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México D.F. Viernes 15 de agosto de 2003

Gilberto López y Rivas

Juntas de buen gobierno

La instalación de las cinco juntas de buen gobierno en los territorios zapatistas de Chiapas tiene un significado de especial importancia para la construcción de las autonomías indígenas. Es un salto cualitativo que institucionaliza de hecho y con justicia los acuerdos de San Andrés, traicionados por los tres poderes de la Federación y por una clase política que sólo se dedica a garantizar su reproducción como casta burocrática, y que es insensible ante la emergencia nacional que vive el país y las graves condiciones internacionales provocadas por la actual política del imperialismo estadunidense y sus aliados.

El EZLN tuvo que responder a los sectores más derechistas del Estado y la sociedad que especularon una vez más con el argumento de la posible disgregación del territorio nacional y la supuesta ilegalidad del establecimiento de los autogobiernos regionales. Fue la comandanta Esther quien reafirmó el carácter incluyente de las demandas y propuestas de gobierno zapatistas, ajenas a cualquier acto separatista: "no podemos dejar de ser indios para ser reconocidos como mexicanos."

La comandanta Rosalinda resumió con lenguaje popular y profundo la experiencia acumulada de más de siete años de práctica autonómica que sirvió de defensa a los municipios rebeldes ante el neoliberalismo y la política contrainsurgente: "Ya sabemos funcionar nuestros municipios".

Estos logros en las autonomías se reflejaron en la pluralidad de fuerzas indígenas y no indígenas que acudieron al encuentro de Oventic, alentadas por la posibilidad de gobernar sus propios asuntos y escapar a una realidad impuesta por las gerencias presidenciales del foxismo-salinismo. Estas apostaron a hacer del sureste mexicano un terreno promisorio para los proyectos de las trasnacionales, cobijados por el Plan Puebla-Panamá, y desalojar de esta rica región de la geografía mexicana a los "incómodos" pueblos indígenas.

La gobernabilidad democrática de los zapatistas se trasluce en la decisión de atender a todas las poblaciones residentes en la zona de conflicto, independientemente de su procedencia ideológica, religiosa o política. Con ello se avanzó en la puesta en práctica de la sustentabilidad democrática con participación plena de las comunidades, aplicando las leyes zapatistas que, entre otras, prohíben el tráfico ilegal de madera, drogas y alcohol.

En estas estrategias de desarrollo sustentable tuvieron papel muy destacado las mujeres zapatistas en la instrumentación de las nuevas formas de gobierno local alternativo, abiertas a las innovaciones y a las críticas de los gobernados.

La posibilidad de que los zapatistas puedan constituir una opción de de-mocracia participativa, anclada en la justicia y la equidad, en pos de la edificación de un México nuevo, incluyente y democrático, dependerá de la capacidad de la fuerza insurgente para involucrar a la mayor parte de los pueblos indígenas en la puesta en práctica y profundización de sus autonomías, así como del apoyo que concite de las organizaciones sociales y políticas nacionales.

Insistir en la autonomía e independencia de las organizaciones sociales, en la consolidación de formas de autogobierno y autogestión en todos los espacios y niveles de la vida nacional, muestra la decisión de los zapatistas de ir a fondo en el combate a los mecanismos clientelares y corporativos emanados del viejo régimen del partido de Estado y heredados por el gatopardismo foxista.

La lucha por un desarrollo realmente sustentable, con la participación de las comunidades en las decisiones en torno a los planes y proyectos sobre los recursos naturales de sus territorios, la defensa de la propiedad comunal y ejidal, la promoción del comercio básico y justo, la democratización de la información y la cultura, la defensa de la educación laica y gratuita, el acceso de todos a los servicios de salud y vivienda, en suma: con la construcción de una sociedad en la que quepan, sin ningún tipo de discriminación, mujeres, ancianos y niños, traza las coordenadas para un nuevo proyecto de patria sustentado en lo nacional-popular.

La toma de posición ante los procesos revolucionarios de otros pueblos, la definición sobre los problemas internacionales desde una perspectiva de izquierda, y la disposición a continuar participando activamente en la lucha contra la globalización del capital, ponen al zapatismo ante nuevos retos.

Las juntas de buen gobierno son sin duda un gran triunfo para los pueblos de México y América Latina en su lucha por la construcción del sujeto autonómico. Además, constituyen un fenómeno sociopolítico novedoso que amerita ser estudiado por esa intelectualidad que, carente de un proyecto alternativo de nación, se niega a transitar los caminos abiertos por la experiencia indígena.

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