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México D.F. Domingo 18 de mayo de 2003

Jorge Carrillo Olea

El creciente sigilo de George W. Bush

George W. Bush continúa con su doble proyecto de erigir una verdadera muralla sobre las fronteras terrestres y marítimas de su país para blindar su territorio contra toda amenaza externa y constituirse amo planetario, legislador global, señor único de la verdad, la razón y el futuro del universo.

Para ello hacían falta acciones complementarias. En este caso, por lo pronto, mayor control sobre la información de inteligencia manejada por las diferentes agencias estadunidenses, que hasta hace realmente muy poco eran de acceso bastante amplio para académicos, periodistas, científicos, historiadores, investigadores, publicistas y, por supuesto, agencias de inteligencia extranjeras.

Como un componente natural del milenarismo de Bush, ampliamente demostrado en su confesada comunicación con Dios, su arrogancia, su intolerancia e irrespeto a toda norma de convivencia internacional, han empezado a hacerse evidentes sus determinaciones de acabar, o reducir en lo posible, una de las características de la democracia estadunidense: su libertad de acceso a la información y la amplia, aunque siempre relativa, transparencia de sus actos oficiales.

Son numerosas y diversas las evidencias. Se dio tiempo el 25 de marzo, en plena guerra, para oficializar calladamente, mediante la orden ejecutiva 13292, su decisión de endurecer la política de su gobierno respecto del acceso a la información.

Mediante un documento de aproximadamente 30 páginas dispuso:

1. Dar al gobierno el privilegio de mantener cerrada indefinidamente la información que considerara necesaria para preservar la seguridad nacional.

2. Otorgar por primera vez al vicepresidente facultades para clasificar (reservar) información.

3. Mantener en secreto todo el material producido por gobiernos extranjeros y enviado al estadunidense para su uso.

4. Aumentar las facultades de la CIA para preservar sus materiales como secretos.

5. Retardar la desclasificación de los archivos presidenciales que debieran abrirse automáticamente después de 25 años.

En lo que en México se llamaría exposición de motivos, Bush sostiene que "el progreso de nuestra nación depende del libre flujo de la información", y como un autócrata de cualquier parte del mundo, Bush detesta que alguien cuestione sus decisiones; por ello esconde las de alta sensibilidad con una retórica que las haga inaccesibles para quienes no leen con profundidad.

Para fortalecer la comprensión del alcance de esta orden, es útil destacar que es tal su efecto sobre las organizaciones y sistemas que manejan información de señalada sensibilidad, que se ha dado un plazo sin precedente de 180 días para su entrada en vigor, cuando lo usual son dos o tres. Tal es su peso y efecto sobre las estructuras de la administración Bush.

Un dato adicional sería cómo la CIA ha cambiado su relación de trabajo con el mundo científico, en este caso el de microbiólogos. Esta relación se basaba en reuniones de trabajo de amplísima libertad, donde las tormentas de ideas eran una forma habitual y productiva de trabajo con dicha comunidad, con quienes conjuntamente se trataba de avanzar en la investigación de agentes bacteriológicos susceptibles de ser utilizados con fines bélicos.

Estos científicos, completamente ajenos a cualquier agencia de inteligencia, encontraban en este método, con la mejor buena fe, una forma eficaz de avanzar en su trabajo y ser útiles a su país. Recientemente les fue anunciado que dichas reuniones tan abiertas serían sustituidas por un "breve sumario clasificado", expedido por la CIA.

Como respuesta puede tomarse la opinión de un académico de la Universidad de Stanford: "En el futuro, si queremos vincularnos con la (investigación para la) defensa ante una guerra bacteriológica, no podremos hacerlo como en el pasado con las armas nucleares."

Muy recientemente, Donald Rumsfeld, secretario de la Defensa, tuvo problemas ante la Comisión de Asignaciones Presupuestales del Senado, pues la instancia argumentó que la información que le estaba haciendo llegar el Departamento de Defensa era insuficiente para conocer los costos de la expedición a Irak, particularmente los del traslado de tropas y los de operaciones militares. El secretario evadió la respuesta.

Así, el pueblo estadunidense no está informado mediante sus legisladores sobre los costos de la guerra. No sólo de los costos económicos, sino del costo en vidas, en destrucción de infraestructura, o en destrucción del medio ambiente. Siguiendo el comportamiento actual de ese gobierno, dichos costos tal vez nunca se conocerán.

Todo esto está llevando a que algunos observadores empiecen a hablar de una "sociedad secreta" de características orwellianas (para decirlo con suavidad, porque habría otros apelativos), que se siente permanentemente observada y acosada sin saber por qué. Tal es el caso de Mike Hawash, palestino nacionalizado estadunidense que, sin acusación alguna, el mes pasado fue detenido en el estacionamiento de su trabajo y llevado a una prisión federal en Portland. El Departamento de Justicia dice que es un testigo, pero hasta el momento no ha sido capaz de decir de qué, qué tipo de información desea obtener de él o en busca de qué su casa fue cateada, todo ello con qué orden judicial, o para más, sin informar por cuánto tiempo piensan mantenerlo privado de su libertad.

ƑHa escuchado usted información sobre por qué permanecen en Guantánamo varios cientos de afganos sujetos a las condiciones de un campo de concentración, sin estar sometidos a ningún procedimiento judicial, después de ser capturados y expatriados contra todos los principios de distintas convenciones internacionales?

ƑCuántas manifestaciones nuevas de este milenarismo veremos en el futuro inmediato?

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