyectos en el sur" de Libia para "detener la inmigración" de indocumentados procedentes de Africa subsahariana, que llegan a Europa utilizando a su país (La Jornada, 28/4/04).

De todo esto pueden sacarse varias lecciones. La más importante es que la guerra no es siempre ni necesariamente la única solución contra los "estados terroristas" y que la diplomacia, con todo y sus misterios, sigue jugando un papel decisivo en el mundo globalizado. La segunda, no menos obvia, es que los intereses cuentan, sobre todo si detrás de ellos está el petróleo. Y, por último, aunque no al final, hay una cuestión que me parece digna de reflexión: la flexibilidad de tantos expertos y políticos para definir cuándo un régimen es compatible o no con los valores de la democracia.

ƑNo se había condenado hace muy poco a Hugo Chávez por visitar al líder libio?

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