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México D.F. Jueves 17 de julio de 2003

Concluyó la exposición de dibujos y manuscritos del artista en el Museo del Louvre

Da Vinci provocó tumultos en París

PABLO ESPINOSA ENVIADO

Paris. Se escuchan crujir los huesos, se dejan sentir las epidermis. Colgados de las paredes, de algunos dibujos de regular tamaño nace una música de lanzas contra escudos, mazos contra metal en pecho, cascos de caballo haciendo pequeñas explosiones de sonido contra el polvo. El dibujo es a lápiz al carbón, pero la sangre tiene un tono terrorífico que halla su eco en el gesto del herido y en la saña del verdugo.

De repente, ese estruendo de cuadros de una exposición se acalla con un cacareo aún más estrepitoso, molesto: un coro de guías de turistas que se empeñan en narrar a grupos de embobados no se sabe si por el genio del autor de la obra expuesta o por la cantinela de la recitación de las guías, cosas tan obvias a la manera como los ''animadores" o bien ''narradores" (o como se les llame a los que antes eran locutores) de los partidos de futbol por televisión.

Vean, les dicen las guías de turistas a los espectadores de los cuadros de la exposición, la fuerza expresiva de este cuadro, observen los matices de este dibujo, distingan este cuadro del anterior. Chequen, les dicen los desanimadores del futbol por la pantalla chica a los espectadores caguama en mano en cualquier parte, cómo le pega al balón, liquen cómo pica el esférico antes de abandonar la cancha, califiquen la honda orfandad del árbitro. Como si quien asiste a una exposición entrara a una tienda departamental o quien ve por televisión fuera más lento mentalmente que el ''experto" tras el micrófono.

Los guías, una plaga

Como por arte de magia, de repente, el cacareo en francés de las guías de turistas desaparece tras los pasos atropellados de bisonte de las hordas de turistas que pagaron unos buenos euros para que les narren el partido. Quedan, nuevamente, frente a frente el espectador y las obras, las frentes de los alelados por tanta belleza y la belleza de las frentes de las madonas que dibujó desde niño uno de los hombres más sabios, más profundos y más inmortales entre los mortales, el disléxico don Leonardo da Vinci.

En el mismísimo Museo del Louvre es donde acontece este milagro de la reproducción de los cuadros y de las multitudes. El mero anuncio en el Pariscope no tiene desperdicio: debido a que se trata deleonardo_ok2 una exposición sumamente espectacular -advierte- se prevén visitas tumultuarias bastante incómodas, no se sorprendan -bromean los colegas del Pariscope- si ven o sufren pisotones y codazos. De lo que no avisan es de una verdadera plaga: las guías de la exposición.

Un fragmento del paraíso

En todo museo que se respete hay visitas guiadas. Pero éstas se programan y no se realizan a costa de quienes prefieren que no les cuenten el partido, de quienes optan por asombrarse sin que les digan cómo. ''Observen -dice una guía de la exposición- cómo el autor muestra en este dibujo una tremenda tensión". Si uno por curiosidad se asoma entre esa cabeza de medusa (cabeza de 10, 20, 30 cabezas) que forma el pequeño ejército que pastorea la guía, verá que está en trance de ''explicarles" nada menos que La lutte pour l'etendard de la Bataille d'Anghiari, óleo anónimo del siglo XVI retocado por Pedro Pablo Rubens a partir de una obra de Da Vinci. Pa'su, qué tal si no les advierten de la ''tremenda tensión" que hay en ese cuadro. Como cuando Ronaldinho es derribado a fuer de un hachazo con los tacos boca arriba por tremebundo fortachón en plena área chica y en plena jeta del árbitro, y el ''animador" en el monitor de la televisión nos dice: ''observen la dialéctica orfandad del árbitro".

El hecho es que si el mortal logró no hacer caso del tracatraca, del cocoricó, del ayjarayay, de las versiones en franchute del muy mexicanísimo uyuyuy, es decir si el visitante a la exposición Léonard de Vinci. Dessins et manuscrits en el Museo del Louvre realizó la hazaña de no escuchar el coro de las guías de turistas, ni a los turistas que se amontonan en torno de cuadros tan chiquitos -dicen ellos- que ni siquiera pueden ver, y en cambio pudo oír el estruendo del lápiz sobre el papel preparado por el disléxico mayor don Leonardo, entonces tuvo un fragmento del paraíso en esa gloriosa exposición que llegó a su fin el 14 de julio, apagó sus luces en la ciudad, luces para ir a prenderlas donde quiera que las personas viajen.

Cuán hermosa es la dislexia de Da Vinci, caracho.

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