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P O L I T I C A
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México D.F. Sábado 3 de enero de 2004

Produce inquietud en el ejido Morelia el documental El fuego y la palabra

Ni nos callamos ni nos fuimos, expresan en la celebración de 10 años de zapatismo

"Se sienten muy aquí los compas muertos", la respuesta ante la proyección del video

HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO

Ejido Morelia, Chis. 2 e enero. Han de ser unos mil 500, tzeltales y tojolabales, bases de apoyo del EZLN, formados en largas hileras sobre la plancha de cemento donde se juega básquetbol. Revueltos, hombres y mujeres de diferentes edades, en la semioscuridad rinden homenaje a la bandera mexicana que es retirada por una escolta juvenil hacia la tienda del caracol; la guardan a espaldas de las oficinas de la junta de buen gobierno Corazón del arcoiris de la esperanza, el cual reúne siete municipos autónomos en la región denominada Tzotz Choj, como el señor maya de la ciudad antigua de Toniná, hoy enclavada en el municipio rebelde Primero de Enero, cerca de aquí y de Ocosingo.

Noche del 1º de enero. Transcurre todavía la fiesta iniciada el 30 de diciembre, pero ya se fueron los cerca de mil visitantes de la sociedad civil que vinieron a recibir el año nuevo bailando aquí. Parece que la lluvia de la noche los mojó mucho y se retiraron la mañana de este día. Parece que bien contentos porque las celebraciones y los torneos deportivos estuvieron retebien.

Los civiles zapatistas permanacen en formación mientras un representante comunitario habla brevemente: "Lo importante es que la presencia de cada uno de ustedes sea por conciencia, no por obligación. Nuestra lucha no es para uno ni para dos días. Hay que saber esperar".

La sobriedad del acto y su escenario son extremos. La figura del hombre en uso de la voz apenas se distingue, en una orilla de la cancha, a la derecha de los instrumentos del conjunto musical, que tocará las cumbias de la noche.

"Hace 10 años nos levantamos contra un gobierno que decía que no existíamos, y cuando hablamos nos quiso callar con sus cañones. Pero aquí estamos. Ni nos callamos ni nos fuimos".

Otro hombre toma entonces la palabra en tzeltal. En total, los discursos no duran ni cinco minutos. A la voz de "rompan filas", la gente se arremolina y entremezcla con alegría. La medianoche de ayer estos mismos y mismas se abrazaron unos a otros, lo cual es inusual en las comunidades indígenas.

De película

Las celebraciones del doble aniversario zapatista incluyeron actos culturales, obras de teatro locales y de visitantes. En Oventic se presentó la Bola Suriana. En Morelia se dijeron poemas y el equipo Luciérnagas ganó un trofeo. A La Garrucha llegó gran número de grupos de jóvenes mexicanos de distintas entidades e identidades. A los caracoles de La Realidad y Oventic vino música de fuera.

Al ejido Morelia llegó una función cinematográfica. Bajo la pantalla (una sábana extendida por lazos en las esquinas), cuatro cartulinas en hilera dicen con letras de colores: "Digamos siempre la verdad". "Respetemos al débil". "Respetemos lo vivo". "Respetemos lo ajeno".

La gente se dispone a ver el documental El fuego la palabra, en el que se cuentan algunos episodios de la lucha zapatista, los 10 años en la montaña, y los 10 de la guerra hasta hoy día.

Y ven la película durante más de una hora, en el auditorio del caracol Torbellino de nuestras palabras, sin parpadear. En distintos momentos exclaman, se encabronan, ríen, se sorprenden al reconocerse en los rostros encapuchados que se van sucediendo en la pantalla. Las imágenes del 1º de enero de 1994 en San Cristóbal y la destrucción del reloj municipal de Altamirano provocan una rumorosa emoción en un grupo de ancianos que ven la película al revés, pues ellos están sentados atrás de la sábana-pantalla.

Los rostros en claroscuro de la multitud se apiñan, los cuerpos, hombro con hombro, conmovidos ante los muertos de Ocosingo, San Juan de la Libertad y Acteal; por los patrullajes militares en las milpas y los caminos; por los insidiosos helicópteros de la película que les recuerdan episodios de su vida cotidiana. "Que cabrones", protesta un hombre para sí mismo. Las imágenes del pueblo de San Andrés Sakamch'en de los Pobres expulsando a la Seguridad Pública y recuperando su presidencia municipal, y las de Guadalupe Tepeyac en el exilio arrancan azoro.

Cuando en otro momento los asistentes reconocen su propia lengua ríen, mas lo hacen velozmente, porque las palabras de la mujer en el documental son de indignación y protesta ante la destrucción de la sede autónoma de Taniperla en 1998. Un escozor recorre a niños y grandes ante las casas destruidas y la relación de los ataques paramilitares que hacen los pobladores de Yabteclum y Pechiquil (Chenalhó) en 1997, descalzos, arañados, expulsados de sus comunidades.

Al concluir la función, el público aplaude y luce inquieto. A la pregunta de si les gustó (que resulta una pregunta inapropiada; este no es el foyer de la Cineteca), diversas personas coinciden en responder que no. "Se sienten muy aquí los compas muertos", expresa un jóven de gorra beisbolera llevándose una mano al pecho. Una mujer dice: "Nuestros compañeros han tenido mucho sufrimiento".

No es pues cosa de "gustarles" el filme. Eso sí, lo quisieran volver a ver. Están unánimemente impresionados, pues se trata de un historia donde sólo salen ellos y sus compañeros de otros pueblos. Mostraron alegría al reconocer la voz del comandante Zebedeo o cuando vieron a la comandanta Esther en la cámara de diputados, pues ambos son "comités" de la región.

Termina la proyección y la gente sale a la cancha de básquetbol para tres cosas importantes: la entrega de trofeos a los equipos deportivos que ganaron los torneos del aniversario; merendar con atole; bailar hasta bien entrada la noche, "no por obligación, sino por conciencia".

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