jueves 5 de septiembre de 2002
La Jornada de Oriente publicación para Puebla y Tlaxcala México

 
Opinion

¿Una dictadura? ¡Ni madres!

n Juan Rodolfo Rivera Pacheco

Con el II Informe presidencial sí que quedan claras algunas cosas. México sí ha cambiado. Hemos presenciado una ceremonia republicana austera y sin el boato absurdo de antaño, cuando efectivamente el día del Informe era el día del Presidente y todos -incluidos por supuesto los aduladores profesionales y plumas pagadas- le rendían pleitesía antes, durante y después de su discurso, que en tiempos de el nefasto Echeverría llegó a durar cinco o seis horas y con aplausos de pie de minutos. Aunque a los rabiosos y viscerales opositores a Fox no les guste (y no les va a gustar nada ni hoy ni nunca, pues no votaron por él, pero además en un odio bastante infantil, siguen apostándole al fracaso del hoy presidente, simplemente porque no es de su ideología... y luego dicen que la derecha es intolerante, ¿quién los entiende?) hoy todo es diferente empezando por la duración del mismo informe, además de la composición del Congreso -plural y heterogéneo- y hasta la forma retórica -moderada y sin aspavientos- utilizada por el Ejecutivo.
Los Diputados y Senadores, antes tontos útiles del sistema, además de flojos y desobligados, hoy tienen que estar preparados para la altura de su compromiso parlamentario. Hoy discuten, analizan, debaten y hasta pelean posiciones y propuestas en búsqueda de convencer o negociar. Los ansiados consensos deben hoy llegar por la vía del amarre de mayorías haciendo prevalecer el interés de la nación y no solamente los afanes electorales partidistas. Desde luego, no todos han entendido esta situación y no solo no les interesa el país, sino que pretenden engañar al pueblo con posturas maximalistas y demagógicas, simplemente porque no se les cumplen sus caprichitos, por ejemplo el perredismo exhibicionista desgastado, y sin mayores alcances de pensamiento, y muchos priístas que añoran el viejo sistema clientelar que durante tantos años les dio de comer y engordó sus bolsillos y cuentas bancarias. Allá ellos. La sociedad no se traga ya más poses y pronto se los demuestra en las urnas. Priístas nuevos y viejos -es decir perredistas- tendrán que aprender tarde o temprano que la democracia contemporánea exige representantes comprometidos con el país y no solo con sus intereses ideológico-partidistas.
El propio partido del Presidente está teniendo que aprender lo que es gobernar, pero además con minoría parlamentaria. El presidente no es ya el omnipotente tlatoani que jugaba a hacer política con un Congreso servil y adulador. Hoy se tejen negociaciones con los partidos, se cabildean decisiones con los distintos sectores sociales, y hasta se buscan mayorías con los contrarios. Eso se llama democracia participativa contemporánea. Pasa en cualquier país del mundo, y a eso nos tendremos que acostumbrar. Qué chistosos los rabanitos -comunistoidis trasnochadus- que para ellos solamente existe democracia cuando se lucha contra el maldito capitalismo -que les da de comer- y se gritan hurras al dictadorzuelo de Fidel Castro o a los machetes globalifóbicos o a los que se ponen calcetines en la cabeza; eso sí, de preferencia con excelentes sueldazos en Universidades públicas... subsidiadas por el nefasto gobierno reaccionario con nuestros preciosos impuestos. Y aún con todo, hacen falta al país, digo, por aquello de los equilibrios y de hacer menos aburrida la política.
Lo cierto es que hasta los medios han tenido que ir cambiando. De ser comparsas estúpidas del sistema priísta, ahora tienen que competir en audiencias y lectores, cada vez más exigentes. Desde luego siguen habiendo farsantes dizque periodistas y aplaudidores de quien conviene, o mordaces críticos de quien no les paga. Esos tarde o temprano pagan su factura, pues cuando caen sus protectores, bien pronto, andan buscando chamba.
En fin, creo sinceramente que el país sí está cambiando y que será cuestión de un poco de tiempo para que nuestra democracia, ya real en la alternancia, ahora sea eficaz en lo económico y social. Por eficiente que sea... una dictadura ¡ni madres!