MELON
Luis Angel Silva
La ola cubana
PARA MI GUSTO, le quedó chico el nombre
al evento del miércoles pasado en el Auditorio Nacional. Mínimo,
fue marejada lo que inundó el escenario. Todos, sin excepción,
demostraron lo que son: fieles exponentes del arte que existe en la isla
bella.
EN PENUMBRAS SE INICIO el espectáculo. Vicente
Feliú, Noel Nicola y el grupo Trovarroca abrieron la compuerta y
la ola empezó a cubrir con su calidad el auditorio. Un pero: la
brevedad con que actuaron. Siguió Manuel Argudín -para mí,
una grata sorpresa- , dueño de un timbre de voz bellísimo,
envuelto en un filin "de aquellita", que me remontó a la
década de los cincuenta.
LUEGO
AMAURY PEREZ que, jugando jugando, se despachó con la cuchara
grande, abundando en explicaciones acerca de la organización del
evento y, por ende, sus repeticiones. Invitó a José María
Vitier a compartir a medias su última intervención y dejarle
el escenario a Marta Valdés, quien bordó sus canciones de
manera exquisita. Es una gran compositora, a la que conocí en La
Habana.
A PROPOSITO DE José María Vitier,
le recomiendo, monina, adquiera el disco compacto Habana secreta
para que goce con el virtuosismo de este notable pianista que por la premura
de tiempo no lo pudimos admirar en toda su plenitud.
SIGUIO ELIADES OCHOA con su Cuarteto Patria, que
ya es quinteto. Interpretó tres números: Píntate
los labios María, El cuarto de Tula y, a petición del
respetable, El carretero. El cowboy cubano se encargó
de presentar a Síntesis, grupo que a mí me encanta y he podido
admirar en varias ocasiones. Síntesis dejó paso a Compay
Segundo, al cual considero un himno a la vida. Verlo tan gozador a su edad,
como el café de las cinco, ¡reconforta!
OMARA PORTUONDO SE unió al nonagenario para
interpretar dos números. Ante la insistencia del público
cantó a capela una composición de Silvio Rodríguez,
con la que hizo verdaderos alardes con su voz y así abandonar el
escenario entre ovaciones. Continuó Compay con Chanchán,
para que Isaac Delgado, "el chévere de la salsa", se encargara de
cerrar la función. Hubo fin de fiesta que sirvió para ver
a Compay Segundo echar un pie con singular alegría, con la tarima
inundada de saoco y sabor a melao, con jícamo de verdura.
NO SE LLENO el auditorio. Los que no asistieron
se perdieron de una noche para recordar en serio. Debo agradecer al señor
Fernando Paniagua sus atenciones y espero hacerlo personalmente en breve.
ME GUSTO LA actuación de Trovarroca con
sus guitarristas, que hicieron florituras no exentas de teatralidad para
impresionar a los villamelones. También hicieron recordar a Los
Compadres con la clave ejecutada con la boca, pero eso es pecata minuta.
Lo que cuenta para mí es lo que hicieron con las cuerdas.
LO MISMO DIGO del guitarrista que acompañó
a Marta Valdés. Su calidad hizo acto de presencia, trayendo a mi
recuerdo la figura de mi compadre Juanito Neri. De esa manera el principio
del concierto me llevó a la casa de Iván, lugar donde la
trova mexicana tenía su punto de reunión y se oían
cosas bellas noche tras noche.
LA OLA CUBANA, para mí, fue más que
eso. Hacía tiempo que no se presentaba en México algo con
tanta calidad y, sobre todo, con tanta entrega. Espero se repita muy pronto
y en esa próxima marea venga el Coro Madrigalista de Santiago de
Cuba, así como el Dueto Cohiba, el Septeto Turquino, la Familia
Valera Miranda, la Estudiantina Invasora, que estoy seguro harían
las delicias del público azteca sin olvidar a María Ochoa,
hermana de Eliades, a la que se le cuece aparte. ¡Vale!