Ojarasca 78  octubre de 2003


umbral
 

Bolivia ocupa, geográfica y simbólicamente, el corazón de América. De la América nuestra. En estas horas graves de insurreción popular y represión asesina, lo que ocurre allí nos ocurre a todos. Esa también es la globalización. En la ciudad satélite de la capital La Paz, que como su nombre indica es El Alto. En las planicies del Mato Grosso, la selva del norte, las minas que han sido el Potosí de los imperios. En Santa Cruz y Cochabamba. Según el Banco Mundial, es la nación más pobre del continente. En consecuencia, para el gran capital se trata sólo de una bola de indios parados encima de un mina de oro de gas. Ya lo fue del estaño. De la coca tradicional pervertida con fines industriales y criminales, que ha llegado a controlar al Estado. Y del oro, claro.

Al pueblo de Bolivia siempre lo han golpeado. Nunca lo han tumbado. Los aymaras y la sociedad mestiza, que sigue siendo muy india, la clase trabajadora y la fuerza de las comunidades rurales y los barrios, han plantado una nueva barricada contra la ofensiva neoliberal e imperial dispuesta a llevar su guerra a todo el mundo.

¿Quién dice que Bolivia está lejos de México? No siempre hay que creerles a los mapas. La coyuntura de octubre nos eslabona estratégicamente a los servicios que necesita Estados Unidos, en particular California. Y Texas. Mientras los partidos políticos mexicanos gesticulan en torno a la privatización de la energía eléctrica, y los trabajadores electricistas resisten a pesar del PRI y La Güera Rodríguez (su dirigente histriónico y reina del entreguismo), las fuerzas del mercado presionan para entregar los recursos nacionales a las mafias especializadas en el tráfico de energía, las elecciones compradas y las estafas impunes. Pemexgate, Enron, Amigos de Fox, Amigos de Schwarzenegger: más allá de la aparente simplificación, todo cae en el mismo cajón desastre.

Si el gas de Bolivia llega a salir de los puertos chilenos, como está programado, su destino serán las plantas de las empresas estadunidenses InterGens y Sempra en el desierto de Rosarito, Baja California, que hoy se abastecen de empresas texanas, y surten energía al estado de California, vía Mexicali-San Diego. Estas empresas y sus filiales fueron parte del audaz complot financiero que extorsionó a dicho estado vecino de México en 2001, y terminaron expulsando al gobernador Gray Davis para poner en su lugar a un virtual empleado de los complotistas: el actor Arnold Schwarzenegger. No sería excesivo afirmar que le compraron el puesto.

Las terminales en México y Chile son construidas, ya, por la hermana e inocente palomita Shell. El gas boliviano servirá pues para abaratar la energía de California, eliminando el suministro texano. México resulta el eslabón ideal, un paraíso para los salarios bajos donde los costos y las regulaciones ambientales y de seguridad son redituablemente menores.

Y qué gas puede salir más barato que el de Bolivia, si esa nación debe hasta la camisa, y tan vive de prestado que hay empresas y organismos estadunidenses que "compran" parte de la deuda boliviana para jugarla en las ruletas de Wall Street, la bioprospección y los bienes raíces.

Una vez más, el imperio, las trasnacionales y los gobiernos gerenciales de América Latina (y qué gobierno más gerencial que el de El Gringo Sánchez de Lozada), olvidan un detalle: el pueblo. Un pueblo indígena que ha sobrevivido en resistencia continua y sigue siendo mayoría sin importar los siglos. No serán las guerritas del gas entre negociantes yanquis, ni el entusiasmo privatizador del gobierno foxista en México, ni la cuerda de ahorcar de la deuda externa lo que detenga a los pueblos de Bolivia.

Los procesos populares marchan y sorprenden, respiran, en Brasil, Venezuela, el sur de México, Ecuador, Argentina, el sur de Chile. Las resistencias al ALCA, la OMC, el BM, el FMI, el BID y el Pentágono son la principal oposición in situ a lo que las movilizaciones del primer mundo, de Seattle a Génova y Cancún rebaten y combaten. (Next stop: Miami).

Trágico pero decidido, el pueblo de Bolivia lleva hoy, con sus puños en alto, el clamor de todos los pueblos de la América nuestra.

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El Alto, Bolivia. 15 de octubre de 2003. Foto: David Mercado (Reuters)


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