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E C O N O M I A
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México D.F. Domingo 10 de agosto de 2003

José Antonio Rojas Nieto

La canícula de la energía

En unos días más termina la época más calurosa del año, la llamada canícula en referencia a la constelación del Can Mayor, cuya brillante estrella Sirio se ve con mayor claridad en este periodo. En este contexto se reaviva el caluroso debate y la intensa polémica de lo energético. Lo confirman dos intervenciones gubernamentales de esta semana, la del secretario de Gobernación y la del director de Petróleos Mexicanos (Pemex). El primero ratificó la intención de impulsar nuevamente los cambios en materia de electricidad. Y, el segundo, la urgencia de un nuevo esquema financiero y fiscal para la paraestatal.

En ambos casos la propuesta es la misma: promover la libre participación privada, nacional y extranjera. Signos de los tiempos, aseguran. Reforma eléctrica y contratos de servicios múltiples son punta de lanza para modificar a fondo el artículo 27 de la Constitución. Y también el 25 y el 28. Pero, ni siquiera se ha profundizado en serio en las transformaciones que se desean. Ni se ha formulado con lealtad la verdadera razón de las urgencias. šQuién sabe qué compromisos contrajo el actual gobierno, que lo llevan a modificar de fondo la Constitución! šQuién sabe!

Y esto resulta evidente cuando se ve, por ejemplo, que en el caso de la reforma eléctrica ni siquiera se ha intentado reformular un proyecto cuyas características conducen no sólo a un cambio drástico de nuestra vida económica y social, sino al fracaso. Así lo siguen mostrando diversas experiencias internacionales sustentadas en la misma concepción que se invoca para transformar el 27 constitucional. Por eso no se puede creer en ese diálogo abierto y coherente del que habla Santiago Creel, que exigiría, al menos, el reconocimiento de esos fracasos. Pero también el que, pese a sus limitaciones, la Comisión Federal de Electricidad es una empresa exitosa, con personal de primera, que está en condiciones de establecer compromisos con la sociedad para mejorar su eficiencia, abatir sus costos y abrir una nueva etapa del servicio público de electricidad. Y para ello, por cierto, ni siquiera sería necesario eliminar la participación privada que -con base en ordenamientos legales todavía hoy polémicos y debatidos- ya representa 16 por ciento de la producción de electricidad destinada al servicio publico (sin contar autoabastecimiento y electricidad para exportación), y que en unos años más alcanzará 25 por ciento. Y si las dificultades de la reforma en el Reino Unido, o los problemas que enfrenta la apertura eléctrica en la Unión Europea o el fracaso de la desregulación en California no fueran suficientes para meditar el asunto con más cuidado, esta creciente participación privada en nuestro sistema eléctrico por sí misma exigiría mayor atención para evitar que estos inversionistas privados puedan estar en condiciones de amenazar no sólo la continuidad del servicio, sino de manipular precios, como lo pretenden hacer siempre y en todos lados.

Y en el caso de los recursos para el fortalecimiento productivo de Pemex tampoco se indican las causas radicales de su debilidad financiera, la dramática sangría fiscal cuya superación sólo será posible a través de una reforma de fondo que para ser así -de fondo- tendría que ser gradual y paulatina. Y no faltan recomendaciones de especialistas para ello: 1) combatir en serio la evasión y ampliar al máximo la base de contribuyentes; 2) someter con rigurosidad a quienes medran y controlan la economía informal o subterránea, que no son, precisamente, los vendedores de la calle; 3) gravar las ganancias de todos los empresarios, que si bien pagan buena parte (que no todo) de los impuestos que corresponden a sus sueldos y compensaciones no lo hacen con los ingresos que se derivan de las utilidades de sus inversiones; 4) exigir impuestos a las operaciones de cambio de propiedad de las empresas en las que, indudablemente, se ponen en juego ganancias jugosísimas, como lo demuestra la millonaria transacción reciente de uno de los bancos más importantes del país; 5) gravar adecuadamente las ganancias bursátiles y financieras, como en los países en desarrollo; 6) finalmente, simplificar y abatir al máximo los costos de captación y administración tributarias. En 25 años del Pemex exportador de crudo no ha habido ninguna experiencia seria -ninguna- de cambio fiscal. ƑPor qué? Porque políticamente ha resultado más cómodo seguir aprovechando (y empobreciendo) los fértiles yacimientos de la sonda de Campeche, de Chiapas, de Tabasco, de Tamaulipas, de Veracruz, los que nada más del año 1978 a 2002 nos han regalado no menos de 320 mil millones de dólares actuales en impuestos directos. ƑQuién se atreve a hablar de coherencia a este respecto? ƑQuién?

Sí, efectivamente los proyectos de reforma eléctrica y reforma fiscal son vitales para nuestro desarrollo próximo. Pero no necesariamente por las razones y en los términos formulados por los personeros gubernamentales. šDe verdad que no!

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