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México D.F. Domingo 18 de abril de 2004

Quimera de los murales muestra trabajos del artista jalisciense nunca o poco expuestos

Montenegros inéditos en Bellas Artes

MERRY MAC MASTERS

En los años 30, el estadunidense León Tissot abrió entre la Casa de los Azulejos y lo que ahora es el edificio Guardiola, en la ciudad de México, el bar Papillón (mariposa, en francés). El lugar pronto se convertiría en el punto de reunión de intelectuales y artistas. Tissot invitó a Roberto Montenegro Nervo (1881-1968) a realizar obra para las paredes del local. El resultado fueron los óleos sobre tela La bohemia vida de Arlequín y La pasión de Arlequín, fechados entre 1934 y 1935. En La pasión de Arlequín, inclusive, se hace alusión al nombre Papillón mediante un par de lepidópteros.

Cuando se cerró el bar, los cuadros de Montenegro fueron llevados a San Diego, California, donde permanecieron guardados durante varios años en el garage de la casa de Tissot, hasta que el joven coleccionista Lance Aaron los encontró por casualidad.

Ahora se exhiben como parte de Quimera de los murales del Palacio de Bellas Artes, exposición organizada con motivo del 70 aniversario del ''nuevo Teatro Nacional''.

La muestra tiene la particularidad de incluir bocetos, calcas, dibujos y demás obra de los artistas que plasmaron sus pinturas en las paredes del recinto marmóreo.

Aunque Montenegro no preparó ex profeso un mural para el palacio, su fresco Alegoría del viento (o El ángel de la paz), hecho en 1928 para el antiguo Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, fue trasladado allí en 1965.

Un hallazgo casual

Lance Aaron buscaba originalmente el par de obras que Federico Cantú también había hecho para el bar Papillón. Relata que en 1934 Cantú regresó de París, donde había estudiado los ''arlequines'' de Picasso. Al parecer, Montenegro presentó a Cantú y Tissot.

Aaron se enteró de la obra de Cantú cuando la vio publicada en un ejemplar de Revista de Revistas de diciembre de 1934. Como le impactó, emprendió la búsqueda. Con la ayuda de Luis Cantú, nieto de don Federico, encontró las piezas en la casa de Tissot, pero también halló las de Montenegro. Una vez que la obra de éste regresó a México, fue restaurada por José Sol.

Cuando se abrió el callejón junto a la Casa de los Azulejos, el bar Papillón se cambió a Madero, casi esquina con Bolívar. En vez de colgarse, los cuadros de Cantú y Montenegro fueron guardados, apunta Aaron. En los años 40, cuando Tissot regresó a Estados Unidos, llevó consigo la obra.

Otros Montenegros de la colección de Aaron, que se exhiben por vez primera, son el óleo Tres indígenas de Veracruz (ca. 1930) y el biombo Las artes populares mexicanas (1929).

Mosaico de la riqueza artesanal

Para Esperanza Balderas, especialista en la obra del artista jalisciense, los pequeños signos del zodiaco del biombo ''tienen una relación directa con el mural del zodiaco, que está en La fiesta de la Santa Cruz", este último pintado entre 1923 y 1924 en el antiguo Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, hoy Centro Nacional de Conservación y Registro de Patrimonio Artístico Mueble del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Para 1929, continúa Balderas, Montenegro había visitado "la mayoría de los lugares cuyas artesanías representó en el biombo", hecho al óleo.

De otra colección particular provienen dos cuadros más de Montenegro, también poco conocidos. El primero, Retrato de Jesús Chucho Reyes y autorretrato (1926), sólo fue exhibido en 1970, con motivo del homenaje que se organizó a Montenegro en el Museo de Arte Moderno, apunta Balderas, investigadora del INBA.

Luego está el óleo Cuauhtémoc (1924), el cual, a pesar de sus grandes dimensiones, fue utilizado para ilustrar Lecturas clásicas para niños, edición en dos tomos publicada por la Secretaría de Educción Pública, ilustrado por Montenegro y Gabriel Fernández Ledesma.

Esas, pues, son sólo algunas de las "sorpresas" que depara Quimera de los murales del Palacio de Bellas Artes. 

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