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México D.F. Domingo 7 de marzo de 2004

Será el "día de todos los peligros", manifiestan

Hoy, marchas de simpatizantes y opositores al ex presidente haitiano

FRANCOISE ESCARPIT ESPECIAL DE LƀHUMANITE

A un lado de Cité Soleil, uno de los barrios más pobres de Puerto Príncipe, donde viven unas 700 mil personas, próximo al basurero de la ciudad, construido sobre las ruinas de lo que fue Fort Dimanche, la prisión de los Duvalier, donde se encarceló, torturó y asesinó a miles de opositores, está instalado Village Démocratie. Esta zona sigue siendo baluarte de militantes y simpatizantes del movimiento Lavalás. Un joven abre su camisa para enseñar la playera de Aristide que lleva escondida, otro besa la efigie.

Aquí el único tema es el regreso del ex presidente para que termine su mandato de cinco años. Reunidos en la entrada polvorienta de la calle principal, decenas de niños y adolescentes no hacen nada. No van a la escuela ni trabajan. Lo mismo sus padres. "Este lugar nos fue dado por el mandatario para instalarnos. Muchos somos originarios de la provincia". Casuchas de placa y maderas, algunas de material resistente, basura por las calles polvorientas, hoy; lodosas, mañana; muchos niños y jóvenes. "Tengo nueve", dice un ex militar. "Tengo 10", afirma una mujer que ya parece anciana. Otra, jovencita todavía, tiene seis. Aquí nadie va a la escuela, o sólo de vez en cuando, porque no hay colegio público gratuito en Haití. En Cité Soleil, Aristide daba dinero a algunos líderes para mantener el orden en los barrios. A otros los armó. Aquí nadie dice que es chimere, pistolero de Aristide, y hoy todo está a punto de explotar.

Igual en el barrio Bel Air, situado en el centro de Puerto Príncipe, entre el palacio nacional y la catedral, que hace todavía algunos días parecía un campo amurallado.

Los miembros del movimiento Lavalás, simpatizantes "hasta la muerte" del ex presidente Jean Bertrand Aristide, habían colocado carcachas, fierros y palos en todos los accesos para impedir la entrada. Hoy los restos de una pick up quemada siguen impidiendo el paso de los vehículos. Las armas que aparecían por doquier la semana pasada, hoy se han esfumado.

En una barda, murales realizados para la celebración del bicentenario representan a los héroes de la independencia, la ciudadela del rey Christophe en Cabo Haitiano, escenas del campo tropical o retratos del mismo presidente Aristide, ídolo del barrio Bel Air.

En la calle, hombres y mujeres van y vienen. En los callejones, la gente intenta abastecerse de agua, muy escasa en la capital, mientras los jóvenes platican en las banquetas. Sin exaltación, pero con firmeza, comentan: "Francia le dio en el culo a Aristide, porque no quiere pagar los millones de dólares que le exigimos para la restitución (la deuda de la esclavitud y la colonia). Además, Chirac le habló a Bush para felicitarlo por haber secuestrado a Aristide. Francia está convencida de que Haití es una anomalía".

Jóvenes, estudiantes, artistas plásticos y músicos le reconocen todas la cualidades a Aristide, aun si, cuando se les pregunta, admiten que no hubo bajo su mandato progresos relevantes en su vida cotidiana.

Pero el ex presidente, con un discurso populista para las masas, parece haberles devuelto cierto orgullo de ser haitianos, "a pesar de ser de abajo". Los adeptos del ex mandatario sostienen que la burguesía blanca o los sang-melés (mestizos), quienes "se creen blancos", odiaban a Aristide. Sobre todo desde que decidió que los patrones "tenían que pagarles a los obreros 200 gourdes en vez de 50".

Estos simpatizantes afirman que no son chimeres. "De todas formas", explican hombres jóvenes que hablan francés y creole, "ese apodo ha sido puesto por gente que no quiere a las masas, que piensa que la masa es mala y que los chimeres son monstruos malos. Nosotros no somos malos. Parecemos malos, pero nuestra cabeza piensa que Aristide debe regresar, porque si no, estamos jodidos".

De repente surge un hombre con una bandera haitiana y otros con retratos de Aristide. De pronto toma la calle una marejada de hombres y mujeres, muy pegados unos a otros. Mil 500 personas bailando al ritmo de Aristide cinq ans (Aristide cinco años) o Aristide ou la mort (Aristide o la muerte).

Levantando volantes de Aristide, protegiéndose con sombrillas y playeras que tienen la imagen del ex mandatario, todos del barrio Bel Air, caminan hacia el palacio nacional. No se vieron armas, pero sí agresividad contra autos de la prensa.

Este domingo será el "día de todos los peligros". La oposición anuncia una gran manifestación. El movimiento Lavalás, una contramanifestación.

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