Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 15 de diciembre de 2002
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Cultura
ENTREVISTAS PREMIOS NACIONALES /ERASMO PALMA, MUSICO

''Mi mayor gusto, que se cante en la Tarahumara''

LOS POBLADORES NO ACOSTUMBRAN HACERLO, LAMENTA EL COMPOSITOR

Erasmo Palma no realiza complejas disquisiciones sobre sí o su obra. Simplemente crea, vive y comparte. Es un hombre sensible y crítico, con un acervo de más de 600 canciones, según resgistros oficiales

ARTURO JIMENEZ ENVIADO

Guachochi, Chih., 14 de diciembre. Como los pájaros chuyacos, que para cantar se posan en la parte más elevada de los pinos, don Erasmo Palma Fernández crea su poesía y su narrativa y observa el mundo desde lo más alto de la cultura rarámuri, lo cual ha provocado que unas veces entre en sintonía con la parte tradicional de ese universo y otras no tanto, convirtiéndose así en una especie de disidente de la visión romántica del mundo autóctono.

Sin embargo, y por ello mismo, don Erasmo Palma (1928), violinista, compositor innato y prolífico, y uno de los tres ganadores del Premio Nacional de Ciencias y Artes 2002 en el campo de Artes y Tradiciones Populares, es de los que mejor podrían representar la inteligencia y la sensibilidad de ese pueblo indígena asentado aquí, en plena sierra Tarahumara.

Esta misma sierra, y a la vez otra, que recorriera en 1936 el poeta y dramaturgo francés Antonin Artaud, a quien el niño Erasmo vio pasar por Basigochi y a quien, medio siglo más tarde, le escribiría un poema a petición de Pedro Tzontémoc para incluirlo en un libro de fotos.

''Erasmo Palma es un hombre sensible y crítico, romántico y realista, solemne y pícaro. Sabe deleitarse con el paisaje de la sierra o emocionarse porque se le van 'abriendo las puertas del mundo'. Pero es duro para criticar los vicios de su raza y el 'sueño' del que los suyos todavía no han despertado".

Así lo describe la investigadora Margarita Aguilar, quien revisó e hizo el prólogo del libro de relatos autobiográficos y reflexiones sobre la cultura rarámuri Donde cantan los pájaros Chuyacos, de Erasmo Palma, quien nutrido en la tradición oral confía: ''Ahora, últimamente, ya sé leer, después de batallar tanto. No sé cómo es que aprendí las letras".

¿Quién velará a los pinos muertos?

-¿Qué significa para usted el componer canciones, que la gente lea sus libros y oiga sus casetes o escuche su música por la radio?

-Es que uno quiere saber cómo se oiría la canción tarahumara, porque antes nunca dejaban que cantara una persona. Esa persona que cantaba era un loco o un borracho. Sobre todo mi gusto era que la gente cantara en la Tarahumara, porque siempre hacían música sin letra. Y los hombres casi nunca cantan.

''Y por otro lado, las mujeres como que no tienen derecho a ser danzantes ni a usar huaraches. Una mujer es la misma persona que nosotros y vale lo mismo. El que usaba huaraches se burlaban todos de él. Ni tampoco era permitido usar tapado (sombrero), sólo la coullera (ceñidor) sobre la frente.

-¿Se considera poeta?

-Pues yo no pienso nada. No siento ninguna importancia.

-¿Pero cómo le hace cuando compone canciones?

-Eso sí lo pienso. Cuando uno está componiendo tiene que estar pensando cómo podría quedarle bien y si se escuchará bonito. Casi siempre todas las composiciones que he hecho me gustan, pero si a los otros no, pues allá ellos.

Don Erasmo habla sobre algunos de los temas que aborda. Por ejemplo: "Se dice que el matrimonio es lo más feliz, pero yo no veo eso, pues nada más es feliz al momento que se juntan. De ahí sigue el pleito o a veces llegan a separarse. De ahí salen las canciones también".

Otro de sus temas son los asuntos de la naturaleza. Recuerda una canción que habla sobre adónde se fueron sus amigos los pinos, en el que se refugiaba en tiempos de calor y lo acariciaban con su fresco. "También habla de que llevan a un pino en un camión, todo herido. ¿Y quién irá a velarlo?".

