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México D.F. Martes 8 de julio de 2003

Teresa del Conde

"Estaciones" de Francisco Castro Leñero

Más que aludir a los cuatro periodos en los que se divide el año, parece que el título de la muestra inaugurada el 1Ɔ de julio en la Galería Metropolitana (Medellín 28) de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) se refiere al estado actual de una cosa: por ejemplo, hay estaciones verticales o diagonales. Estaciones son también, como de sobra se sabe, los sitios en los que va parando el ferrocarril.

En Roma, la Stazione Termini inauguró un estilo altamente avanzado en 1950 y la menciono porque la estética de los arquitectos Monturi y Vitelozzi es afín a las construcciones del pintor Francisco Castro Leñero. Pero no sólo eso, sus trayectos reticulares pueden ponerse en relación con esa construcción ferroviaria y con las vías del tren y sus entrecruces.

Muchas de las piezas que ahora pueden observarse en esa galería, muy remozada para este propósito, no se habían exhibido antes y eso justifica, pero no del todo, la saturación del espacio que es generoso, pero sin la suficiente amplitud para contener desahogadamente las obras. Máxime si tenemos en cuenta que se exhibe el enorme tríptico que el pintor realizó ex profeso para la celebración conmemorativa del Museo del Chopo. Me parece que esta obra ofrece un contrapunto atinado tipo rough con todas las demás, de acabado cuidadoso. El contrapunto es interesante, pero el tríptico se llevó demasiado espacio pese a las buenas intenciones y acciones del museógrafo y curador Benjamín Díaz.

En la primera sección se congregaron los cuadros en los que hace incursión protagónica un color que antes era ajeno a ese pintor: en efecto, el azul cerúleo (no añil, como alguien dijo por allí), tal vez resultó excesivo y un poco empalagoso en la zona a la que me refiero. La mejor pieza de ese conjunto es Desplazamiento y mi predilección coincidió con la de uno de los cinco asistentes abocados, conmigo, a realizar una especie de test perceptivo. La pintura abstracta de raíz geométrica se presta mucho para ello, pero para calibrarla debidamente hay que deslindarla de lo que tiene demasiado cerca. Debido al gusto que la referida pieza produjo, voy a describirla, pero antes diré que las obras de Francisco Castro Leñero rarísima vez son cuadradas, aunque parezcan serlo.

El formato de Desplazamiento es de 120 x100 y hay en ella un cuadrado perfecto incrustado (virtualmente) en el soporte. Este cuadrado deja libre una banda angosta de aproximadamente 2 cm al lado izquierdo, mientras otra más gruesa corre en la parte inferior en sentido horizontal. Las dos bandas están pintadas uniformemente del mismo color neutro, muy claro, sin llegar a ser blanco. Tal tono sirve para calibrar dos distintos tipos de ''blanco" (ninguno es realmente blanco) igual que como acontece con el famoso cuadrado blanco sobre blanco de Malevich.

Las dos áreas realmente casi blancas, divididas en sentido vertical por la banda azul cerúleo generan el contraste con el tono ''blancuzco" que actúa como soporte. La tira azul ocupa una quinta parte del espacio total del cuadrado incrustado. Su límite derecho lo divide exactamente a la mitad. Esa mitad y la zona izquierda también blanca quedan divididas por el espacio azul. El ancho de estos espacios longitudinales está en relación directa con el buen efecto que produce una pintura que sólo aparentemente es muy sencilla.

Los ligeros desfases en las estructuras geométricas que este pintor ha venido practicando a lo largo de varios años, se constituyen, como aquí sucede, en el ''tema" por antonomasia de muchas de sus composiciones y resultan interesantes de observar. Más aún si se comparan con obras de otros autores en las que el pattern geométrico prevalece, como pudieran ser las de Sean Scully o las de la pintora francesa Genevieve, que pertenece al establo de la Galería Claude Bernard.

Líneas antes hablé de un test. Resulta pretencioso denominar así a un simple juego de opiniones generadas por las cinco personas que nos propusimos observar con detenimiento la exposición, pese a la numerosa concurrencia. El consenso unánime se lo llevó Azul central, que de primer envite obedece a una muy engañosa simetría de carácter casi especular. El gusto que provocó esta pieza obedece, quizá, a que el efecto reticular está matizado por las manchas y trazos irregulares.

Otra de las obras predilectas (ya exhibida antes, o bien yo ya la conocía) es un homenaje a Kandinsky: Punto y línea (95 x300) que posee fuertes resonancias musicales. Juego de sombras segunda versión (190x150) fue otra de las pinturas predilectas. Excepto una pieza, todas las demás fueron realizadas en el nuevo milenio de 2001 a 2003. La UAM publicó un catálogo muy aceptable sobre esta exposición que incluye dos textos: uno de Luis Ignacio Sáenz arroja luces sobre el pintor; el otro, corresponde al poeta Francisco Hernández y está concebido a modo de aforismos.

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