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México D.F. Domingo 25 de mayo de 2003

Carlos Bonfil

Autofocus

Pareciera una crónica más del libro Hollywood Babylon, de Kenneth Anger, el célebre recuento de historias escandalosas en Tinseltown publicado en los años 70. Pero en Autofocus, de Paul Schrader, el guionista Michael Gerbosi sólo se inspira en el libro de Robert Graysmith, The murder of Bob Crane, donde se explora la meteórica celebridad y la caída estrepitosa de un actor de televisión obsesionado por el sexo. Apenas sorprende el interés de Schrader, director de Gigoló americano y Mishima, guionista de Taxi driver y Toro salvaje, por esta historia de sordidez y desencanto radical. La cinta perturba, no por su manera gráfica de desmontar la compulsión sexual del personaje, sino por el distanciamiento y concisión con que el cineasta presenta a Bob Crane como un caso clínico, que en pocos años transforma su carisma irresistible en un patético perfil de maniático fracasado. Crane se inicia en la televisión (CBS) en 1965 y durante ocho años encarna al simpático coronel Hogan en la serie Hogan's heroes, parodia de un campo de prisioneros de guerra, bajo dominio nazi, un tanto inspirada en la cinta de Billy Wilder, Infierno en la tierra (Stalag 17), de 1953. Al finalizar la serie, Crane se ha construido ya una reputación de seductor promiscuo, lo que le cancela oportunidades laborales. Un fugaz Bob Crane show fracasa y su deslucida participación en cintas menores de Walt Disney termina precipitándolo en la mediocridad.

A Paul Schrader parece fascinarle el narcisismo del personaje, su voluntad de concentrar toda la atención circundante en su propio encanto (autofocus), en su solvencia profesional o en sus atributos viriles, a los que modestamente compara con la península de Florida. Esta atención coloca por fuerza fuera de foco a sus dos esposas, a sus múltiples conquistas y al compañero que parasitariamente le sigue los pasos, John Henry Carpenter (Willem Dafoe), triste Mefisto que abre para Bob Crane las puertas de orgías y fiestas swingers, a cambio de una muy improbable retribución afectiva. Schrader combina astutamente dos estilos en la ambientación y en la fotografía: la precisión en la evocación de manías y parafernalias de los años 60, con guiños paródicos, referencias de cinéfilo, luminosidad y desenfado, y un tono muy oscuro en el periodo final, los años del colapso profesional, cuando Carpenter y Crane, obsesionados por el registro visual de sus menguadas proezas sexuales, comparten una triste rutina de onanismo frente al material grabado. En esta segunda parte, los movimientos de cámara se tornan nerviosos, reflejo de ansiedad y anticipación de lo trágico; de igual modo, la pista sonora se vuelve lacónica y opresiva, casi un tributo al Bernard Hermann de Taxi driver. A Crane lo interpreta con brío el Greg Kinnear de Mejor.. imposible y La enfermera Betty, con registros de actuación siempre cambiantes y una caracterización imprevisible de una escena a otra. Willem Dafoe ensaya de nuevo sus malicias mefistofélicas de eXistenZ y El hombre araña, con un dominio total de su personaje, pretendido homosexual frustrado por la nula reciprocidad del ser deseado, presencia turbia que precipita la caída del ángel del espectáculo, hasta no reconocer, lejos de él, fuera de él, una salvación posible.

Desconcierta en Autofocus la total ausencia de propósitos y derroteros en Carpenter y Crane, esa amistad basada exclusivamente en el cultivo de sus obsesiones sexuales. La película no parece dirigirse a ningún puerto identificable, como la propia compulsión de su protagonista, y esta es su originalidad y su atractivo. El sexo aparece desligado por completo de cualquier plenitud erótica; no hay espacio para juegos de seducción y de deseo, sólo existe, en el caso de Bob Crane, su recurso a la celebridad como instrumento de conquista, su autismo sexual y su trágico sometimiento a la tiranía genital. En la dialéctica de poder que opone y reúne, irremediablemente, a Carpenter y a Crane, en su desprecio total hacia las mujeres que cortejan, y en su nihilismo teñido de fatalidad, se encuentran también las claves de esta parábola negra del mejor cine estadunidense.

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