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México D.F. Martes 10 de junio de 2003

José Blanco

Posneoliberalismo

Dice con razón el sociólogo brasileño Emir Sader, en La Jornada del pasado sábado, que "el tipo de sociedad que suceda al neoliberalismo es el gran tema".

Sader traza un panorama histórico adecuado del agotamiento del keynesianismo en el mundo desarrollado y del respectivo debilitamiento del proceso industrial por sustitución de importaciones en el entonces tercer mundo, en los años 70; repasa también la ulterior entronización del neoliberalismo con Thatcher y Reagan, y su posterior fracaso ideológico creciente, debido a sus perversos resultados sociales y económicos en casi todas partes.

El agotamiento del neoliberalismo, nos advierte, no representa su muerte. "Los mecanismos de mercado que ese modelo multiplicó siguen siendo tan o más fuertes que antes, condicionando y cooptando gobiernos y partidos, fuerzas sociales e intelectuales". Sin embargo, señala, hasta destacados neoliberales "han retomado concepciones más intervencionistas del Estado."

Sader aporta valiosos elementos para el debate, pero plantea mal su problema. Como para muchos otros analistas y estudiosos, en sus tesis neoliberalismo y globalización se confunden; son la misma cosa. "El neoliberalismo", dice Sader, "es un modelo hegemónico -no sólo una política económica, sino una concepción de política, un conjunto de valores mercantiles y una visión de las relaciones sociales- dentro del capitalismo." Su definición es correcta pero la globalización no es una política económica, no es tampoco una concepción política ni un conjunto de valores que formen parte de un plan hegemónico de Estados Unidos o de los países desarrollados en conjunto.

Hoy vivimos inmersos en una globalización donde predomina el neoliberalismo, pero ese hecho no tiene que ser así necesariamente. Liberalización financiera, o liberalización comercial indiscriminada, privatizaciones o desregulación, son parte del decálogo neoliberal del Consenso de Washington que refuerzan la globalización neoliberal, pero en esta expresión (globalización neoliberal) lo que es atribuible al sustantivo y al adjetivo son enteramente discernibles. Con ello no estoy diciendo que la globalización sea (necesariamente) "buena" y el neoliberalismo "malo". Podemos adoptar la definición de Sader sobre el neoliberalismo, mientras que la globalización -que está lejos de ser una situación omniabarcante- es el resultado acumulado de cuatro siglos de historia, un nuevo e ineludible periodo de la historia humana.

En la página siguiente a la del artículo de Sader, Lester Thurow dice: "en la izquierda se argumenta que la globalización crea desigualdad, pero no se acepta que la fuente de desigualdad no es el comercio o los flujos de inversión, sino la falta de conocimiento". Esta tesis ha sido probada infinidad de veces, y es un hecho que la desigualdad crece con mucho mayor rapidez en épocas de vertiginosa aceleración del conocimiento y del desarrollo tecnológico. Dani Rodrik, brillante joven economista neokeynesiano de Harvard, ha mostrado cómo en Estados Unidos la fortísima ampliación de las desigualdades en el abanico de salarios, y la caída de los salarios reales en las capas más bajas de los asalariados (los asalariados más pobres se han vuelto aún más pobres), se debe a tres factores: 1) la aceleración del desarrollo tecnológico; 2) la disminución de la sindicalización; 3) la competencia del comercio proveniente de países donde los salarios son más bajos que en Estados Unidos. De acuerdo con las estimaciones econométricas, este último factor es responsable de 20 por ciento de la explicación de esa caída salarial.

Thurow, de otra parte, pone ejemplos: "en China, mil 300 millones de personas han visto que aumenta su nivel de vida desde que ese país abrió su economía"; si la globalización desapareciera "el nivel de vida de los mexicanos caería fuertemente, por no poder vender sus productos a Estados Unidos". La globalización, dice Thurow con razón, "no aplasta a la gente, sino que la deja fuera" por su falta de conocimientos. Con más de la mitad de la población del mundo entre analfabetas y personas pobremente instruidas, la desigualdad sin remedio avanzará. "Esa es la fuente de la desigualdad que hay que eliminar." Es imposible que estas personas puedan desempeñar un trabajo complejo bien remunerado.

El neoliberalismo no eliminará esa fuente de desigualdad; ese es el punto. La globalización requiere ser impulsada mediante un proyecto multilateral para la recreación del Estado de bienestar por vía neokeynesiana, en el centro del cual debe estar un ambicioso proyecto educativo en todos los niveles, especialmente para los países no desarrollados.

Cuando el gorilato estadunidense actual pase a mejor vida, la agenda multilateral podría ocuparse de trabajar por la abolición de la ignorancia, si una amplia alianza de países pobres se lo propone. En México el obstáculo político mayor a un proyecto educativo de gran aliento se llama SNTE.

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