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México D.F. Jueves 17 de julio de 2003

Olga Harmony

Demonios

El Teatro Línea de Sombra es una de las agrupaciones más sólidas con que cuenta la escena mexicana y una de las pocas que tiene un repertorio -así sea de sólo tres escenificaciones, pero que en nuestro ambiente es mucho- a 10 años de su fundación en Monterrey y ahora con sede en la ciudad de México. El grupo dirigido por Jorge A. Vargas cuenta con sede propia en la que ofrecen diversos cursos y asesorías de teatro corporal, el diplomado de teatro del cuerpo, y organiza cada año en Querétaro el encuentro internacional de Teatro del Cuerpo, coordinadas estas dos actividades por Alicia Laguna. Es mucho lo que se puede decir de esta compañía (que entre otras cosas trajo a nuestro país a Yoshi Oida) y de este director al que en lo personal he tratado de seguir desde que vi hace años en una Muestra Nacional de Teatro, con sede en su ciudad, el montaje de Niño y bandido.

No todas los escenificaciones de Línea de Sombra se basan en la expresión corporal y ya le hemos visto algunas que se fincan también en la palabra. Este es el caso de Demonios, del autor sueco Lars Norén, de quien ya había presentado Munich-Atenas. Este nuevo texto que se nos ofrece no tiene las sutilezas del anterior ni de ninguno que le hayamos visto a Vargas, aunque ese subtítulo, ignoro si del autor o el director, de olvidado pero no perdonado, nos muestra algunos entresijos por donde se le puede dar la vuelta. En otras palabras, lo que lo salva de ser una réplica de ƑQuién teme a Virginia Woolf? de Albee en Suecia y más de 40 años después, es el enfoque que autor o director, o ambos, dan a los dos actos visualmente tan diferentes. La crisis del matrimonio es un tema tan añejo, que Norén no puede ya sorprendernos como hace muchos años lo hizo Albee y por otra parte ya resulta un tanto hartante esa concepción de que no hay amor en la pareja, no existen ángulos positivos en el ser humano.

En la primera parte, el sofisticado departamento de Frank y Katarina es visto en escena pero también los rincones de las habitaciones tras las tres puertas que dan a la estancia y el corredor a la puerta exterior pueden ser atisbados por seis televisores fijos en lo alto con videos que no siempre se corresponden, deliberadamente, con la acción, debidos a Lavandería Producciones. La impresión de voyeurismo se acentúa por la larga ducha que Katarina toma desnuda sin recatarse a nuestra mirada. Pero ya antes hubo una metáfora, la de la paloma -ese animalito símbolo del amor y la paz- que regresa enorme y amenazante, metáfora que es retomada al final y que rompe con toda posibilidad de realismo, al igual que la asincronía de los videos. La escenografía de Edita Rzewska en la segunda parte se ha transformado en espacios contaminados, puertas y ventanas desaparecidas, con sólo columnas y algún indicio de lo que fuera cada habitación, casi surrealista. Y es en esa parte en donde caben los sueños pecaminosos y las pesadillas, el mundo subterráneo de los deseos inconfesados y las rupturas que no lo son. Y gracias a esto, cualquier similitud con Albee es inexistente.

Vargas realiza su diseño escénico contrastando casi siempre parlamentos con actitudes corporales de sus actores. Durante la escena primera entre Frank y Katarina, el hombre realiza una serie de actos banales de acomodo de sus compras mientras alterna datos de la cremación de su madre con crueles comentarios acerca de su compañera, que apenas reacciona.

En principio pensamos que la actitud de la actriz es deliberada, pero a lo largo de la representación percibimos una extraña atonía actoral en Alicia Laguna, que desdibuja por completo a su personaje. Sabemos que es una empeñosa y trabajadora actriz, alma de muchos movimientos de su grupo, pero en este caso, por lo menos la noche del estreno al que asistí, parecía dar sus líneas y realizar los movimientos marcados sin matices ni transiciones. La larga primera escena entre ella y el excelente Arturo Ríos no contiene ninguna tensión -quizá se nos quiso dar la cansina repetición de lo mismo- y es con la entrada de Laura Almela en donde sube nuestro interés, gracias a las dotes de esta cada vez mejor actriz. El cuarteto está completado por Mauricio Jiménez, está vez como actor, en un papel muy diferente del natural del que hasta ahora hemos conocido como director y que interpreta de manera muy convincente.

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