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México D.F. Domingo 25 de mayo de 2003

En Berlín presentó Libelei, de Arthur Schnitzler; aquí montará Emilia Galotti

El teatro de primer nivel de Thalheimer vendrá a México

PABLO ESPINOSA ENVIADO

Berlin, 24 de mayo. El director alemán Michael Thalheimer dio a conocer en el contexto del Theatertreffen su más reciente producción, Libelei, de Arthur Schnitzler, en un ejercicio de estilo donde la filosofía de Schopenhauer, el cine de Bergman, los principios de Freud y la pintura de Paul Delvaux resultan referentes próximos a un discurso brutal y claro donde queda nítida, en esqueleto revestido de carne calcinada, la estructura humanizada de la desolación.

Michael Thalheimer viajará a México el próximo octubre para participar en el Festival Internacional Cervantino, que este año está dedicado a Alemania, y en el contexto de culturALE2003, que organiza el Instituto Goethe. En la ciudad de México y en Guanajuato mostrará un trabajo anterior, Emilia Galotti (La Jornada, 9 de mayo), de Gotthold Ephraim Lessing, donde podrán apreciarse las constantes que identifican el teatro de Thalheimer.

Esas constantes constituyen el nuevo ejercicio de estilo de este director alemán que junto con Frank Castorf, Christoph Marthaler, Thomas Ostermeier y Stephan Kimmig forman la pléyade de grandes directores del teatro alemán de ahora.

En su nuevo montaje, Libelei, Thalheimer recurre como es su estilo a un escenario vacío enmarcado en dos grandes muros paralelos que con el remate y el piso (en esta ocasión de mármol, mientras que en la obra que viajará a México, Emilia Galotti, se trata de una escenografía monumental de madera) forman una suerte de arca de Noé gigantesca, una nave perdida en el tiempo detenido, una forma de aislamiento propicia para las situaciones límite, materia prima cara a las ideas creativas de Thalheimer.

Si en Emilia Galotti este director tiene una piedra de toque referencial y reverencial en Gotthold Ephraim Lessing, clásico académico o tradicional, en el caso de Libelei -texto de otro clásico, Arthur Schnitzler, pero dotado éste de un pensamiento críptico y todavía más profundo, incluso incomprensible para profanos- la combinación resulta dinamita pura.

El grandioso escenario de mármol deviene entonces mausoleo, templo profanado, cripta gigantesca donde cuatro hombres y tres mujeres reptan, dan traspiés, se deslizan como sonámbulos activados por sus pulsiones, las más básicas y al mismo tiempo las más complicadas en la sociedad occidental: Eros y Thanatos.

Esos personajes/espectros deambulan en su marasmo de emociones en shock, en un naufragio de desamor y pérdida que los mantiene electrizados por el terror, la sonrisa congelada, la mueca beckettiana mientras todo sucede, Paul Delvaux revisitado, en el sueño de la duermevela, en la vigilia condenada al elemento dinamizado, Der Angst, que Henri Bergson puso en el microscopio y que Michael Thalheimer pone en el quirófano del teatro. Despiadado y catártico su bisturí.

El estilo de Thalheimer, harto identificable, luce sus mejores galas en esta puesta en escena: los actores hacen sus apariciones y sus mutis como en un desfile de modas, todos visten como maniquíes de Armani o de Versace, el escenario es un largo laberinto de una sola vía y los parlamentos son dichos en una secuencia minimalista, donde las repeticiones, los tartamudeos, los hipos verbales, los tics tartajeantes y los congelamientos icónicos y silábicos ponen los acentos donde quiere Thalheimer convertir el escenario al mismo tiempo telescopio que microscopio. El universo sicológico de Schniztler hace entonces erupción.

Las escenas de sexo se desarrollan con una brutalidad contenida a lo Bergman, como si fueran las escenas de un matrimonio observadas a través de un vidrio oscuro entre gritos y susurros en plena hora del lobo antes y después del séptimo sello. Los parlamentos se alargan, se acortan, se hacen flexibles y se contorsionan en sus sílabas dichas con prosodias algorítimicas. Algo rítmicas. Las miradas se crispan, las extremidades se desguanzan, los cuerpos se escuecen desollados en sus muchas maneras de tensionarse hasta romperse a base de preguntas esenciales: Wo? Was? Wie? Warum?

Eso, preguntas, las preguntas esenciales de la filosofía, los cuestionamientos brutales de la literatura de Arthur Schintzler, el amor como una ideología, los sentimientos brutalizados y puestos a punto de ebullición para ser observados, analizados, asimilados y vueltos a poner en arcilla y piel para otra vez llevarlos hasta el límite y nuevamente analizarlos. La apoteosis de las ideas. La alquimia del teatro. La obra de Arthur Schnitzler puesta en escena con genialidad por Michael Thalheimer, gran maestro del teatro alemán de hoy día.

Este teatro de primer nivel es el que podrá disfrutar el público mexicano en octubre, como parte de culturALE2003

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