Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Miércoles 25 de septiembre de 2002
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Política
Luis Linares Zapata

PRI: la hora del pago

La historia que cuenta el caso Pemex-STPRM-PRI es conocida y simple: un conjunto de militantes destacados de ese partido, seguramente coordinados desde Los Pinos, se puso de acuerdo para desviar sumas enormes de dinero de esa empresa para financiar la costosa y fallida campaña de Francisco Labastida. Montaron, además, una complicada ruta para desvanecer las huellas de tal operación incurriendo en lo que se llama, sin duda ni titubeos, delincuencia organizada. No pudieron evitar, ni tampoco lo intentaron, que en el camino algo se fuera quedando en los bolsillos de algunos de los participantes cupulares. La conocida práctica de siempre. Y todo eso lo hicieron los priístas, acusados ahora de varios delitos, a contrapelo de específicos mandatos de ley y, lo más grave, contraviniendo la tendencia hacia donde caminaba la sociedad en su versión electoral. Desde esas fechas fatídicas hasta el presente, se han empeñado en ocultar la realidad y se niegan a pagar los costos de su conducta delictiva. Actuaron de esa errada manera quizá porque nunca pudieron aceptar la posibilidad de que podían perder la Presidencia de la República. Más hete aquí que fueron derrotados en las urnas a pesar de su casi infalible seguridad en la capacidad del llamado "sistema" para torcer, en la hora decisiva, la voluntad ciudadana. Quedaron entonces expuestos a la intemperie.

La historia así relatada está, sin duda alguna, arraigada en la conciencia individual y colectiva de los mexicanos. Y lo está porque fue sedimentada durante largos años con una práctica continuada, arrogante y hasta dispendiosa, que ofendió los valores y creencias de muchos hombres y mujeres que nunca se cansaron de protestar por ella y denunciarla en los distintos lugares, modos y foros de que dispusieron. De ese nítido hecho hay que partir para visualizar correctamente el factible resultado. Resultado medido desde varios puntos de vista pero, en particular, desde el de los apoyos que otorgará la sociedad a los distintos actores y a las posturas que se vienen adoptando en el conflicto que se presenta ahora y que amenaza desembocar en una huelga en Pemex. Huelga que, a pesar de su cercanía y alegatos para desatarla, se ve como imposible por las consecuencias que se presentarían de inmediato. En unos cuantos días, quizá dos o tres, se paralizaría toda la fábrica nacional y se rondaría el caos generalizado. Un panorama aciago que no se puede enfrentar y, menos aún, hacerlo para defender y prolongar un estado de cosas que define y describe al antiguo régimen y a sus operadores actuales.

El riesgo que la administración de Vicente Fox adoptó al perseguir las claras huellas de delitos penales, electorales y administrativos del caso Pemex fue altísimo. Y lo fue porque se enfrentaría a todo un tinglado, bien afianzado con recursos, ordenamientos permisivos, costumbres malsanas y mecanismos de poder empeñados en su continuidad, aun a pesar de implicar, en ese afán, daños enormes para todos y que ya resiente la marcha del país. Hay necesidad entonces de prevenir al gobierno, pues de capitular a esta altura de la disputa desatada puede resultar incapacitado para conducir los asuntos públicos de aquí en adelante.

La confluencia de intereses, en mucho desviados y hasta pervertidos, entre líderes sindicales y el PRI para formar el núcleo de lo que se llamó, con toda su nebulosidad concomitante, el partido de Estado, no puede ser aceptada como normal, tolerable y, menos aún, inevitable. Pero sanear el ámbito público de la República, como dice pretender el gobierno, no es asunto sencillo, rápido y, sobre todo, directo y exento de penalidades, dudas, errores y retardos. Por el contrario, conlleva costos elevados que hay necesidad de aceptar y respaldar con sacrificio y voluntad. Una conducta y reciedumbre que no es fácil encontrar en la relatoría del quehacer y los modos nacionales. Permitir el triunfo de la impunidad, mediante negociaciones oscuras, como una realidad actuante, es intolerable tanto para la vida organizada de la nación como para la gobernabilidad presente y para lo que espera después. Tal parece que Fox ha perseverado en esta ocasión y está decidido a sacar provecho de su estrategia de combatir la corrupción con apego al derecho. El complemento, sin embargo, pasará también por ese otro proceso iniciado contra los Amigos de Fox, que se encuentra empantanado. El PRI, en cambio, se encamina hacia un callejón sin salida, donde se topará de frente con el sentir y el juicio condenatorio de la sociedad. Los priístas, en un malentendido espíritu de cuerpo, vienen respaldando a esos sus militantes que contrariaron las reglas de la sana competencia que exigen diversas leyes para acceder al poder. Quieren salir ilesos de sus tropelías pasadas, y para ello han adoptado decisiones torpes, apoyadas en un discurso inaceptable e increíble. De persistir en ellas y seguir arriesgando una huelga en Pemex, tal postura será suicida. Los enfrentaría con todos los demás. Hasta con el mismo Estado y su indudable fuerza, que muchas veces usaron en propio provecho.

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