Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 14 de enero de 2003
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Política

Emotivo adiós del sacerdote Rubén Ponce de León a la esposa de López Obrador

Rocío Beltrán fue "lluvia tenue que empapa y fecunda pero no se nota"

Gente de todos los estratos sociales acudió a las exequias en la capital tabasqueña

RENE LOPEZ CORRESPONSAL

sepelio_beltran_tabasco2Villahermosa, Tab., 13 de enero. Desde el momento en que salió de la capilla número uno tras el féretro de Rocío Beltrán Medina, su extinta esposa, Andrés Manuel López Obrador sostuvo una guerra sin cuartel contra los músculos de su rostro que le descomponían el gesto a cada paso, pero sólo se abandonó al alivio de las lágrimas cuando el sacerdote que oficiaba la misa de cuerpo presente explicó a la muchedumbre arremolinada en una pequeña colina mortuoria de esta ciudad, cubierta por las nubes más tristes del mundo:

"Rocío cumplió a la perfección con el programa que anuncia su nombre. Porque rocío es lluvia tenue que empapa y fecunda pero no se nota; en cambio, otros tienen vocación de huracán, que también fecunda, pero arrasa y destruye, y mucho sabemos de eso en estas tierras", dijo en la cumbre de su homilía el padre Rubén Ponce de León, párroco de Jalpa de Méndez, invitado por las familias López Obrador y Beltrán Medina a pronunciar la oración fúnebre en memoria de la valiente compañera del jefe de Gobierno del Distrito Federal.

Vencida finalmente por una enfermedad que soportó en silencio durante seis años con una tenacidad no menos ejemplar que su alegría, la brava luchadora social congregó desde el domingo por la noche un aluvión de amor y de tristeza sin límites, que empezó a desbordarse cuando al filo de las 21:15, escoltada por la devastación de su esposo, de sus tres hijos, de sus dos hermanos y de sus padres, recorrió la carretera que bordeando los pantanos va del aeropuerto de Villahermosa al cementerio Recinto Memorial, donde fue velada hasta hoy a las 10 de la mañana, antes de ser guardada para siempre en el corazón de la tierra.

Mientras la gente de todas las procedencias sociales se mezclaba en la antesala de la cámara donde iba a ser expuesto el ataúd, la familia López Obrador fue abrazada por la presidenta nacional del PRD, Rosario Robles Berlanga; por el ex candidato Raúl Ojeda Zubieta y su esposa Carmen Linares; por la nomenklatura local del partido, por el candidato al gobierno de Campeche, Alvaro Arceo Corcuera, y por los camaradas de lucha más cercanos al gobernante de la ciudad de México: Jesús Falcón, Octavio Romero y Alberto Pérez Mendoza.

Era casi la medianoche cuando repentinamente aparecieron Emilio Azcárraga Jean, presidente de Televisa, y Bernardo Gómez, la nueva eminencia gris del consorcio de Chapultepec, quienes llegaron en compañía de Marcelo Ebrard, jefe de la policía capitalina. Después, López Obrador se encerró con sus hijos, José Ramón, Andresito y Gonzalo, y con sus hermanos Pío, José Ramiro y Pepín, en un salón privado del que ya no saldría sino poco antes del amanecer y sólo para dirigirse a su casa en el fraccionamiento Galaxias, darse un baño, cambiarse de ropa y volver al cementerio.

Entonces, con los primeros vuelos comerciales del día se añadirían al duelo Manuel Camacho Solís, ex regente del Distrito Federal, y el periodista Ricardo Rocha, quienes viajaron por separado.

Escribir en la luz

Pasadas las 10 de la mañana, la multitud comenzó a escurrirse por las veredas que conducen hacia un templo diseñado a la medida de los caprichos del trópico: un espacioso techo metálico de dos aguas, que flota pintado de blanco en el centro de una columna rodeada de tumbas y laureles de la India, donde el sarcófago fue instalado ante un altar sin ornamentos litúrgicos. Al ver a Andrés Manuel enhiesto en la primera fila de bancas, la gente decidió formarse para consolarlo y muy pronto se estiró una cola de tristes que parecía interminable.

López Obrador aceptaba los apretones de manos y las palmadas en la espalda con una mueca cercana a la desesperación, ansioso de librarse de aquel suplicio. Tres mujeres de la familia cerraron el paso a los saludantes e impusieron una enérgica y salvadora orden: "Vamos a rezar el santo rosario en memoria de nuestra amadísima hermana Rocío", dijo una voz, y de inmediato se consolidó el rito. Tras la quíntuple secuencia de avemarías y padrenuestros que formó un ancho coro, el padre Rubén tomó la palabra y sin campanillas ni incensarios, con la pura fuerza de la palabra, en un lenguaje directo y coloquial, comenzó a desarrollar la asamblea con frecuentes y precisas alusiones al tema de la muerte, "el más democrático de los mandatos de Dios, porque no señala excepción para nadie".

El discurso del sacerdote cautivó a los participantes y maravilló a los periodistas cuando uno de los diáconos leyó el Evangelio según San Juan, en el pasaje previo a la resurrección de Lázaro, y relató que "el Señor fue a Betania, una aldea que quedaba como a dos kilómetros y medio de Jerusalén..." En ese tenor, el sacerdote fue construyendo una estructura circular irresistible, escribiendo las palabras en el aire y en la luz, hasta desmenuzar el significado del nombre de Rocío, que inundó los ojos de todos, no sólo de Andrés Manuel, porque esa "lluvia tenue que empapa y fecunda pero no se nota" era la mejor descripción y la mayor alabanza concebible en homenaje a una mujer que hoy será recordada con creciente relevancia a fuerza de haber sido tan discreta, porque supo, añadiría el padre Rubén, "ni ser abrumadora presencia, ni alejarse cuando tenía que estar cerca..."

En punto de las 11:40, el cofre que había sido llevado al séptimo jardín del cementerio quedó oculto bajo 12 planchas de concreto después de un fatigoso descenso a la tierra. Aún estaba nublado el cielo de Villahermosa pero apretaba el calor. Un amigo de López Obrador recordó una vieja costumbre que el gobernante de la ciudad de México practicaba a diario con su esposa: "Siempre, antes de que él se fuera de la casa, Rocío lo persignaba tres veces, en la frente, en la boca y en el pecho. Después él besaba la cruz de sus dedos. Era una relación muy intensa. Esta será la primera vez en muchos años que no se despedirán así".

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