Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 13 de diciembre de 2002
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Cultura
HECTOR GARCIA, FOTOGRAFO

Los fotógrafos somos los ojos de la sociedad

PREFIERO LA CALLE COMO TEATRO PARA MI ACTIVIDAD, SEÑALA

Con 79 años y un archivo de millares de negativos, el credo del artista es la búsqueda de la luz

MONICA MATEOS-VEGA

La búsqueda de la luz ha sido el credo de Héctor García a lo largo de su vida. Es el motivo que lo llevó a convertirse en una especie de alquimista, quien mediante la fotografía ha convertido el nitrato de plata en oro.

Con 79 años, un archivo de más de 20 mil sobres con decenas de negativos cada uno y cientos de anécdotas acerca de sus experiencias como profesional de la fotografía, Héctor García, alumno destacado de Manuel Alvarez Bravo y Gabriel Figueroa, recibirá el Premio Nacional de Ciencias y Artes 2002 en el área de bellas artes, reconocimiento que se suma a sus premios nacionales de periodismo (1958, 1968, 1979), entre otras distinciones.

Su autobiografía señala que Héctor Cobo García nació el 23 de agosto de 1923 ''en el infernal barrio de La Candelaria de los Patos. Amparo, su madre, le proporciona sus primeras lecturas. Vendiendo chicles se hizo mascota del escuadrón áereo en Balbuena, y realizó su primer viaje en avión a los seis años.

''En 1937 es enviado a la correccional de menores, en Tlalpan; está bajo la tutela del doctor Alfonso Quiroz Cuarón. En 1940 ingresa en el Instituto Politécnico Nacional. En 1942-45 se va de bracero con la esperanza de obtener dinero para seguir sus estudios. Trabaja en Maryland, Nueva York, Filadelfia y Washington como peón de vía. Toma sus primeras fotos: un compañero arrollado por un tren. El rollo se vela y, frustrado, decide estudiar fotografía."

Legendaria forma de trabajo

Héctor García, en entrevista con La Jornada, explica que fue en 1963 cuando ''le agarré el sabor a eso de ser fotógrafo", a raíz de un encuentro que tuvo con André Malraux.

El entonces primer ministro de Cultura francés recorría la exposición Fiesta mexicana del Día de Muertos, que se presentaba en el Cinéma L'Ranelangh, de París. Al llegar frente a la foto de García titulada Niño en vientre de concreto, Malraux expresó: ''esta es una de las imágenes más crueles de nuestro tiempo".

El escritor galo pidió conocer a Héctor, lo felicitó e invitó a hacer una exposición en Francia. ''Yo llevaba un boleto para estar una semana en ese país, y me quedé dos años. Malraux, escritor humanista y revolucionario, con su comentario me reveló la importancia de la fotografía. La imagen que le impactó la tomé en 1953, es decir, 10 años atrás, y no me había dado cuenta de la importancia del periodismo, de cómo una imagen podía hablarle, por ejemplo, a un hombre tan importante como Malraux.

''Por eso, Niño en vientre de concreto es muy importante en mi vida y en el periodismo mexicano. Aquí también la premiaron y me permitió conocer Europa e ir a Medio Oriente", recuerda.

La peculiar forma de trabajo de Héctor García es ya legendaria en el medio periodístico: sin cargar los ostentosos equipos fotográficos, Héctor llega ante el personaje o acontecimiento que va a captar -muchos lo ven sólo como un curioso que se acerca a mirar- y de repente mete la mano a una de las bolsas de su saco, extrae una bolsa de plástico, la deselvuelve y aparece una pequeña cámara con la cual, casi siempre, se lleva la mejor foto.

Toda una vida ha pasado frente a sus ojos: el centenario de José Martí en Cuba, Tin Tan de visita en La Habana, el asalto del cuartel Moncada en julio de 1953, el movimiento sindical de los ferrocarrileros en 1958, el triunfo de la Revolución Cubana. Principalmente la calle, su ''teatro de acción", se convirtió en la ''fuente" favorita de uno de los fotógrafos oficiales de la Olimpiada México 68.

En 1970, García fue nombrado fotógrafo de la Presidencia de la República, lo cual le permitió captar escenas que, lejos de someterse al oficialismo, develaron ángulos que con frecuencia incomodaron a la clase política.

''Siento que la responsabilidad de los fotógrafos es ser los ojos de la sociedad. Aunque en cada cosa importante o interesante a veces nos obstruyen y nos prohíben hacer nuestro trabajo. No sé si lo hacen para salvarnos la vida, pues tenemos que estar de frente y en el frente, no podemos reportear por teléfono", explica con ironía.

En 1971 colaboró con Fernando Benítez para la serie editorial Los indios de México; también en ese año realizó un documental fílmico sobre la Semana Santa cora, dirigido por Paul Leduc, con alumnos del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos, del que fue profesor.

Elena Poniatowska ha sido otra de sus compañeras de lides periodísticas. Con ella visitó en la cárcel al pintor David Alfaro Siqueiros y lo captó en la célebre imagen que, a su vez, El Coronelazo plasmó en su obra.

''En esa foto, Siqueiros extiende su mano a través de los barrotes de la celda como si fuera la paleta del pintor, trascendiendo el encierro. Es una pose heroica que expresa, como siempre, su rebeldía."

-¿Qué es lo que más le ha gustado ver de este mundo?

-Todo lo insólito, todo lo bello, todo lo dramático y trágico. En general le tengo mucha fe a la luz. Si no hay luz no hay nada, no hay foto. La calle es el teatro de preferencia de mi actividad porque allí se ve todo, sale todo a la calle. La gente quiere ver las cosas. Si el volcán Popocatépetl está echando sus fumarolas queremos ver el interior del cráter, ver por dónde anda la lava. Somos muy curiosos y qué mejor que una fotografía o una filmación.

-¿Qué le falta fotografiar?

-Quizá de tanto desearlo lo he convertido en un sueño: venir con los conquistadores españoles, junto a Bernal Díaz del Castillo, el cronista. Si yo hubiese estado con mi cámara junto a ellos, en el Paso de Cortés, viendo la maravilla de Tenochtitlán, con sus siete lagos y todo eso, entonces la historia sería distinta, ¿no crees?

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