México D.F. Miércoles 3 de marzo de 2004
El Palacio de Bellas Artes recobra su belleza
Un ejército de trabajadores acróbatas
lo restaura en vísperas de su 70 aniversario
PABLO ESPINOSA
Un moderno caballero águila vuela sobre la cúpula
mientras otro émulo de Icaro saca lustre a dos ángeles sobre
el frontispicio, en tanto otro hombre parece escapar de los andamios y
se embarra literalmente dentro de un círculo, con los brazos y piernas
en aspas a la manera en que Leonardo da Vinci puso a su hombre en su dibujo
más célebre, inmortal.
En
ese mismo instante, otro de estos héroes parece dar de comer a una
gárgola, pero en realidad pule suavemente la lengua de piedra de
la efigie. Para esto, un pelotón de intrépidos ha rodeado
al sobrevuelo las alas de bronce de un águila, símbolo porfiriano
por antonomasia, y eso parece producir la fuga centrípeta de otro
humano en overol hacia el centro mismo de la chiche invertida que forma
la cúpula vista desde adentro.
Todo este trajín sucede en estos días, cuando
se cumple la etapa final de restauración integral del Palacio de
Bellas Artes, con ocasión de su 70 aniversario.
Dentro del cúmulo de actividades por este cumpleaños
-una programación extensa, variopinta-, el rescate de patrimonio
que realiza un par de centenas de trabajadores resulta aún más
relevante que la mera presencia de los solistas de prestigio, los artistas
de renombre, los esnobs, los curiosos y los políticos de relumbrón
que han usufructuado y siguen usando Bellas Artes para prestigiarse.
El Palacio de Bellas Artes, o Teatro Blanquita como lo
bautizó Novo, o Palacio de Marmomerengue como lo nombró Octavio
Paz en un poema, el símbolo porfirista que irónicamente espejea
el entronizamiento de los nietos del gabinete de Díaz, que ahora
están en el poder (revise el lector los apellidos, los rostros,
las mismas actitudes de encomenderos, hacendados, virreyecitos), cumple
70 años restaurado por un ejército de héroes anónimos,
valederos.
Se trata de entre 160 y 200 trabajadores especializados,
en su mayoría adscritos al Centro Nacional de Conservación
y Registro del Patrimonio Arquitectónico Mueble, del Instituto Nacional
de Bellas Artes, y algunos provenientes de empresas hiperespecializadas.
No cuentan con un sueldo especial ni con seguro de vida
para trabajo de alto riesgo, explica a La Jornada el arquitecto
José Luis Ruvalcaba, funcionario del INBA, pero sí con el
mejor equipo de seguridad y entrenamiento y experiencia.
Las
distintas etapas de este complicado proceso de restauración han
requerido memoria, descripciones y, sobre todo, autorizaciones de equipos
de especialistas y consejos técnicos. Un proceso que se inició
hace cinco años, cuya primera etapa se realizó en el año
2000, con la restauración de la zona oriente bellasartiana; en 2001
la poniente, y en 2003 se autorizaron los trabajos que actualmente se realizan.
Trabajan entrelazados y distribuidos en los distintos
puntos del palacio equipos especializados en limpieza de pisos, cerámica,
mármol negro, cornisas, molduras. Por ejemplo, un equipo de expertos
se ocupa de la limpieza de las esculturas del grupo de La armonía,
otro de La archivolta, otro de La arquería, otro más
de la fachada principal, uno más de la terraza. Entre los elementos
que usan para esta labor de Heracles, devenido maestro limpio, está
el jabón iónico, "que no agrede a la piedra pero retira los
polvos que se han impregnado con el tiempo", explica el arquitecto Ruvalcaba.
Marmoleros especializados han realizado la restauración
de áreas completas o bien han cortado porciones de mármol
sin dañar las otras piezas usando equipo que no produce polvo, para
evitar el daño a las zonas de murales. Porciones mínimas
de piso de mármol han tenido que ser sustituidas por nuevo mármol
de Carrara y mármol negro, Monterrey.
Pulidores expertos han cerrado por completo los poros
de los mármoles expuestos a la lluvia ácida, la cual, dice
Ruvalcaba, "hace que el mármol quede como un azucar superficialmente
y lo va degradando capa a capa".
Los ángeles músicos, por ejemplo, han sido
lavados con una aplicación de lacarcher, equipo que inyecta agua
y sale a presión de 57 libras, que es el máximo permitido
para una limpieza en monumentos artísticos. También han sido
sometidos a similares procedimientos de higiene los ángeles alados,
que están realizados a base de cobre repujado.
"Mucha gente -sopesa el arquitecto Ruvalcaba, portavoz
del INBA- piensa que estos ángeles son macizos, pero en realidad
se trata de seres delicados. El viento los erosiona, les retira la capa
protectora de la piel, que reacciona con la lluvia ácida y toman
un color verdoso tétrico y deforman la visión del grupo escultórico
de La Armonía."
Así como los mismísimos ángeles recobran
su belleza, las musas recuperan sus rubores, los rostros de mármol
cambian su gesto de angustia por uno de alegría, y las desnudeces
de mármol femenino esplenden nuevamente.
Todo esto merced a este ejército de héroes
anónimos, de acróbatas de la limpieza, de alpinistas que
han cambiado la nieve por el mármol, el cráter por la cúpula,
la lava por el marmomerengue.
Todo esto gracias a estos modernos caballeros águila
que arriesgan la vida en nombre y gracia de la belleza.
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