Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 13 de enero de 2003
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Política

Carlos Fazio/ III

ƑImperialismo de vecinos?

Decíamos en nuestra entrega anterior que, según Michael Hardt y Antonio Negri, el imperialismo ya no existe. Bien. Veamos qué dicen los intelectuales orgánicos del imperialismo realmente existente.

Un viejo halcón, Zbigniew Brzezinski, preocupado por asegurar la estabilidad a largo plazo de la fase imperialista abierta tras la autodisolución de la URSS, identificó en 1998 los tres grandes principios orientadores de la estrategia geopolítica de Estados Unidos: primero, impedir la colusión entre y preservar la dependencia de los vasallos más poderosos en cuestiones de seguridad (Europa occidental y Japón); segundo, mantener la sumisión y obediencia de las naciones tributarias, como las de América Latina y el tercer mundo en general; y tercero, prevenir la unificación, el desborde y un eventual ataque de los bárbaros, denominación que abarca desde China hasta Rusia, pasando por las naciones islámicas de Asia Central y Medio Oriente.

No obstante, para los escépticos del carácter imperialista del actual orden mundial puede resultar ilustrativo el descarnado diagnóstico realizado en 1999 por uno de los más distinguidos teóricos del neoconservadurismo estadunidense: Samuel Huntington, profesor de Harvard, quien centró su preocupación en la vulnerabilidad de Estados Unidos como sheriff solitario.

Según Huntington, el largo rosario de iniciativas impulsadas por Washington en años recientes incluye: "(...) presionar a otros países para adoptar valores y prácticas estadunidenses en temas tales como derechos humanos y democracia; impedir que terceros países adquieran capacidades militares susceptibles de interferir con la superioridad militar de Estados Unidos; hacer que la legislación estadunidense sea aplicada en otras sociedades; calificar a terceros países en función de su adhesión a los estándares estadunidenses en materia de derechos humanos, drogas, terrorismo, proliferación nuclear y de misiles y libertad religiosa; aplicar sanciones contra los países que no conformen los estándares estadunidenses en estas materias; promover los intereses empresariales de estadunidenses bajo los eslogans del comercio libre y mercados abiertos y modelar las políticas del FMI y el BM para servir a esos mismos intereses (...) forzar a otros países a adoptar políticas sociales y económicas que beneficien los intereses económicos estadunidenses (...) categorizar a ciertos países como estados parias o delincuentes y excluirlos de las instituciones globales porque rehúsan postrarse ante los deseos estadunidenses".

A su vez, Robert Cooper, gurú de política exterior de Tony Blair, socio favorito de las aventuras imperiales de George Bush Jr, afirma que todavía se necesitan imperios. En un artículo publicado por The Observer (7/4/02), el decano de la diplomacia británica parte de la idea de que en el mundo antiguo "orden significaba imperio". Aquellos que vivían dentro del imperio tenían "orden, cultura y civilización". Afuera se encontraban "los bárbaros, el caos y el desorden". Dice que mantener unido un imperio usualmente requiere un estilo político autoritario y define tres tipos de estados: 1) los estados premodernos, a menudo ex colonias, cuyos fracasos han conducido a una guerra hobbesiana de todos contra todos (Somalia, Afganistán). 2) Los estados post imperiales, posmodernos, que no piensan en seguridad en términos de conquista. 3) Los estados modernos tradicionales (India, Pakistán, China), que persiguen interés, poder y razón de Estado.

Para Cooper, los estados del mundo premoderno han perdido legitimidad y el monopolio del uso de la fuerza. Allí ubica a Chechenia y a otras ex repúblicas soviéticas, todas las áreas productoras de droga (Afganistán, Birmania, partes de Sudamérica) y a Africa entera. En esos lugares del globo el caos es la norma y sus territorios pueden servir de base para actores no estatales en sus ataques a "las partes más ordenadas del globo". En esos casos, los estados organizados posiblemente tengan que responder y es posible concebir un "imperialismo defensivo". Un caso sería la respuesta de Occidente a Afganistán. Pero también los estados modernos, los de "estilo antiguo", representan una amenaza para la seguridad europea. Para tratar con ellos, la Unión Europea necesita volver "a los métodos más rudos, de una era más temprana: a la fuerza, el ataque preventivo, el engaño (...) tenemos que emplear las leyes de la jungla."

Cooper se pregunta cómo se debe enfrentar el caos de los estados premodernos y responde que la forma lógica es la colonización. Habla de un nuevo tipo de imperialismo compatible con los derechos humanos y de valores cosmopolitas. Y afirma que ya existe el imperialismo voluntario de la economía global mediante el FMI y el BM.

Una segunda forma de imperialismo posmoderno lo define como el imperialismo de vecinos. Sería el caso de los Balcanes: ante el desgobierno, la violencia étnica y el crimen, y la amenaza que planteaba eso a Europa, la "comunidad internacional" tuvo que intervenir para crear un "protectorado de Naciones Unidas en Bosnia y Kosovo".

Cooper plantea, pues, varios tipos de imperialismos en nuestros días. En el fondo, son el mismo perro con distinto collar. La carga del hombre blanco y su misión civilizatoria, como proyecto de saqueo y legitimación imperial. Igual que en el siglo xix.

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