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México D.F. Domingo 18 de mayo de 2003

Néstor de Buen

La posguerra

Supongo que es un sentimiento general. Pero si no lo fuera es, por lo menos, mi propio sentimiento. Obviamente me refiero al cambio de actitud que se ha producido respecto de Estados Unidos -quizá será mejor decir del señor Bush y su glorioso equipo- y de la Gran Bretaña del antes carismático Blair.

El triunfo militar, si es que merece ese nombre, ha provocado un cambio en la conducta, antes crítica, de aquellos países que se opusieron en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a los afanes militares estadunidenses y que hoy empiezan a demostrar intentos, yo diría que convenencieros, de reanudar una relación económicamente importante. Los señores Chirac, Putin y Schroeder se muestran cada vez más propicios a entendimientos con los gloriosos vencedores de la guerra y a olvidar las atrocidades cometidas en contra de un pueblo: el de Irak. El señor Hussein no es más que un pretexto y un mal recuerdo.

Ayuda un poquito a esa nueva solidaridad, por una parte la conversión de Blair en mensajero celestial que busca la concordia con los antiguos pacifistas y, sin la menor duda, el incremento del terrorismo que en pocos días ha provocado no pocas muertes en Irán y en Chechenia, despertando solidaridades entre sí de los hoy conquistadores y de sus visitados opositores en el Consejo de Seguridad, a los que el señor Colin Powell (šqué grato era antes!) acude con el ánimo dispuesto para encontrar caminos comunes. Entre tanto, el nuevo emperador se viste de soldado (lo que no hizo, por cierto, cuando le tocaba de verdad en Vietnam) y dispone a su antojo de listas de malos a los que amenaza con todo y de todo.

Me ha llamado la atención la carta de renuncia de Clare Short a su cargo de ministra para la "Ayuda a los países en vías de desarrollo" en el gobierno de Blair. Le dice a don Antonio que le molesta que el gobierno británico no esté haciendo nada para restablecer la autoridad de la ONU (Ƒqué es eso?) y que esté apoyando a Estados Unidos "en su intento de forzar a la ONU para emitir una resolución que permita a la coalición establecer un gobierno y explotar el petróleo para la reconstrucción, relegando a la ONU a un rol menor". Y de paso se lamenta de que Gran Bretaña esté cometiendo graves errores apoyando los errores de Estados Unidos.

No puedo dejar de recordar las renuncias "por razones de salud" de nuestros secretarios de Estado. Como que la señora Short demostró que su apellido no refleja lo amplio de su valor civil. Sin poder, por supuesto, expresarlo de otro modo, como habría sido si la señora Short hubiera sido el señor Short.

Lo que fue una crítica mundial hoy se va esfumando. No ha dejado de influir que Bagdad haya caído prácticamente sin resistencia, cuando se pensaba en un nuevo Stalingrado. Lo único que detuvo realmente el avance de la coalición fue una tormenta de arena. La famosa Guardia Republicana de Hussein desapareció del mapa. Claro está que los misiles y los bombardeos de la aviación estadunidense demostraron ser bastante convincentes. Pero para la población civil, por supuesto.

Se afirma que nuestro gobierno opuso una fuerte resistencia en contra de la decisión estadunidense e inglesa de lanzarse a la guerra. Pero a mí me parece que el país que realmente lo hizo fue Chile. México no tuvo ni siquiera la oportunidad de pronunciarse. El ataque fue realizado antes de la votación final y la decisión del señor Fox nunca pudo manifestarse. Lo que no impide que papá Bush venga a México con pretextos comerciales para darle su regañadita al señor Fox por no haber sido explícito en su solidaridad con su "íntimo amigo", el presidente texano.

Quedan las dudas de si realmente el papel de Hussein, como antes el de Bin Laden, no fue preparado de antemano por su antiguo socio, George Walker Bush. Los estrechos vínculos comerciales y militares que tuvieron han conducido, sospechosamente, a la idea de que las cosas se manejaron en lo real en forma muy distinta de lo aparente. No me extrañaría que los dos supuestos enemigos mortales de Estados Unidos estén de vacaciones en alguna tranquila población estadunidense, sin barbas ni bigotes, y disfrutando de los beneficios de sus antiguas alianzas. Con la correspondiente tarjeta de residencia y no escasas inversiones productivas. Porque eso de que la inteligencia estadunidense no ha podido dar con ellos no se lo cree ni el señor Bush.

El mundo es un asco. A la ONU habría que enterrarla por inútil. Entre tanto, no estaría mal buscar un buen siquiatra que ponga en su lugar a los nuevos enajenados: Blair, Bush, Putin, Sharon y Berlusconi, y si le queda tiempo, al señor Aznar. Y como dice Umberto Eco, tal vez no estaría mal sustituir a la Estatua de la Libertad que Francia regaló a Estados Unidos por otra de la tal Condoleezza, con un misil en la mano para iluminar el mundo.

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