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México D.F. Domingo 10 de agosto de 2003

Un cristianismo antes y después de Fidel Castro

Sao Paulo. La sonora carcajada creció en el recinto cerrado, atiborrado por más de 700 almas cristianas, y hasta arrancó una sonrisa al jubilado obispo mexicano de San Cristóbal de las Casas, Samuel Ruiz, quien, sentado en el presídium, había permanecido impasible, con expresión un tanto ausente. A su lado, parado, sus manos apoyadas sobre la mesa, el pastor metodista Israel Batista, teólogo cubano de Matanzas, pareció disfrutar su dicho. No era la primera vez que escuchaba la pregunta formulada por alguien del auditorio, acerca de las "perspectivas del cristianismo en Cuba" después de la "desaparición" de Fidel Castro. Respondió: "Hasta hace un tiempo la fe cristiana la habíamos definido como antes y después de Jesucristo. Pero ahora, en Cuba, pasa por antes y después de Fidel Castro".

Por funciones de su cargo, Batista, secretario general del Consejo Latinoamericano de Iglesias, vive en el exterior. Por eso, apagados los ecos y para responder las inquietudes sobre la isla hoy por hoy, le cedió la palabra a "un cubano de adentro". Al pastor bautista Raúl Suárez, cuya "conversión", explicó él mismo, se inició en 1959, con el triunfo de la revolución, cuando logró deshacerse del "protestantismo apático e indiferente" en que había sido educado.

Influido por el "humanismo" de los barbudos que bajaron de la sierra Maestra tras la derrota del dictador Fulgencio Batista, Suárez afirma que "la revolución nos ayudó a aterrizar nuestra fe". Aclara que "vivir la fe en la revolución" ha sido un proceso conflictivo y tenso, y expresa que el catolicismo que llegó a la isla hasta 1959 "estaba comprometido con la colonización española, con una economía de plantación, esclavista y clasista", y practicado por un clero 90 por ciento extranjero, en su mayoría español, franquista. "Ese catolicismo fue el que entró en crisis con la revolución y desde entonces ha vivido como en un gueto".

Habló también de sus raíces cristianas; de un protestantismo independentista, amigo de Maceo y de Martí, que derivó en "anexionista" con la nueva república impuesta por Estados Unidos, atenazada por la Enmienda Platt de 1902. Entonces, dice, "surgió un protestantismo 'intervenido' por los estadunidenses, que rompió con el de los patriotas que lucharon por la independencia; con un acendrado anticomunismo como envoltorio ideológico".

Cuando tras la victoria fidelista la mayoría de los pastores protestantes emigraron a Miami, él se quedó "agarrado de la brocha". Al no tener literatura religiosa, "tuvimos que empezar a leer la Biblia". No fue tarea fácil, en los tiempos en que la isla "estaba influida por un marxismo-leninismo y un ateísmo científico importado de la Unión Soviética". En corto, dice a La Jornada que figuras de la teología de la liberación, como Sergio Méndez Arceo, séptimo obispo de Cuernavaca, ayudaron al "desbloqueo mental" de la revolución y sus dirigentes, en particular Fidel Castro, con quien el clérigo mexicano mantuvo un diálogo fluido.

Miembro del Parlamento cubano desde 1993, el pastor Suárez fue el único representante que hace unos años se opuso, delante de Fidel y Raúl Castro, a la pena de muerte. Su palabra fue escuchada y sobrevino una moratoria que duró hasta las ejecuciones sumarias de tres secuestradores pocos meses atrás, en el contexto de una "ofensiva desestabilizadora" articulada por el representante de la oficina de intereses de Estados Unidos en la isla. "Cuba necesita cambios, sí", dice Suárez, pero dentro del espíritu de la revolución. La respuesta "no es el consumismo del norte ni la miseria del sur. Sin sacralizar ni idealizar la Revolución Cubana, sigo creyendo en Cuba como alternativa al capitalismo. La revolución no es perfecta. Se trata de construir un nuevo proyecto socialista como alternativo al viejo mundo socialista". (CARLOS FAZIO)

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