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México D.F. Domingo 25 de enero de 2004

LA VIDA (BREVE) EN SAN LAZARO

José Agustín Ortiz Pinchetti

Periodos Ƒdemasiado cortos o demasiado largos?

ES VOZ POPULAR que los legisladores mexicanos trabajamos poco y mal y que ganamos demasiado. La verdad es que el Congreso mexicano tiene dos breves periodos de sesiones, uno en primavera y otro en otoño, y que gran parte de sus energías las agota discutiendo año con año el tema fiscal. Muchos críticos consideran que los cinco meses de trabajo son poco tiempo, pero otros piensan que es demasiado, porque las creaciones legislativas resultan devastadoras, aunque generalmente no se aplican.

Es cierto: en la mayoría de los países los congresos trabajan más, no sólo sus periodos son más largos, sino sus actividades son intensivas. Nosotros sólo sesionamos en el pleno dos veces por semana en los periodos ordinarios, lo que nos da unos 55 días al año, mientras que la mayoría de los congresos sesionan unos 10 meses y cuando menos 100 días. No encuentro explicación al hecho de que descansemos lunes, miércoles y viernes y no sesionemos siete meses.

Vivimos un anacronismo: en las Constituciones de 1824 y de 1857 se establecieron periodos muy cortos, porque se suponía que los legisladores tenían que regresar a sus lejanos lugares de origen, arriesgando su salud, sus vidas y su seguridad porque los caminos estaban plagados de bandidos. Los próceres del 57 se quejaban de que el periodo de sesiones empezara en septiembre "porque es el mes que más llueve y los caminos están intransitables". La Constitución de 1917 estableció un periodo breve de cinco meses. En 1986 y 1993 se hicieron reformas para ir ampliando los periodos. Y además hay un proyecto de modificación que se discutirá en el siguiente periodo ordinario.

Se supone que la actividad del pleno del Congreso debe restringirse para dar oportunidad de procesar los proyectos de leyes en comisiones y madurar acuerdos que los hagan viables. Hay otro motivo más prosaico: los senadores y diputados no pueden relegirse y tienen que hacer la grilla suficiente para garantizar su supervivencia, no sólo política, sino económica. También por este concepto sería sano admitir la relección de los legisladores de elección directa. Esto los obligaría, como en todos los países democráticos maduros, a trabajar con más eficacia y a estar cerca de sus bases electorales si es que desean hacer una exitosa carrera parlamentaria.

La gente que observa con desdén y hasta con hostilidad al Congreso señala que carece de una verdadera representatividad porque siete meses al año no está reunido. Esto nos desfasa de los periodos de trabajo de los poderes Ejecutivo y Judicial y hace imposible una buena tarea de fiscalización sobre estos órganos, porque las decisiones críticas tienen que votarse en el pleno de las cámaras.

La brevedad de los periodos legislativos no es el único defecto de nuestro Congreso. Sus debilidades son las de la incipiente democracia mexicana. Dicen que los fallos de la democracia se deben corregir con más democracia. Los legisladores actuales empezamos a entender con angustia que tenemos que impulsar una autorreforma profunda del Congreso. Entre otras cosas debemos superar las viejas normas aplicables a una sociedad rural y romántica del siglo XIX y ponernos al día. Es difícil negar la malevolencia con que muchos grupos reaccionarios atacan y desprestigian sistemáticamente al Poder Legislativo. Si no hay una respuesta eficaz a estos ataques, el Congreso y la joven democracia mexicana podrán erosionarse y el viejo autoritarismo mexicano levantar cabeza.

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