Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 23 de septiembre de 2002
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Editorial
 
ISRAEL ALIENTA EL TERRORISMO

sol-2La destrucción del edificio conocido como la Mukataa, sede de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en Ramallah, por parte de las tropas ocupantes israelíes, es un grave e inaceptable atropello a la legalidad internacional y constituye una nueva provocación de Tel Aviv que cierra aún más los estrechos márgenes de paz entre israelíes y palestinos y exhibe, una vez más, que la ofensiva de Ariel Sharon contra la nación palestina tiene en las fobias personales de ese gobernante un componente esencial. Otro tanto puede decirse de la admisión por parte del viceministro israelí de Defensa, Weizman Shiri, de que Sharon tiene el propósito de obligar al sitiado presidente de la ANP, Yasser Arafat, a partir al exilio.

En el contexto del conflicto palestino-israelí, el arrasamiento del cuartel general de Arafat representa además un mensaje inequívoco para las organizaciontes terroristas -tanto islámicas como seculares- en el sentido de que las gestiones de paz y sus protagonistas están condenados a la derrota. La reducción del jefe de la ANP a la condición de sobreviviente acorralado en las ruinas de su sede es una humillación y un agravio adicional al conjunto de los palestinos; asimismo, este acto de barbarie minimiza la presencia en el escenario del conflicto de quien ha sido, les guste o no a los gobiernos de Israel y de Estados Unidos, un elemento fundamental de moderación y contención en el lado palestino. Desde ambas perspectivas, la demolición de la Mukataa y el hostigamiento irresponsable de la dirigencia de la ANP representan una incitación a Jihad Islámica, Hamas y otros grupos radicales a continuar con los atentados terroristas.

Para la comunidad internacional, encabezada por Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia y China, la presencia de tanques y bulldozers israelíes en las ruinas de la sede gubernamental palestina es un vergonzoso recordatorio de la hipocresía y del doble rasero con que actúan las grandes potencias. Los crímenes perpetrados por el gobierno israelí en los territorios palestinos ocupados no son menos graves que la invasión iraquí de Kuwait, por ejemplo -con su cauda de pillajes, asesinatos y operaciones de "limpieza étnica"- o que las tropelías perpetradas por el régimen de Slobodan Milosevic en Bosnia y en Kosovo. Sin embargo, y a diferencia de lo ocurrido en esos episodios aún recientes, la Organización de Naciones Unidas, su Consejo de Seguridad y los gobiernos occidentales y sus socios permanecen impasibles ante la destrucción de la nación palestina por los israelíes. Las condenas de la UE, así como las tibias expresiones de desaprobación de Washington a la destrucción de la sede de la ANP, son tardías y a todas luces insuficientes para detener la insensatez de Sharon.

A estas alturas debe resultar claro que ningún acto de violencia de Estado podrá poner fin al encono entre israelíes y palestinos y que, por el contrario, la barbarie de los ocupantes en las tierras palestinas sólo conseguirá sembrar más odios y rencores, así como nuevos atentados terroristas.
 

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