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México D.F. Sábado 30 de agosto de 2003

Immanuel Wallerstein*

Los anglicanos, en el norte y en el sur

Los debates en torno a la ordenación de obispos anglicanos rara vez son de gran interés para quienes no profesan esa fe. No obstante, el debate relativo a la ordenación de un sacerdote abiertemente gay, Canon V. Gene Robinson, como obispo de New Hampshire, de la Iglesia episcopal de Estados Unidos, es noticia de primera plana este mes por todo el país y ha tenido repercusiones por todo el mundo. Cuando una mayoría de obispos y delegados seculares de la Iglesia episcopal aprobó el nombramiento, el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, se motivó a convocar una reunión especial de primados de todas las iglesias anglicanas del mundo con la finalidad de discutir las consecuencias de dicha acción.

Para los que votaron en favor de Robinson, el asunto era simple: el modo de Dios era hacer de la Iglesia algo incluyente. Hoy la gente entiende, de manera que las generaciones previas no pudieron, que la inclusión significa aceptar a los gays y las lesbianas en tanto practican un método alternativo de amor humano, y como tal, la sexualidad del sacerdote es irrelevante para la consagración de él/ella como obispo. Para quienes se oponen a esa idea, es claro que las escrituras indican que la homosexualidad es un pecado, y que entonces es inconcebible que alguien que comete sin arrepentimiento un pecado sea consagrado como obispo de la Iglesia.

No propongo aquí entrar en este debate teológico. Dejo eso para los miembros de la congregación anglicana. Pero hay que resaltar que los dos bandos de este debate no están distribuidos al azar. En las iglesias anglicanas del norte (primordialmente Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda) hay una división entre quienes están en favor de la inclusividad (hoy parecen mayoría) y un grupo menor, pero muy fuerte, de los así llamados "conservadores", que se oponen con voz en cuello a estas tendencias.

Por otra parte, las congregaciones anglicanas del sur (América Latina, Africa y Asia) parecen alinearse muy fuertemente del lado de los "conservadores" en lo tocante a este asunto, con la sola excepción de Sudáfrica. El arzobispo de Nigeria, Peter Akinola, amenaza abiertamente con excluir de la congregación a cualquier Iglesia anglicana que tolere la homosexualidad. Esta y otras amenazas semejantes son razones que empujan al arzobispo de Canterbury a convocar esta reunión, intentando desactivar una posible ruptura en la congregación.

Debemos preguntarnos por qué existe una diferencia geográfica en la actitud, cuáles son sus raíces y qué entraña para el futuro. Entre las religiones del mundo, sólo la cristiandad tiene adherentes en el norte y en el sur que equilibran sus números. No hay duda de que esto es consecuencia de la colonización europea del sistema mundo durante cinco siglos, pero constituye, no obstante, una realidad social del siglo XXI. En el caso de la versión anglicana del cristianismo, sus adherentes pueden hallarse en todos los rincones que alguna vez fueron parte del Imperio Británico (que de todos los imperios europeos fue el geográficamente más extendido).

En el norte, las divisiones entre anglicanos por el asunto que abordamos es una vieja historia. Por varios años ya, cristianos de varias denominaciones han luchado en pos de un entendimiento más "moderno" de la fe y la moral. En la segunda mitad del siglo XX los puntos de debate principales giraban en torno a aspectos de género y sexualidad, el celibato, el papel de las mujeres en la Iglesia, el acceso de las mujeres a puestos clericales y, más recientemente, la homosexualidad. El siglo pasado, casi todas las denominaciones cristianas del norte vieron cómo se erosionaba su membresía, en gran parte porque más individuos seglares se retiraban de la membresía activa. Pese a esta erosión, la mayoría de quienes se mantienen activos buscan constantemente impulsar nuevas interpretaciones a la fe y la moralidad en sus prácticas. El siglo XIX vio desarrollarse un vasto movimiento conocido como "protestantismo liberal". El papa Juan XXIII puso en marcha un aggiornamento (puesta al día) de la Iglesia católica romana mediante el concilio conocido como Vaticano II (tendencias semejantes pueden verse en otras religiones mundiales, por supuesto).

