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E D I T O R I A L
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México D.F. Sábado 12 de julio de 2003

 


MENTIRAS PARA CUBRIR FALSEDADES

sol-2El director de la Agencia Central de Inteligencia estadunidense (CIA), George Tenet, salió al paso de los muchos que acusan a George W. Bush de haber mentido para lanzar la invasión de Irak, y declaró que fue la CIA la que indujo a error al mandatario, con datos ambiguos y no confirmados. Hay que recordar al respecto que Tenet, poco antes de la agresión a Irak, había tratado de asustar a los congresistas diciéndoles que Irak podía bombardear Israel con sus cohetes Scud... que jamás se utilizaron, porque no existían. Como por profesión y por vocación es mentiroso, ahora miente para tratar de cubrir y justificar las mentiras presidenciales, porque éstas -muy burdas, por cierto- fueron descubiertas casi de inmediato. Por su parte, la responsable de Seguridad Nacional, Condoleezza Rice, declaró muy seria que el presidente George W. Bush jamás miente a sabiendas. De este modo, e involuntariamente, confirma, tal como lo hace el espía número uno, George Tenet, que el presidente miente a menudo, porque ignora todo de la política, y hasta de la geografía, de los países sobre los cuales habla, porque tiene una gran superficialidad que le impide dudar de datos demasiado fáciles de obtener o le impide pensar en confirmar su veracidad, o miente porque su ceguera ideológica lo lleva a creer reales los fantasmas que sus asesores y él mismo fabrican como espantapájaros para los demás. No sería además el primer caso: durante la guerra fría un secretario de Estado, Harriman, furibundo anticomunista, se arrojó desde un rascacielos gritando "¡Ahí vienen los rusos!", porque creía que los tanques soviéticos estaban en Nueva York...

Pero la mentira con la que la CIA intenta justificar las mentiras de Bush crea nuevos problemas. En primer lugar, si Bush no es deliberadamente mentiroso, entonces es un crédulo y un tonto de paladar grueso que puede tragarse cualquier información falsa de sus subordinados, y todo su gabinete es tan incapaz como él. Queda en pie que, con tal de invadir Irak, y de arrancar el apoyo del pueblo estadunidense, del Congreso de ese país y, como intentó hacerlo, del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y de los países aliados hasta entonces con Estados Unidos, el presidente Bush y su gobierno necesitaban argumentos, y si no existían, los falsificaban o no eran demasiado exigentes sobre la credibilidad de los informes y de los informantes. Lo cual plantea que la primera potencia militar del mundo podría ir a la guerra intoxicada por los informes falsos de un grupo de ineptos o de provocadores que podría manipular a políticos sin escrúpulos deseosos de que justifiquen una guerra que ya decidieron pero no saben cómo iniciar. Es evidente que la CIA manipuló documentos respondiendo a la voluntad belicista de la Casa Blanca y, de este modo, conspiró contra la legalidad, contra el Congreso, contra el pueblo mismo. Porque con motivo de la invasión de Irak se dictó la ley patriótica, que redujo drásticamente los derechos democráticos de los ciudadanos e instauró el libre arbitrio de los órganos de represión. Y con motivo de la invasión provocada por los informes falsificados murieron decenas de miles de iraquíes y están muriendo decenas de soldados estadunidenses que ocupan Irak y los ciudadanos estadunidenses pagan el doble de lo presupuestado (3 mil 900 millones de dólares mensuales) por una ocupación que el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, otro mentiroso, decía que sería corta y ahora asevera que no se sabe cuánto durará.

Bush lucha por su relección en un periodo electoral que coincide con una recesión en Estados Unidos y con la guerra permanente en Medio Oriente. Ahora aparece que la ola de patriotismo que lo legitimó fue provocada con mentiras y que los gobiernos británico y estadunidense intentaron engañar a sus pueblos y al mundo. Y que Bush, en particular, lo logró aprovechando la ignorancia política, la estrechez provinciana y el patrioterismo de gran cantidad de sus compatriotas y de los políticos de su país. Aunque la CIA cumpla entonces con su papel de guardaespaldas y asuma la responsabilidad de las mentiras tan necesarias para los belicistas, productores de armamentos y petroleros que dirigen el establishment estadunidense tratando de salvar a Bush, el escándalo no podrá ser detenido y está apenas en sus primeros pasos. Ahora, tanto Rice como Tenet deberían renunciar de inmediato, por incapaces, y Bush debería ofrecer excusas al Consejo de Seguridad de la ONU, a Francia, Alemania, Rusia, China y al mundo entero por haber invadido un país soberano a pesar de todo y de todos y sin ninguna justificación, y debería retirar las tropas de Irak. Pero la característica de los mentirosos es su incoherencia y su tendencia a cubrir sus mentiras con nuevas falsedades. Corresponde pues al resto del mundo obligar a la Casa Blanca a que asuma su responsabilidad y ayudar al pueblo estadunidense a evitar, como la peste, la relección de la camarilla de amigos de los falsarios de Enron y de fabricantes de falsos para hacer la guerra.
 

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