Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Viernes 29 de noviembre de 2002
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Espectáculos

Leonardo Garcia Tsao

No tan sufrida

Por todo lo que implica, la película Frida ha provocado reacciones extremas: por un lado, indignación casi unánime por parte de críticos más improvisados que los habituales (bien decía Truffaut que todo mundo tiene dos profesiones: la suya y la de crítico de cine); por otro, una posición deferente -esa sí indignante- por parte de las autoridades culturales, capaces de rendirle honores normalmente no otorgados a una película mexicana.

Lo innegable es que se trata de un proyecto promovido desde hace años por la tenaz veracruzana Salma Hayek, quien logró imponerse a otros intentos asociados con nombres de peso como Jennifer López, Madonna y Francis Ford Coppola, y, de paso, conseguir su primer papel titular en Hollywood, donde por lo general la habían relegado a funciones decorativas. Lo amenazador era el antecedente de su directora, Julie Taymor. Después de su primer largometraje, Titus, una excesiva adaptación shakespeareana que podría calificarse como el hijo bastardo de Satyricón y Calígula, uno temía una visión igualmente desmedida de lo mexicano, algo así como una pesadilla en el Bazar Sábado.

Si bien no ha sido así, no significa que Frida se haya salvado de dos trampas tradicionales. La primera es la zancadilla que el folclor mexicano le mete a cualquier cineasta extranjero, aunque se apellide Eisenstein, Saura o Huston. Tratándose de personajes que hicieron de la mexicanidad una parte significativa de su postura ideológica, en este caso se justifica la abundancia de tópicos: canciones, borracheras de tequila, platos de mole, calacas animadas -por cortesía de los hermanos Quay, nada menos y visitas a Teotihuacán y Xochimilco, todo retratado con abundancia de colores. Sin embargo, Taymor no observa esos elementos con la naturalidad de lo cotidiano, sino con la atención de una turista. (Eso sí, se agradece la ausencia de corridas de toros, peleas de gallos o la demostración de cómo el mexicano se burla de la muerte).

La segunda trampa, la más grave, es la de caer en las convenciones usuales de la biopic. Así, el guión urdido por siete personas, por lo menos (cuatro con crédito en pantalla), se ve obligado a resumir los momentos determinantes en la vida de Frida Kahlo en una serie de episodios centrados en su relación con Diego Rivera (Alfred Molina). Aunque se cubren en esencia los mismos hechos descritos en la muy superior cinta de Paul Leduc, Frida, naturaleza viva (1984), la película nunca encuentra su centro de gravedad, brincando de una anécdota a otra con la misma ligereza con la que la directora cambia de estilo. Afligido por inexactitudes históricas, el relato no profundiza en ningún aspecto de la biografiada. Si la existencia y la obra de Kahlo estuvieron signadas por el dolor, eso no se advierte en el saludable desempeño de Hayek, que convierte a su personaje en una desenvuelta partidaria de la bisexualidad, susceptible de seducir tanto a Trotsky como a Josephine Baker. Tampoco podemos creer la teórica pasión entre Frida y Diego, cuando lo único apreciable en pantalla es una suerte de amistosa simpatía.

No ayuda que Taymor no consiga jamás un estilo uniforme. Igual transita del naturalismo fingido -esa cámara móvil que se comporta como invitado ebrio en la boda de Frida y Diego-, a un expresionismo folclórico -el videoclip de Chavela Vargas cantando como la Parca, con vistazos al asesinato de Trotsky-, pasando por un inopinado uso constante del gran angular. Lo único llamativo de su ilustración son los collages digitales, las instancias de tableaux vivants que integran la imaginería de la pintora a la narrativa. Pero no pasa de ser un gimmick vistoso.

Finalmente, no se pueden obviar los problemas del idioma y un reparto multinacional. Si aceptamos que hasta Bertolucci filme la saga de El último emperador en inglés, resignémonos a esa incómoda convención. Lo molesto en Frida es ese spanglish tan documentado por García Riera en su investigación de México visto por el cine extranjero, y la variedad de acentos resultantes cuando una gringa interpreta a una italiana, una italiana y una argentina a mexicanas y un australiano a un ruso, por ejemplo. Además, salvo el británico Molina, nadie del reparto logra evitar esa afectación típica del cine biográfico, como si cada personaje estuviera consciente de su trascendencia histórica. No deja de ser irónico que en la biografía de una pintora, los actores recurran fundamentalmente a la pose.

Frida

D: Julie Taymor/ G: Clancy Sigal, Diane Lake, Gregory Nava y Anna Thomas, basado en el libro biográfico de Hayden Herrera/ F. en C: Rodrigo Prieto/ M: Elliot Goldenthal/ Ed: Francoise Bonnot/ I: Salma Hayek, Alfred Molina, Geoffrey Rush, Ashley Judd, Antonio Banderas, Edward Norton, Valeria Golino/ P: Handprint Entertainment, Lions Gate Films, Miramax Films, Trimark Pictures, Ventanarosa Productions. EU, 2002.

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