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México D.F. Lunes 18 de agosto de 2003

El politólogo Joan Antón Mellón asegura que aún no hay alternativa al capitalismo

Qué liberalismo, disyuntiva del siglo XXI

ERICKA MONTAÑO GARFIAS

Mezclar política y religión, Iglesia y Estado, pone en riesgo la democracia, advierte el analista político y catedrático español Joan Antón Mellón, coordinador del libro Las ideas políticas en el siglo XXI (Ariel), quien se encuentra en México para participar en un diplomado organizado por la Universidad Autónoma de Chiapas, que se inicia este lunes.

Ese diplomado, que toma el nombre del libro, pretende explicar cuáles son las ideas dominantes en el mundo a partir del análisis de cuáles son los cambios estructurales que han producido cambios ideológicos y después las diferentes corrientes del pensamiento, explica en entrevista con La Jornada.

Lo que encontramos en el siglo XXI y desde el punto de vista ideológico es la hegemonía del liberalismo. ''Las únicas discusiones políticamente serias que hay son qué tipo de liberalismo se aplica. Existen otro tipo de ideas contrapuestas al liberalismo, pero adolecen de un problema de fondo, pues no disponen de una opción al liberalismo, o al capitalismo mejor dicho, como sistema productivo de base".

Ante esta situación, expresa, las críticas al liberalismo sólo son críticas parciales que denuncian la miseria, el clasismo, la desigualdad, las injusticias y la mala repartición de la riqueza, pero "difícilmente se puede criticar al capitalismo como sistema productivo, porque no se tiene una alternativa".

-¿Dónde queda la izquierda?

-Si la extrema derecha inteligente está en los partidos conservadores actuando al nivel de grupos de elite, entonces lo que debe hacer la izquierda es levantar la bandera de la democracia. Aquí la disyuntiva es democracia o barbarie. La izquierda es una izquierda necesariamente reformista, pero que tiene que aplicar políticas teniendo claro hacia dónde tiene que ir, esto es, encaminarse a constituir una sociedad más justa, más igualitaria y democrática. Si tiene claros los objetivos debe poner los medios para irlos cumpliendo y no gestionar directamente la realidad, porque eso es lo que hace la derecha. La izquierda debe saber distinguirse de la derecha tanto en lo que dice como en lo que hace.

El profesor titular de ciencia política en la Universidad de Barcelona señala que si bien "la derecha inteligente" se encuentra en los partidos conservadores, hay que tomar en cuenta señales que indican que se inclina hacia la extrema derecha; éstas son la adopción de estrategias demagógicas para acceder el poder. En Europa, sobre todo en países como España, Austria, Francia e Italia, esta derecha radical recurrió al tema de la migración para lograr su éxito político. En estos países los partidos de la derecha radical ''elaboran un discurso demagógico con base en la teoría del chivo expiatorio: todos los problemas existen porque tenemos demasiados inmigrantes, la inseguridad se debe a los inmigrantes, el desempleo también; por lo tanto si eliminamos a los inmigrantes se acaban todos los problemas. Esto es absolutamente demagógico y peligroso para la democracia".

Otro peligro para la democracia es el acercamiento entre el Estado y la Iglesia. Aquí Joan Antón Mellón advierte: ''mezclar política y religión es peligrosísimo. La religión debe pertenecer a la esfera privada y la política a la esfera pública, porque cuando se mezcla política y religión las ideas políticas se dogmatizan, y esto hace que se tienda a ver al adversario político como un enemigo político, y esto es un error que conduce a la intolerancia. La democracia se basa en el consenso, la discusión de los elementos y la no dogmatización de las ideas.

''Desde la ilustración sabemos que hay que separar perfectamente los ámbitos de la religión y la política. Si esto se está dando en México entonces las fuerzas de la izquierda, las fuerzas democráticas, deben denunciarlo reiteradamente y evitar que determinados sectores de población, que tienen una serie de ideas legítimas desde el punto de vista religioso, hagan una traslación política de esas ideas. Hay que insistir en la separación estricta de lo que es la esfera privada de la pública.''

Es importante también que la sociedad tenga muy claro cuáles son las ideas hegemónicas, porque a mayor cultura política, cívica, menos influenciable es la sociedad por las culturas políticas extremistas o fundamentalistas.

En este punto se inscriben movimientos como el de los globalifóbicos, que ahora se preparan para protestar en la cumbre de la Organización Mundial de Comercio en Cancún, los cuales ''tienen importancia desde el punto de vista ideológico porque sus mensajes poco a poco van calando, al igual que los mensajes ecologistas. Su existencia es muy útil porque reflexionan sobre las miserias del sistema y esto es importante tenerlo en cuenta porque el sistema actual genera unos niveles, no sólo de desigualdad sino de miseria cultural y de alienación".

Es claro que al igual que deben separarse religión y política, también debe pasar lo mismo con la separación de políticos y empresarios porque también representa una señal de alerta a la democracia. El ejemplo más claro es el del primer ministro italiano Silvio Berlusconi, electo pese a las acusaciones de corrupción. Magnate de los medios de comunicación que aprovechó el vacío que dejó el estallido del sistema de partidos en su país y lo llenó con ilusiones. Explica: "Al estallar el sistema de partidos en Italia desaparecen el Partido Socialista y la Democracia Cristiana, y se produce un vacío que es llenado por cualquiera que pueda generar ilusión; este es el caso de Berlusconi, un individuo de éxito en los negocios, que monta un partido con base en un sistema de peñas de futbol y utilizando a fondo la comunicación de masas que domina, y consigue que parte de la población que antes votaba Democracia Cristiana vote esta nueva opción, Esto es muy negativo para la democracia".

En política, menciona, es muy importante la ilusión, y es así como los demagogos al estilo Berlusconi, el austriaco Jöerg Haider y el francés Jean-Marie Le Pen logran romper la dicotomía política en occidente de la revolución francesa que es la división entre la derecha y la izquierda, de tal manera que "esta gente capta los votos de antiguos electores de derecha y de izquierda. Por tanto su mensaje llega a partes de la población de manera transversal, sociológica e ideológicamente, por eso son tan peligrosos desde el punto de vista democrático".

La alternativa, al comenzar este siglo, es que las sociedades logren un nivel de desarrollo que permita el acceso a la cultura y los medios. "Ese es el reto. Si se logra conseguiremos sociedades más estables, más igualitarias más cultas, y estaremos en el buen camino. Por el contrario, vamos por mal camino si la democracia solo es un sistema de reglas formal pero vacía de contenido, sin objetivos igualitarios, y si las sociedades son extremadamente clasistas, donde lo único que impera es el afán de lucro como motor de la sociedad y donde la economía continúa imperando sobre la política y no al revés".

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