252 ° DOMINGO 20 DE OCTUBRE DE  2002
“La televisión le debe una autocrítica a México”
Televisa
y el 68

JESUS RAMIREZ CUEVAS

El presidente del Consejo Directivo de la Cámara Nacional de la Industria de Radio y Televisión, Bernardo Gómez Martínez puso a los radiodifusores como víctimas. “Siguen pagando el crimen” –dijo– de “haber dado voz e imagen a los opositores del gobierno” en 1968. Según él, Gustavo Díaz Ordaz aplicó en 1969 el impuesto del 12.5% en especie a los concesionarios como castigo. Al anunciar que se reducía este impuesto, el también directivo de Televisa demandó resarcir “el adeudo histórico que se hizo a la industria por difundir los hechos de 1968”. Que los empresarios defiendan sus intereses es normal, pero resulta inaceptable que para justificarlos distorsionen la historia e intenten borrar sus cuentas pendientes con la sociedad

Ilustración de Andrés Mario RamírezDURANTE 71 AÑOS, los medios escritos y electrónicos, con dos o tres excepciones, estaban controlados por el gobierno del PRI en turno. Dicho de otra manera, los medios formaban parte del sistema político mexicano. Pero hoy, el poder que ostenta la oligarquía que controla los medios parece voltear la historia: el sistema político como extensión de los medios de comunicación o el control del rating se impuso a las decisiones de gobierno.

Así que ante la declaración de Bernardo Gómez sobre el supuesto papel de los medios electrónicos durante el movimiento estudiantil del 68, bien vale la pena recordar lo que ocurrió entonces.

Como dijo Elena Poniatovska a Masiosare: “En el 68 y después, los medios de comunicación callaron la matanza del 2 de octubre, hicieron un silencio ominoso, incluyendo Televisa. Bernardo Gómez está soñando. La televisión fue comparsa del gobierno y apoyó la represión”.

Durante el movimiento del 68, los periódicos, la radio y la televisión –con algunas excepciones– difundieron la versión oficial de los hechos, afirmando que un puñado de subversivos buscaban desestabilizar al país.

Los medios ocultaron la realidad. Carlos Monsiváis, en el libro Parte de Guerra, recuerda: “En 1968, la televisión privada se niega a difundir las posiciones del Movimiento. Se prodigan las calumnias y las llamadas al linchamiento moral, los noticiarios delatan la insignificancia numérica de las marchas”. Destaca que las excepciones fueron el Noticiero de Excélsior “que cubre adecuadamente las movilizaciones” y un programa conducido por Jorge Saldaña, en donde participaron profesores que defendieron el punto de vista del movimiento estudiantil.

En ese sentido, la represión del gobierno y la manipulación de la realidad en los medios eran parte de la misma operación de aniquilamiento.

Jacobo Zabludovsky, en una entrevista con La Jornada en 1998, explica cómo funcionó este mecanismo. El 3 de octubre de 1968, Zabludovsky recibió una llamada de Gustavo Díaz Ordaz. El entonces presidente le reclamó al periodista que hubiese aparecido en su noticiero portando una corbata negra. Si el presidente podía controlar hasta el color de la corbata del locutor, eso lo dice todo.

Zabludovsky recordó: “Eran momentos de una estricta vigilancia por parte de las autoridades, que estaban empeñadas en que ninguno de los medios dieran información que ellos consideraran excesiva. Nos reducían a nuestra mínima expresión”.

Imágenes de un movimiento

Las únicas imágenes de la matanza en Tlatelolco que se transmitieron en televisión ese 2 de octubre, fueron las del Noticiero de Excelsior, dirigido por Julio Scherer. El programa nocturno pasaba por el Canal 2 de Telesistemas de México (después Televisa).

La labor de Excelsior, tanto la televisión como en el periódico, causó la furia del presidente, quien decidió cancelar su espacio televisivo. Tiempo después, cerraron el Noticiero de Excelsior y en su lugar quedó 24 horas con Jacobo Zabludovsky, emblema del sistema político durante 30 años.

