Ojarasca 72  abril  2003

El desmantelamiento del INI

En el momento en que el Instituto Nacional Indigenista (INI) cambia una vez más de director --parece que se ha convertido en plataforma desde donde catapultar dirigencias indígenas no muy consecuentes-- circula, todavía por los pasillos de la cámara de diputados (pero ya se aprobó en la de senadores en diciembre de 2002), una propuesta para derogar el decreto que creó al instituto para reconvertirlo (léase maquillar sus acciones cortándole más su filo) en una Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas.

Con un perfil asistencialista y desarrollista, esta propuesta de reconversión del INI, en los hechos le bajará el nivel a la acción que venía desarrollando el Estado para hacerla una especie de consultoría interinstitucional, contemplando a varias secretarías supuestamente preocupadas por el destino de los pueblos indígenas, y en instancia instrumentadora (no se dice cómo) de las reformas espurias en materia de derechos y cultura indígena, aprobadas por las cámaras en marzo de 2002.

El fundamento de dicha comisión es ni más ni menos que el apartado que más ha causado resquemor en la reforma mencionada, es decir, el apartado B del artículo 2, que regula casi todo lo relacionado con el trabajo gubernamental hacia los pueblos e implica asistencia, no participación.

Basta con citar sus objetivos expresos para percatarnos de que la famosa comisión no será ni siquiera "la misma gata revolcada" sino una grave dilución del interés del Estado por lo que demandan lospueblos, y un viraje, todavía más agudo, "más transversal", dicen los senadores firmantes, hacia posturas de control estatal de las políticas relacionadas con pueblos y comunidades.

En su artículo 2, por ejemplo, la propuesta dice:

La Comisión tiene como objeto orientar, coordinar, promover, apoyar, fomentar, dar seguimiento y evaluar los programas, proyectos, estrategias y acciones públicas para el desarrollo integral y sustentable de los pueblos y comunidades indígenas de conformidad con el artículo 2° de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos".
Y entre sus funciones derivadas dice ser:
[...] instancia de consulta para la formulación, ejecución y evaluación de los planes, programas y proyectos que las dependencias y entidades de la Administración Pública Federal desarrollen en la materia; realizar tareas de colaboración con las dependencias y entidades de la Administración Pública Federal, las cuales deberán consultar a la Comisión en las políticas y acciones vinculadas con el desarrollo de los pueblos y comunidades indígenas; de coordinación con los gobiernos de las entidades federativas y de los municipios; de interlocución con los pueblos y comunidades indígenas, y de concertación con los sectores social y privado; proponer y promover las medidas que se requieran para el cumplimiento de lo dispuesto en el apartado B del artículo 2º de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.


En síntesis, será una comisión sin mucho poder operativo, sin una participación directa de los pueblos y comunidades, con los cuales habrá "interlocución", consulta, pero sin mecanismos expresos para que los pueblos y comunidades definan claramente el destino que ellos decidan para sí y que en un Estado democrático el gobierno mexicano debería impulsar. Si alguna vez nos quejamos del ini por su carácter asistencialista, por la dispersión, duplicación y dilución de sus acciones mediante una multitud de instancias, la comisión propuesta convertirá la acción indigenista en confusión y abandono. Tal vez por eso, el texto está plagado de verbos vagos como "apoyar", "coadyuvar", "asistir" "diseñar", "asesorar".
 

Lo más grave es que, pese a que supuestamente está abierta a la participación, la propuesta de esta Comisión deviene de un acto impositivo (la aprobación de las reformas en materia indígena de marzo-abril de 2002) que contraviene por completo lo exigido por el movimiento indígena nacional y vastos sectores de la sociedad civil mexicana

chavo.


Por unos papeles
Morir en los desiertos de Irak

Las noticias que abruman al mundo estos días han incluido en su tétrica cuenta la muerte y la prisión de jóvenes mexicanos (tanto "legales" como "ilegales") combatiendo en los desiertos de Irak para mayor gloria del imperio estadunidense. A uno de ellos las autoridades le "concedieron" posmortem la ciudadanía (de allá), con gran alivio para las ánimas del Cielo.

Juan Mariscal, catedrático de la Universidad de San Diego (California), señala que con el fin de la Guerra Fría, el tamaño de las fuerzas armadas de Estados Unidos disminuyó notablemente. Entre 1992 y 2001, el personal en servicio activo se redujo un 23 por ciento. "La cantidad de latinos en uniforme, no obstante, aumentó en un 30 por ciento" señala.

El investigador considera enseguida el gran incremento de nuevos inmigrantes a Estados Unidos procedentes de América Latina durante la década de 1990 (periodo en el que se estiman más de 4.5 millones de "llegadas legales"). Gracias a eso, ironiza Mariscal, "los reclutadores podrán contar con las comunidades latinas durante años por venir". Veterano de la guerra de Vietnam y miembro del proyecto alternativo yano, Juan Mariscal considera que "entre los numerosos impactos a plazo de la agenda reaccionaria del gobierno de George W. Bush estará la ulterior militarización de todos los aspectos de la sociedad de Estados Unidos". Afirma que la presencia de los militares en los sistemas de escuelas públicas en dicho país "es sólo una señal de la permanente incursión del militarismo dentro de la estructura misma de la cultura de la nación".

Ante todo maestro universitario, Mariscal confiesa que, después de ver este marzo docenas de jóvenes latinos y latinas en uniformes 'junior' del rotc (grupo de entrenamiento de oficiales de reserva en el ejército estadunidense) marchando en un desfile para honrar la memoria de César Chávez (líder e ícono de los trabajadores mexicano-estadunidenses), "discípulo de la no-violencia gandhiana", lo asedia una pregunta: "¿Cuándo se negarán por fin las comunidades latinas a entregar sus jóvenes en el altar rojo, blanco y azul que ha sido preparado para su sacrificio?".

Hoy que las fronteras se convierten en la red de agujeros que heredarán las nuevas generaciones del planeta, el "paso del norte" de millones de mexicanos y centroamericanos adquiere el color de un nuevo riesgo, a un nuevo precio. Por un nuevo señuelo.

Tratándose de guerras de conquista y exterminio, nada es nuevo bajo el sol. Siempre han servido en ellas, como centuriones del imperio, jóvenes de las colonias que toman la guerra de sus amos como pasaporte para salir de la miseria.
 

SIGUIENTE

Comerciantes en el mercado de Kabul. Foto: Chris Steele-Perkins
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