El paisaje y el tiempo detenido

Don Erasmo Palma vive en un lugar llamado Tucheachi, donde hay unas cuatro casas, a menos de un kilómetro de Norogachi, reconocida como una de las comunidades que más conservan la cultura y tradiciones rarámuris y que cuentan con una fuerte presencia religiosa, como en casi toda la región.

Durante tres décadas don Erasmo ayudó a los misioneros como intérprete e intermediario. El músico, poeta, narrador y pintor dice que fue expulsado de Norogachi por los religiosos debido a confusiones y problemas causados "por la envidia de la gente de nuestra propia raza".

Para llegar a Tucheachi deben recorrerse desde la ciudad de Chihuahua unas siete horas en autobús hasta Guachochi, "la capital de la sierra Tarahuamara", previo paso por el poblado de Puerto Justo, donde un retén militar busca combatir el tráfico de enervantes y de armas, aunque parece que con el tráfico de madera no hay problema, pese a la constante deforestación de lo que queda de bosque.

Después de una noche con temperaturas de hasta 12 grados centígrados bajo cero, puede partirse de Guachochi por la mañana y, luego de media hora por carretera, desviarse en Rosiachi y seguir una hora y media por terracería hasta Norogachi.

Esta comunidad rarámuri, reconocida por sus danzas de Navidad y de Semana Santa, se ubica en una hondonada, en la ribera de un río casi seco y cuyos contornos a veces son marcados por acantilados o por milenarias formaciones rocosas. En Norogachi el tiempo parece detenido hasta en el paisaje.

Por el lecho pedregoso y a veces arenoso del río es que se llega a Tucheachi. En esta ocasión el recorrido se hace en una vieja pero eficiente camioneta conducida por un nieto de don Erasmo: Chunel chico, un joven de 25 años.

Su padre, Jesús Manuel Palma, conocido como Chunel, es encargado de una de las tres oficinas regionales de la Coordinación Estatal de la Tarahumara y cuenta con un reconocido trabajo en la XE-TAR, "La voz de la sierra Tarahumara", radiodifusora del Instituto Nacional Indigenista.

En el viaje de ida y vuelta, Chunel chico comparte varias claves de su cultura y habla de su orgullo de ser rarámuri, de su admiración por su padre y su abuelo, de sus comienzos en la antropología y de su gusto tanto por el Tri como por la música de don Erasmo, así como de sus vicisitudes como ''indio'' en Guachochi, un pueblo con predominio de mestizos y criollos.

Chunel chico casi siempre cuida a Fernando, un niño de año y medio e hijo de una de sus hermanas, que es maestra. En el devenir de cuatro generaciones de la familia Palma pueden observarse algunos de los mejores caminos que ha experimentado el pueblo rarámuri.

No a los "redentores"

Como la mayoría de los artistas populares, Erasmo Palma no realiza complejas disquisiciones sobre sí mismo ni acerca de su obra. Simplemente la crea, la vive y la comparte. El prefiere rememorar a detalle las muchas anécdotas y situaciones de su vida.

Por ejemplo, sobre cómo en Guachochi compró el mejor violín al más bajo precio, o acerca de cómo se ven las cosas desde la Torre Latinoamericana de la ciudad de México, anchas y grandes las que están cerca de uno, y pequeñas y delgadas las que están cada vez más abajo.

Imposible afirmar cuántas canciones ha compuesto don Erasmo desde 1948, cuando comenzó a escribirlas en castellano y en rarámuri, con la ayuda de su sobrina Elvira Palma González, a quien se las dicta y luego las traducen "en tarahumar". Doña Elvira, quien estudió con las religiosas hasta sexto de primaria, además toca la guitarra y canta en las presentaciones de su tío Erasmo.

Para este último, son más de 200 las canciones que ha escrito, pero enseguida comenta que ordenar y cuantificar sus papeles es asunto pendiente. Según datos oficiales, don Erasmo ha compuesto alrededor de 600 piezas con temas religiosos y diversos. Libros como Cantos rarámuri incluyen parte de los primeros.

De todas sus canciones don Erasmo sólo ha podido grabar el casete Cantos rarámuri de Norogachi, en el que con su violín acompaña las interpretaciones del Coro Sewá Sewaráame, impulsado en su momento por su hijo Chunel, quien suele reflexionar sobre los problemas de su pueblo.

Jesús Manuel Palma resume así el asunto: la mejor manera de ayudar -y de ya no perjudicar-- a los rarámuri es abandonar la actitud de "redentores" y dejar que sean ellos quienes decidan su futuro.

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