Carlos Monsiváis recuerda la transmisión esa noche: “Eran secuencias filmadas desde el tercer piso del edificio Chihuahua. La cámara estaba a ras del suelo y se veía a los líderes del Consejo Nacional de Huelga tirados. El sonido ambiente eran los disparos interminables, una lluvia de muerte terrible”.

“El presentador –continúa el escritor– anunció: en Tlatelolco ocurrió algo muy grave, hubo un tiroteo. Y después pasaron como 8 o 10 minutos al aire: se ve la gente tirada, se oyen los gritos, las quejas, los insultos. Todos estaban tirados, el reportero que narraba y el camarógrafo, nadie se levanta. Luego se ve cuando entra un grupo de civil y se lleva a los estudiantes, a los que se ve bajar las escaleras reptando en medio de la balacera. Ahí se interrumpe la transmisión”.

Monsiváis propone una lectura: “Nada tuvo la contundencia de las imágenes de los chavos tirados en el piso. Ahí se ve a un movimiento pacífico pecho–tierra ante la conversión de la plaza en un campo de batalla. Esos minutos transmitidos por Excelsior fueron importantísimos. Es lo más contundente porque prueba que desde ahí no habían disparado los estudiantes ni habían resistido, que la dirección del movimiento estaba desarmada y que el movimiento era pacífico”.

Para el cronista de la vida nacional, el mérito del Noticiero de Excelsior fue dar noticias “que eran mucho cuando la línea del gobierno asumida por los medios era invisibilizar para el resto del país lo que pasaba. Se diezmaba con imágenes el contenido de las manifestaciones. Podías hurtar el zócalo lleno de antorchas y presentar la plaza vacía. Más que las acusaciones, lo más impresionante era el escamoteo de imágenes. Si tú muestras un movimiento incapaz de convocatoria, le estás diciendo al país que no se preocupe, que todo es un alboroto de unos cuantos subversivos”.

Monsiváis también recuerda el papel que tuvo la televisión en la campaña para aislar al movimiento estudiantil, sobre todo cuando difundió información de la escasez de gasolina y víveres.

Hoy, no sabemos qué pasó con las imágenes transmitidas por Excelsior, parece que no las guardaron ni para la memoria.

Los medios minimizaron
los hechos

El 3 de octubre, todo volvió a “la normalidad”. Entró la maquinaria del sistema con el silencio cómplice de los medios de comunicación; en ese sentido, corresponsables del crimen.

Como parte de ello, Zabludovsky minimizó los hechos en el noticiero de la mañana y mencionó que en Tlatelolco ocurrió un zafarrancho con algunos heridos. Ese fue el tono de la prensa y la televisión.

Tuvieron que pasar más de 30 años para que la televisión transmitiera algunas imágenes de aquella noche en la plaza de las Tres Culturas. Más por presión social que por voluntad de los dueños.

La censura ha sido el medio natural de comunicación de los medios, nunca la dejaron hasta los años noventa. La apertura de la televisión ocurre más por los acontecimientos en las regiones, que presionan hacia la apertura, particularmente en Chiapas y en Guerrero.

Carlos Mendoza, director del Canal 6 de Julio, señala que Televisa (y la televisión) es una bitácora de todas la represiones del sistema, incluyendo la matanza del 10 de junio, el fraude electoral de 1988, la contrainsurgencia en Chiapas. “Las televisoras han sido más abiertas en los últimos años, pero le deben una autocrítica al pueblo de México”, señala Mendoza.

No todo es apertura. El año pasado, cuando todo el país esperaba ver la llegada del EZLN al Zócalo, la televisión no la transmitió.

México no arribará a la democracia verdadera mientras el medio de comunicación más influyente, la televisión, obedezca a los intereses de un grupo de privilegiados que hoy tienen un poder ilimitado.