México D.F. Viernes 26 de septiembre de 2003
Como jefe de Estado, recomienda no intervenir en asuntos internos de otro país
En comercio internacional nadie negocia con la cabeza gacha: Lula
Antes de viajar a La Habana se reunirá con su viejo amigo Cuauhtémoc Cárdenas
RENATO DAVALOS Y JOSE ANTONIO ROMAN
La voz gutural de Luiz Inacio Lula da Silva fue del estremecimiento, cuando le preguntaron sobre la arcana rivalidad entre México y Brasil en el terreno diplomático, a las analogías con la calle en la que nació y con el futbol para definir el futuro del comercio internacional. En esos ámbitos, no hay lugar para "agachar" la cabeza, sentenció.
Acerca de Cuba, zanjó su posición entre un jefe de Estado y un amigo. "Cuando usted sea jefe de Estado -reviró al periodista-, se dará cuenta de que no es recomendable entrometerse en asuntos internos. La historia recrea lo que pienso sobre Cuba y mañana (hoy) estaré como jefe de Estado", anticipó.
Antes de viajar a La Habana, Lula da Silva, aquel hombre que emergió del mosaico de la miseria de Pernambuco, sin títulos universitarios ni doctorados; que trasegó de la oposición en Disidencia al sindicalismo metalúrgico, la cárcel y la tortura durante el régimen militar en Brasil, hasta llegar a la presidencia de esa nación en un cuarto intento, se reunirá con su viejo amigo Cuauhtémoc Cárdenas. El mismo del que dijo una vez en público que había ganado las elecciones mexicanas de 1988.
Apenas una estancia de 16 horas. Sus amigos del Partido del Trabajo mexicano -el mismo nombre del instituto político que él fundo- lo invitaron a que expresara un mensaje en la Cámara de Diputados. La agenda se cruzó en ese camino.
Lula, bajo los reflectores mundiales, llegó a México otra vez en una tarde que precedió una reunión conjunta con el presidente Vicente Fox en Los Pinos, la firma de dos convenios y una cena entre comitivas en la residencia Alemán.
En Los Pinos
Un tibio saludo en la escalinata. Fox lo había esperado a que descendiera de la camioneta blindada. Lula metió las manos en los bolsillos mientras escuchaba una interminable explicación del mandatario mexicano acerca de la remodelación de la casa presidencial.
El que fuera candidato presidencial por primera ocasión en 1989, contra el defenestrado Fernando Collor de Mello, paseó la mirada por los jardínes de Los Pinos, se frotó la barba encanecida y dio media vuelta ante el vocinglerío de los fotógrafos que le exigían un saludo adicional con Fox Quesada.
Los presidentes de Brasil y México se encerraron casi durante dos horas en la residencia Alemán. Como dos viejos conocidos, Lula y Fox prolongaron el encuentro privado más allá de lo previsto. Un repaso a la circunstancia internacional marcada por Irak y el futuro de la Organización de Naciones Unidas frente a la hegemonía estadunidense. Después, las circunstancias colombiana y venezolana, pero sin interferencias en los asuntos internos, como aclararon ambos en la conferencia de prensa ulterior.
Fox fue el más insistente en llamar "amigo" a Lula. Lo hizo en tres ocasiones. En el salón Avila Camacho, ambos aparecieron para la conferencia de prensa. Un recinto colmado por los representantes de los medios de comunicación y las comtivas que se reunieron simultáneamente a los jefes de Estado. El presidente brasileño respondió en el mismo sentido al mexicano. Pidió un vaso de agua y miró el reloj. Hacía calor y a pesar de eso, Fox solicitó a un edecán del Estado Mayor Presidencial que disminuyera el nivel del aire acondicionado.
La imagen fatigada de Lula se dilató ante los reflectores cuando recordó que en Brasil eran las 10.30 de la noche -dos horas más que en México-, y el cierre de los periódicos estaba encima. Había hecho un comentario con Fox acerca del nerviosismo de los periodistas brasileños que le acompañan en su recorrido. Una travesía que Lula prolongará por Africa en noviembre, por Asia en diciembre e incluso en enero por la India.
El hijo de Eurípides Ferreira (doña Lindu) y Arístides Inacio da Silva endureció el gesto cuando le preguntaron sobre la soterrada rivalidad diplomática entre Brasil y México, erosionada especialmente a la luz de los sillones en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
"Cuando era líder sindical y me hacían una intriga me quedaba nervioso -evocó-. Pero ahora, como presidente, prefiero una plática directa haciendo a un lado las insinuaciones."
También respondió como jefe de Estado cuando le preguntaron sobre su relación con el mandatario cubano Fidel Castro. "Acudo a ese encuentro en esa calidad y a velar por los intereses de Brasil como Castro lo hará respecto a Cuba."
Incluso aventuró al periodista que le preguntó al respecto: "cuando usted sea jefe de Estado, verá que es más importante no inmiscuirse en los asuntos internos de un país".
Entonces, Lula había acaparado la atención de los periodistas mexicanos y brasileños. Le preguntaron sobre las reformas estructurales hechas en su país en apenas ocho meses de gobierno. Recientemente se aprobó en el Congreso del país sudamericano una reforma al sistema de pensiones, que inclusive le valió una protesta del Partido del Trabajo brasileño. En México, le dijeron, han transcurrido tres años y no se ha concretado ninguno de los grandes cambios y usted ya alcanzó varios apenas en ocho meses.
Fox no pudo evitar que se le endureciera el entrecejo. Lula distendió una risilla que trató de eludir el cuestionamiento. Pero al final, el brasileño respondió que Fox y su pueblo sabrán cuándo hacer las reformas y anticipó la reforma sindical que se avecina, porque el sistema actual es una réplica del Lavoro de Mussolini.
Lula rememoró la cumbre de la Organización Mundial del Comercio en Cancún y estimó que no fue un fracaso, sino una etapa previa en la que se tiene que alcanzar un comercio en el que no exista sumisión.
Recurrió entonces a las analogías. En la calle como en el futbol, nadie negocia con la cabeza gacha, refirió. Los países desarrollados tienen que flexibilizar sus prácticas comerciales y las subvenciones que ofrecen, especialmente a sectores como el agropecuario. México y Brasil son muy competitivos en este ámbito, estimó Lula. Pero los subsidios constituyen una circunstancia que sufren las naciones en desarrollo.
La conferencia de prensa concluyó casi una hora después. La visita de trabajo culminó con una cena en el comedor de la residencia Alemán a la que asistieron los dos presidentes y sus comitivas.
La fugaz estancia de Lula no permitió abrir la reunión a los invitados especiales. Hoy sostendrá un encuentro con Cárdenas y después viajará a La Habana.
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