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México D.F. Miércoles 10 de septiembre de 2003

Luis Linares Zapata

Dolores y extravíos del PRI

La decisión del presidente de la Cámara de Diputados, Juan de Dios Castro, de citar al pleno para que se lleve a cabo el juicio de procedencia contra el senador Aldana, muy a pesar de la alharaca levantada por los dirigentes del priísmo, no les propina un golpe terminal. Las investigaciones del IFE, que confluyeron en la abultada multa de mil millones por sus varias tropelías, sí fueron contundentes, al menos desde la perspectiva de la verdad pública. El desafuero, de llegar a darse -lo cual se ve remoto por los titubeos del gobierno y de algunos panistas encumbrados-, apenas completaría una primera fase de este casi inacabable proceso que ya lleva interminables años. Quedaría pendiente la sección sustantiva: su continuación en tribunales con la recuperación de los haberes sustraídos a Pemex. A pocos les pueden caber dudas sobre las maniobras ilegales en que incurrieron varios priístas de renombre, pues unos eran en aquellos momentos funcionarios de la petrolera; otros, líderes de su sindicato, y los demás, conspicuos militantes del PRI. Eran prácticas comunes en el pasado, es cierto, pero ello no aminora los delitos, sobre todo pensando en que tales maniobras delictivas se dieron a contrapelo de los reclamos de la sociedad, que para los tiempos de la pasada competencia electoral de 2000 ya eran generalizadas y exigían no utilizar recursos públicos en las campañas electorales. Sin embargo, lo hicieron.

Montaron para tal efecto una operación muy similar o idéntica a la del crimen organizado para transferir masivas cantidades de dinero hacia una tentativa presidencial que resultó fallida para perjuicio de los involucrados. A tal conclusión arribaron la antigua Secodam, la PGR y los jueces que han intervenido en este penoso asunto. Por su parte, la sección instructora de la pasada 58 Legislatura llegó a la conclusión y al dictamen respectivo, de que se contaba con los elementos de prueba suficientes para proceder al desafuero de Aldana. Varias chicanas en la Comisión Permanente impidieron el llamado al pleno camaral para proceder a la votación. Ahora toca el turno a los diputados de la 59 emitir su veredicto. Y más les vale hacerlo con apego a las demandas por acciones justicieras efectivas, tal como lo requiere la ciudadanía, porque el sentir y el juicio popular no estarán ausentes de la manera en que los diputados voten.

El PRI parece haber entrado en un loco proceso de confrontación no sólo con la administración del presidente Fox, a quien acusa de poco confiable en sus peticiones de llegar a los acuerdos que el país requiere para funcionar de manera correcta, sino también con el PAN y, lo realmente grave, con todos aquellos que creen en la culpabilidad del ya muy oneroso senador Aldana. Una gruesa parte son muchos millones de mexicanos conscientes, para infortunio de los priístas. Y esto no es una ruta de riesgo común y corriente para solidarizarse con sus compañeros de partido. Es una verdadera avenida de alto riesgo de la que no podrán salir bien librados y que afectará, qué duda cabe, sus posibilidades de retornar a Los Pinos.

En el mismo sentido trabaja la errónea postura de los priístas encumbrados al darle absurdo apoyo a los dueños del Partido Verde Ecologista, que mantienen contra toda credibilidad que la condena a sus antidemocráticos estatutos, impuesta por el alto Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, obedece a una conspiración del Ejecutivo federal y no a las arbitrarias maneras de organizarse para retener el poder en las manos de unos cuantos, principalmente entre los miembros de la familia González.

Pero el colmo de los extravíos del PRI se da al tratar de presionar, en su colérica indefensión, a toda la república con la amenaza de no concretar las reformas que se demandan con urgencia, sobre todo la hacendaria, que daría los medios para destrabar el estancamiento económico en que se encuentra la fábrica nacional. Los desatinos de los dirigentes priístas agudizarán también la ya de por sí densa lejanía que mantienen con la inteligencia del país. La crítica, que se expresará por medios diversos, será violentamente masiva y contraria a ese espíritu belicoso que los priístas han sacado desde muy adentro de sus profundidades anímicas. De no rectificar el empecinamiento de su vocinglerío, aparecerán ante la ya fatigada vista de los electores como un grupo mafioso que intenta encubrir y preservar, en la más obvia impunidad, a esos mal llamados líderes petroleros.

Defender a sus correligionarios no puede llevar a los del Institucional a suicidarse. El PRI ha perdido simpatizantes a granel de manera consistente durante muchos años. Un breve recuento lo esboza con claridad suficiente: en las elecciones de 1997 lograron obtener 11.3 millones de votos, 39.1 por ciento del total. En la similar pasada contienda de 2003 sólo consiguieron 9.8 millones de sufragios, 36.6 por ciento. Una pérdida de 2 millones de apoyadores y tres puntos en su posición relativa. Pensar que los mexicanos no absorben y procesan los dislates de sus posturas y actos es negar una realidad que se les viene encima y que muchos dolores les causará.

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