Ojarasca 73  mayo 2003


 

No en los grandes discursos que ahogan las bocas de los políticos: nuestra soberanía está en lo pequeño, marginal si se quiere, en lo invisible (mas no intangible) de la Nación. No resulta descabellado afirmar que en esa zona "menor" del entramado que conocemos como México residen las consistencias que nos permitirán resistir.

Contra lo que quisieran allá en el poder (para quebrarla y desprestigiarla), tal "minoría" no adopta la identidad étnica como contenedor y bandera infranqueable, sino que la saca de los confinamientos, y no opone racismo al racismo prevaleciente; hace de su identidad algo nacional y generoso. El anciano wixárika que lleva sobre sus hombros y espalda el destino del mundo viviente, con la humildad y obediencia ancestral de un Atlas de Virikuta, no abriga revancha pese a que la Nación lleva siglos de anular a sus mayores, descabellándolos, arrinconándolos en serranías abruptas. Todavía a él y a sus hijos el poder les niega derecho a sus tierras, tradiciones y lengua, el derecho a ser ellos mismos. Las instituciones y las estadísticas del poder padecen la pobreza de no saberlos escuchar.

¿Sabes qué? dice el gobierno en bienbuena onda, ya te cerré el dichoso INI, ¿te acuerdas del INI? Inoperante, burocrático, clientelar, paternalista, ¿verdad? Ahora ya contamos con una mejor y más funcional ventanilla para que tramites tus asuntos y los recursos de tu liquidación. Pásale a lo barrido y saca tu ficha. No lo pienses más. Y ten para el camino tus dos-que-cinco pesotes y tu coca de litro y medio a mitad de precio, cortesía de la misma empresa que decoró tu escuela pública rural con el logo de las corcholatas y te puso tiendita con toda la chispa de la vida. ¿Biblioteca? No, mira, mejor te pintamos los tableros de la cancha de basquetbol. Con nuestro bonito logo.

De acuerdo al eximio ideario pripanista de hoy, lo que necesitan los pueblos indios es un fondo de retiro. Lástima que dichos pueblos no piensen en eso. A su modo campesino y pobre, llevan el pulso de nuestros rumbos. Viniendo de hasta abajo, así le hicieron para aguantar Jacinto Canek y María Sabina desde sus distintos modos de conciencia profunda. Eso anduvieron los zapatistas del sur hace un siglo, y eso andan hoy los zapatistas del sureste.

Todos cargan a México en la espalda y lo guardan en su corazón. ¿Y ahora, qué les van a quitar? ¿El petróleo, el desierto, la selva zoque de Chimalapas, la selva maya de Montes Azules, las gargantas del Usumacinta, la intensa variedad de los maíces milenarios?

Tarde y lento, domesticado por casi un siglo de PRI y corporativismo, el movimiento campesino, que también viene de abajo y es nacional, aún se traga las ruedas de molino, la manipulación de sus demandas. A diferencia de los que deploran impotentes que el campo ya no aguante más, los pueblos indios no aceptan acuerdos incompletos; al contrario, ante la ofensa legislativa que han padecido, y con el Ejército federal encima (Chiapas, Guerrero, Oaxaca), se fortalecen y aclaran más la conciencia.

¿Qué nuevo imperio podría sobrevivir a los hijos y nietos de nuestro anciano wixárika? ¿Por qué los poderes oficiales no obedecen a esa "minoría" que desoyen y desprecian, sin entender que en ella reside la nuez del cambio verdadero, el que quiere todo para todos, nada más?
 

Al negar las puertas, el poder hizo necesarias la resistencia de los pueblos y hasta la guerra para que sea digna la paz (lo opuesto a la militarización que les da). Ellos quieren justicia; democracia, no desvergüenza electorera ni despilfarro en publicidad, bonos y "compensaciones" donde medren partidos, candidatos de entrada y legisladores de salida: sus campañas, tamañas mañas. Cómo se nota que los señores políticos y las señoras estadísticas no imaginan siquiera lo que significa llevar deveras la nación sobre la espalda. Ya debieran.

umbral


regresa a portada