Ha habido reacciones a tal revisión de la teología y práctica, que asumen la forma de movimientos evangélicos, que insisten en retornar a la "ortodoxia". En muchos casos, estos grupos de reacción han emprendido la creación de sus propias instituciones religiosas, pero muchos se mantienen dentro de las denominadas iglesias cristianas "de la corriente principal", y continúan luchando desde el interior. Los anglicanos "conservadores" son simplemente una variante de un asunto ante el que mantienen un punto de vista común, pese a ser una minoría (en muchas denominaciones y muchos países).

Pero, ¿por qué el punto de vista "conservador" es un movimiento minoritario dentro de tantas iglesias cristianas en el norte? La respuesta yace sin duda en el impacto combinado de la modernidad y la afluencia secular. Los reformistas se contemplan dentro de estas iglesias como quienes han logrado que la cristiandad se adapte y sobreviva en el mundo moderno. Los conservadores ven a los reformistas como quienes diluyen, si no ofenden fundamentalmente, al cristianismo.

El asunto se ve muy distinto en el sur. ¿Quiénes son activos en las iglesias cristianas del sur? En Asia y Africa, son en su mayoría los conversos o los descendientes de los conversos que definieron el cristianismo en formas ancestrales, en rechazo a las formas "paganas". El cristianismo al que se convirtieron era aquel de los misioneros, y nunca se presentó como el núcleo de un modernismo secularista. Para muchos cristianos su vida religiosa es una lucha constante contra las prácticas "paganas", por lo que consideran que decisiones como la que atañe a Canon Robinson son una traición a su lucha. Esto es reforzado por un sentido de nacionalismo que los hace sentir que las iglesias del norte condescienden con ellos diciéndoles que algún día (cuando sean más "desarrollados") entenderán la sabiduría de la nueva inclusividad.

Hay otro elemento. En el norte, las denominaciones cristianas de la corriente principal (y esto es particularmente cierto en el caso de los anglicanos) abrevan su membresía, en gran medida, de las elites económicas, sociales y políticas. Esta gente está segura de sí misma. Son personas "respetables" que sienten fuertemente la necesidad de aceptar y congraciarse con sus hermanos cristianos. En Asia y Africa es bastante frecuente que los cristianos sean minoría, sobre todo en países donde existen mayorías como la musulmana, la budista o la hindú, o donde la mayoría de la población practica de facto las religiones locales. Ahí las iglesias cristianas se hallan en posición defensiva, y sus miembros están tal vez menos seguros de sí mismos. Mientras los cristianos del norte temen más defecciones por parte de sus seglares, los cristianos del sur temen que otros movimientos religiosos más "tradicionales" en sus prácticas asuman una posición de fuerza.

La situación es ligeramente diferente en América Latina. Ahí las denominaciones protestantes, minoritarias, han avanzado al alejar a la gente de la Iglesia católica, usando tonalidades de la reforma y un rechazo a los poderosos y a los ricos, cuyos múltiples santos son "ídolos". Aquí también, sin embargo, las reformas propugnadas en las iglesias protestantes del norte parecen irrelevantes a sus necesidades y una traición a sus luchas religiosas.

Finalmente, Sudáfrica ha sido un caso muy especial en el sur, donde la lucha multirracial contra el régimen del apartheid, fundado en una muy conservadora versión del protestantismo, impulsó una apertura al reformismo religioso que no opera en muchos otros países del sur.

Bien puede ocurrir una escisión de la congregación anglicana, e inclusive si no la hay, habrá una tensión creciente y tal vez un desequilibrio geográfico permanente. Esto puede ocurrir también en el seno de la Iglesia católica. ¿Qué entraña esto para el futuro? ¿Evolucionarán las iglesias del sur en la misma dirección que las iglesias del norte, del modo en que esperan y avizoran los reformistas del norte? Es muy probable que no. De hecho, la misma división puede verse en el norte, donde los grupos étnicos blancos, recalcitrantes y en posición dominante, están más abiertos al "reformismo" de la mayoría que quienes son activos en las iglesias y pertenecen a comunidades "minoritarias".

Lo anterior demuestra que el "reformismo", en materia de sexualidad, entre los poderosos y los "grupos políticos de identidad" no tan poderosos, no es necesariamente una doctrina que junte ambos grupos. Si uno extrapola esto a otros aspectos, puede ver que en el amplio sentido los que son o podrían ser parte de la familia de Porto Alegre tienen un buen trecho que recorrer antes de entenderse y acomodar las necesidades de cada uno de ellos.

* Director del Centro Fernand Braudel
de la Universidad de Binghamtom


Traducción: Ramón Vera Herrera

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