Ojarasca 74  junio 2003


 

El movimiento indígena mexicano ha vuelto relevante un hecho cultural, demográfico y geográfico antes desdeñado por el poder político, los medios de comunicación y la conciencia social colectiva: la población indígena de nuestro país es la más grande de toda América. Y pese a las contradicciones y limitaciones de algunas de sus organizaciones, los pueblos mexicanos son los que poseen mayor claridad y consenso en sus demandas. Sólo la extraordinaria experiencia política de los pueblos ecuatorianos resulta comparable al fenómeno (y aún eso con profundas diferencias: Allá quieren ser, y son de momento, parte del gobierno nacional. Aquí luchan porque el gobierno nacional les obedezca, es decir los escuche, si es que deveras aspira a ganar alguna legitimidad ante los pueblos "de hombres verdaderos").

Tras las leyes premodernas que pasa el Congreso en materia de pueblos indios y las erráticas políticas del gobierno federal, uno se sorprende de que los legisladores, el Ejecutivo y otros Funcionarios De Primer Nivel hablen del tema como si revelaran algo más que su patética falta de sensibilidad, entendimiento y respeto. Imaginan haber al fin entendido lo que pasa, cuando en realidad ya pasó lo que estaban entendiendo. Si algo.

La febrícula electoral (pero eso sí, qué tal cuesta) fugaz y próximamente pasada (y a barrer), ha desnudado por completo a los partidos políticos, grandes y pequeños, "tradicionales" y "nuevos". No poseen consistencia ni credibilidad, y a la gente real no le importan. El espectáculo de dispendio en campañas que sólo existen para los partidos mismos (sus correas de transmisión corporativa, cuando las tienen, y el mercado de imagen de los gesticuladores, que en cuanto llegan al Congreso se convierten sistemáticamente en cómplices o comparsas de la política neoliberal y el reblandecimiento de nuestra soberanía).

Los candidatos que resulten electos, ¿acaso imaginan que los pueblos esperan algo de ellos, que no sean votaciones como la que traicionó los Acuerdos de San Andrés en 2001, o la reciente ley que liquida formalmente al ya más que muerto Instituto Nacional Indigenista? (Esto, después de "dejar" el cascarón vacío durante un par de años a directivos indígenas, y arrebatárselos casi que sin darles las gracias para crear una Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas que pretende poner el manejo público de las comunidades en manos de un puñado selecto de secretarios de Estado, lo cual formaliza precisamente lo contrario de lo que demandan los pueblos indios de todo México). No sólo les niegan el derecho a gobernarse; también les intentan apretar el yugo y el control. Otra vuelta de tuerca de la militarización y nuevas facilidades para soltar jaurías antimotines y hacer de los derechos humanos motivo de escarnio.

El estado de Oaxaca es alarmante. El gobierno de José Murat conduce la situación a un estado de shock, con la irresponsable pretensión de "administrar" el descontrol y la división de los pueblos. Cunden las muertes "confusas", las amenazas y hostigamientos; crece el número de presos políticos perseguidos por delitos que no cometieron. El territorio oaxaqueño rebosa focos rojos: Unión Hidalgo, Quetzaltepec Mixe, Amoltepec, San Isidro Yosutato, San Isidro Vista Hermosa, Xoxocotán, Eloxochitlán, Santa María Yaviche, Santa Cruz Huatulco, Plan de Zaragoza, los Chimalapas, etcétera. Un caso más, el de San Isidro Aloapam, fue considerado "grave" por el Congreso Nacional Indígena apenas la semana pasada; allí, "la población padece secuestros, lesiones, detenciones arbitrarias, encarcelamientos y múltiples acusaciones por defender su territorio y recursos naturales".

¿Dónde hemos oído eso antes? ¿En las montañas del Veracruz de Miguel Alemán, o en la costa y la sierra del Guerrero de René Juárez Cisneros (pues quién dijo que el PRI ya se fue)? ¿O lo oímos en el Yucatán del ignorante y corrupto junior panista Patricio Patrón Laviada, en el Zacatecas del perredista Ricardo Monreal, ya no digamos en el Chiapas "de" Pablo Salazar Mendiguchía, donde la guerra continua demuestra que la Federación ejerce un gobierno militar de facto en todos los territorios indígenas?

Pero el presidente Fox y su fantástica consorte parecen vivir en otro país. Uno donde pueden vestirse como si nada de huichol nayarita para echar a andar un vasto proyecto de aniquilación ambiental y poblacional. La presa El Cajón es el primer paso para borrar del mapa en pocos años a los pueblos huicholes de Nayarit y Jalisco en nombre de la electricidad, el agua de exportación y un porvenir de agroindustrias y millones de vacas.

Volviendo al principio, ¿acaso saben los gobernantes con quienes están tratando? ¿A quién creen verle la cara con su discurso amigable, encubridor de leyes pa'trás, despojos y represión expedita bajo las coartadas de La Ley y El Derecho?

¿Creen los foxistas y sus compañeros de viaje estar ganando tiempo? ¿Los priístas esperan cosechar ganancia y no tempestad de las aguas revueltas de Oaxaca, Guerrero, Chiapas? Los diputados y senadores ¿deveras se consideran representativos de esos pueblos para quienes no hacen otra cosa que pavimentarles la retirada?

Sólo que los indios cada día son más y se dejan menos. Su autonomía crece en los hechos, a contrapelo de la contrainsurgencia y los grandes despojos "legales" (de Montes Azules a los bosques de Chihuahua). Por eso se criminaliza en la Montaña guerrerense a los amuzgos, tlapanecos, mixtecos y nahuas; a las organizaciones en las sierras Mixe, Mixteca y Mazateca; en el gigante dormido de las Huastecas.

Qué decir de los estados de México, Puebla e Hidalgo, donde reina otra tercia de gobernadores priístas, totalmente entregados a la estrategia neoliberal de maquiladoras y remate de los recursos naturales. Para Arturo Montiel, Melquiades Morales y Manuel Ángel Nuñez, la expulsión migratoria de campesinos indígenas es, como para Murat, Juárez Cisneros y Alemán, una aliada insuperable. Los indios, que se aguanten o se larguen.

Va de nuevo: ¿Deveras creen que las caritas ahuicholadas de Martha Sahagún y el guardarropa folklórico de Xóchitl Gálvez, o las buenas intenciones electorales de los partidos, cambian en algo los dos hechos encontrados que definen el momento?: Un Estado que niega derechos a los pueblos y acentúa el genocidio light. Y un fortalecimiento moral y político de los pueblos desagarrados, hartos de engaño, claros en sus demandas, y dotados mejor que nadie para darse gobierno.

En este contexto, no pudo resultar más irrelevante la gira por los alrededores de algunos "focos rojos" ("foquitos" dice Fox) del Relator para los Pueblos Indígenas de la ONU, el mexicano Rodolfo Stavenhagen. ¿A qué vino? ¿A constatar que el gobierno que lo colocó en el cargo dice una cosa, y los pueblos indios otra? ¿Que la guerra de Chiapas es preocupante, que la agresión institucionalizada en Oaxaca y Guerrero causan inquietud? Hombre, se pudo ahorrar la vuelta. Le hubiera bastado leer por Internet la prensa diaria.
 

La atonía institucional en la materia no va a ninguna parte, como no sean el ridículo o la represión desesperada. Son los pueblos indígenas los que están definiendo la ruta. Por eso mismo, el poder busca la manera de enfrentarlos y castigarlos; por eso mismo, todo indica que con nada conseguirá tronarlos.

umbral


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