Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 25 de abril de 2003
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Editorial
 

BUSH: ADUEÑARSE DEL MUNDO

Por si alguien necesitara una confirmación de los designios de Estados Unidos de hacerse del control permanente de Irak -lo que implica el dominio de la posición estratégica de ese país y la posesión de sus recursos petroleros-, George W. Bush mismo se encargó de porporcionarla ayer, al declarar que las tropas que destruyeron la nación árabe permanecerán en ella por tiempo indefinido: dos años, o menos, o "quién sabe".

De esa forma, el presidente del país vecino reafirma lo que hasta ahora su gobierno negaba en forma sistemática: que la agresión militar contra Irak no tuvo nada que ver con el fortalecimiento de la seguridad nacional estadunidense, con el combate al terrorismo o con la promoción de la democracia y los derechos humanos, sino que se trató de una aventura colonialista como las del siglo antepasado y de la primera mitad del pasado.

La actitud de Estado evidenciada por Bush en su comentario a la NBC tiene otras expresiones, incluso más crudas, como la insolencia y la arrogancia con que los representantes de Washington ante la Comisión de Derechos Humanos de la ONU -Jeahne Kirkpatrick y Kevin E. Moley- se refirieron al secretario general del organismo, Kofi Annan, quien justificadamente había demandado a ingleses y estadunidenses que cumplan, en Irak con las obligaciones que la Convención de Ginebra establece para las potencias ocupantes, y había señalado, atinadamente, las graves consecuencias de "la decisión (angloestadunidense) de ir a la guerra sin autorización específica del Consejo de Seguridad". Moley manifestó que era "escandaloso que (Annan) nos llame la atención" y acusó al funcionario de cometer "una enorme falsificación de los hechos". El representante estadunidense olvidó, al parecer, que ha sido su jefe, el secretario de Estado, Colin Powell, quien ha tenido el descaro y el cinismo de exponer, en el máximo estrado de la ONU, falsificaciones y mentiras como "pruebas" de la posesión por Irak de armas de destrucción masiva cuya existencia, hasta ahora, no ha podido ser demostrada.

A lo que puede verse, Washington no sólo ha decidido prescindir de la ONU -como quedó claro con la agresión militar ilegal que lanzó contra Irak-, sino también ha optado por abandonar las más elementales formas diplomáticas y responder cualquier señalamiento crítico -así provenga del secretario general de la ONU- con una prepotencia fundada en la posesión del máximo poderío militar del mundo.

Las expresiones mencionadas, aunadas a la guerra criminal emprendida por Estados Unidos en el golfo Pérsico, permiten hacerse una idea precisa sobre la determinación del actual grupo que gobierna en Washington de recurrir a los métodos más atroces y a pasar por encima de cualquier instancia o norma internacional -la ONU y su carta constitutiva, por ejemplo-, con tal de llevar adelante su designio de dominación planetaria. Ese proyecto está basado en una profunda ignorancia del mundo y en concepciones por demás delirantes y mesiánicas, y su concreción es, por ende, imposible. Pero, por desgracia, el gobierno de Bush seguirá tratando de realizarlo y seguirá llevando destrucción, violencia y muerte a otras naciones, a menos que los otros protagonistas poderosos de la comunidad internacional -la Unión Europea, Rusia, China y Japón, por ejemplo- le pongan freno.
 

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