La Jornada Semanal,  domingo 15 de junio  de 2003         432
(h)ojeadas
 PLAGIO DE INCERTIDUMBRES

ZARÍA ABREU

Elena Guiochíns,
Plagio de palabras,
Antologada en Nuevo Teatro 2,
Ediciones El Milagro,
México, 2002.
La identidad sexual
se adquiere, así que ten cuidado.
Elena Guiochíns


En un aeropuerto se conjugan cuatro vidas diferentes: la de Andrea, científica, lesbiana asumida, recién regresada de un posgrado en Alemania, que no tiene ni idea de qué hacer con el título; la de Tristana, pintora casada con un francés, insatisfecha de su vida matrimonial; la de Laura, soltera, sin mayor oficio que ser escritora de novelas rosa; y la de Ariel, joven que sufre de anorexia sexual, cineasta que se dedica a dirigir comerciales y telenovelas. A partir de ahí, un flashback imaginario, creado por Ariel, nos convoca a mirar y desentrañar a cada uno de los seres que habitan la sala de espera.

Lo que encontramos es un entramado poético-realista alrededor de las incertidumbres, los vacíos, los miedos, los complejos, las culpas, los odios y los amores de tres mujeres y un hombre.

El texto está lleno de interrogaciones bien planteadas, y pareciera armado más de preguntas que de respuestas. Un recorrido interior que se salva de lo psicologista y de lo anecdótico, tocando verdaderas emociones humanas. Con la dosis justa de humor y de terror, el patetismo abre paso a la ironía y al amor. Una muy humana visión de lo humano se nos presenta, una eterna búsqueda que es al mismo tiempo huida.

Ariel, espectador implicado, nos ayuda a recorrer los entramados amorosos y sexuales de estas tres mujeres, en las que convive una época baja en calorías con las crisis existenciales propias de la definición de la sexualidad. La trama podía parecer sencilla: una mujer casada inicia una relación amorosa con otra mujer y le confiesa su aventura a su mejor amiga, quien, precisamente, se plagia la historia y las palabras de su amiga para escribir una novela barata titulada Tu roce quema. Pero es a partir de este plagio que las tres mujeres descubrirán, guiadas por Ariel, artífice y narrador, sus incertidumbres y vacíos. Mientras tanto Ariel las observa, casi "las crea".

Bajo la premisa de que "nada existe, a menos que lo observemos", Elena Guiochíns emprende el viaje y nos convoca a transitar este inicio de milenio de desmadre cotidiano, aburridamente posmoderno, de relaciones amorosas que se despeñan unas sobre otras, sobreponiéndose e intrincándose en el vacío de este tan llevado y traído "buscarse a uno mismo".

Plagio de palabras no es una historia de amor y lesbianismo, es, más bien la historia del desamor esquizoide de este inicio de siglo. La historia de una búsqueda frenética de compañía que tiene como principal debilidad que se basa en una fuerza centrípeta: energía sobre uno mismo.

Un texto moderno sin duda; preocupaciones tan milenarias como el "ser o no ser" shakespeariano conviven, sin ser forzadas, con los talk shows, el amor por internet, los tamagochis y otra serie de ironías absurdas de nuestra posmodernidad. Resulta grato apreciar –sobre todo en estos tiempos, en que tantos de nuestros dramaturgos se aferran a gastadas fórmulas– una obra que se escribe a sí misma sobre su estructura, que reinventa las gráficas estudiando todas sus posibilidades.

Hay que acercarse a Plagio de palabras, reconocer la acertada búsqueda que establece a través de la dramaturgia; resulta grato, además, informar que esta obra ha sido ya traducida al inglés y al francés y que muy probablemente tenga la suerte de ser estrenada en Quebec muy pronto; dada la buena aceptación que ha encontrado en otros países. Démosle pues su justa dimensión dentro de la dramaturgia mexicana y dejémonos cautivar por su inteligente mirada sobre las relaciones interpersonales permeadas por el free.

Plagio de palabras logra robarnos nuestras incertidumbres, para exponérnoslas después con un poquito de burla, pero acaso también con mucha comprensión. Será tal vez esta comprensión la que plantea un final tan abierto para que nosotros decidamos el desenlace de la historia. Al fin y al cabo son nuestras incertidumbres robadas las que se nos han presentado y las que nos interrogan. Plagio de Palabras, no inventa un nuevo teatro (ahora que hay tantos presuntuosos por ahí intentándolo); tampoco se aferra a dogmas establecidos dentro del lenguaje teatral (ahora que hay tantos aferrados a repetir las recetas de cocina que les han funcionado a otros); logra algo mucho más valioso: se inventa a sí misma, inventa su teatro, el propio, y desde ahí nos habla asumiendo sus aciertos y desaciertos, sus plagios y sus propias incertidumbres.