Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 1 de septiembre de 2002
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Política

Vanguardia Revolucionaria desapareció, y siguió la violencia

Cuando cayó Jonguitud ya había decenas de maestros asesinados

Tengo las manos limpias, juró Gordillo a profesores disidentes luego del asesinato de Misael Núñez Acosta

ARTURO CANO /II

ç"Nuestra convicción sindical, nuestra cohesión social y nuestra sólida unidad determinan aplicar a los enemigos del magisterio nacional, a los francotiradores que no cesan en su afán de distorsionar la línea de nuestro sindicato, las sanciones estatutarias, que llegarán hasta la expulsión de todos aquellos miembros de la organización que atentan contra la unidad, la democracia y la autodeterminación sindicales, por considerarlos de alta traición y deslealtad." (Desplegado del Comité Ejecutivo Nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), El Día, 9 de junio de 1980).

De la virulencia verbal, los vanguardistas pasaron al uso de su poder en la estructura administrativa de la SEP, y de ahí a la violencia directa. Primero fueron las actas administrativas, los cambios arbitrarios de adscripción, los ceses. Luego, Vanguardia Revolucionaria entrenó sus grupos de choque, los cuales se encargaron de mantener el "orden" en los congresos y los actos públicos. Mientras el descontento iniciado en Chiapas se iba extendiendo, Vanguardia apretaba las tuercas.

En febrero de 1986 siete maestros oaxaqueños -tres mujeres y cuatro hombres- fueron a brigadear a Tlaxcala. Se presentaron una tarde en la Escuela Normal del estado con la intención de difundir las razones de su movimiento y pedir solidaridad.

La directora, también integrante del comité ejecutivo de la sección 31 del SNTE, aceptó que pasaran. Adentro los esperaba un grupo de vanguardistas bajo el mando de Alfredo Tzompantzi Aguila, asesor jurídico de la sección local del sindicato. Los mantuvieron encerrados durante varias horas, al cabo de las cuales fueron sacándolos de uno en uno, con los ojos vendados. El profesor Floriberto Vázquez, uno de los brigadistas, relató que lo metieron a un vehículo y lo "pasearon" por diversos lugares. Cada vez que lo bajaban lo tundían a golpes y lo amenazaban de muerte: "Me desataron los pies y me quitaron los zapatos, el vehículo se detuvo. Cuando me bajaron me hicieron creer que me iban a tirar a un río o a un barranco, pero no lo hicieron, sino que comenzaron a caminar. Dos de ellos me tomaban por los brazos, mientras los demás nos seguían de cerca. Después de caminar unos 300 metros me hicieron cruzar un arroyo y me acostaron en una especie de fosa. Ahí me hicieron creer que me enterrarían vivo... Cortaron cartucho. Decían que iban a fusilarme; se acercaban a acomodarse y volvían a cortar cartucho..." Al final lo dejaron libre y sin zapatos. Tuvo suerte.

Los pasos del jefe

Vanguardia Revolucionaria se resistió largos años a perder Oaxaca. Cuando la mayoría de los maestros impuso un comité democrático, el grupo de Jonguitud se negó durante nueve años a avalar la renovación de la dirigencia sindical, durante los cuales castigó a los disidentes de la entidad con la retención de las millonarias cuotas sindicales, al tiempo que sostenía una estructura gremial paralela. En octubre de 1983, un grupo de vanguardistas asaltó, con armas reglamentarias en mano, la sede de la sección 22 en el centro de la capital oaxaqueña, en un acto de emulación de su líder moral. En unas cuantas horas, miles de maestros oaxaqueños rodearon su edificio sindical y obligaron a los sicarios a salir con las cabezas gachas.

A la caída de Jonguitud, la lista de maestros heridos y asesinados sumaba decenas.gordillo-jonguitud Las regiones de mayor violencia en Oaxaca fueron la costa y la Mixteca, donde, explicaban los mentores, los vanguardistas tenían lazos más estrechos con los caciques locales. En 1987 este reportero revisó la lista "oficial" de agresiones sufridas por el magisterio del estado: era un cuaderno café de pastas duras, en el que además de los nombres de los muertos estaban consignados los de los heridos, las amenazas y otras agresiones. Los datos estaban en desorden. El primer nombre era el de Raymundo Julián Yoder Melo, profesor asesinado el 3 de febrero de 1983 en Jamiltepec, por Antonio Serrano (prófugo). Dos años antes, en la misma población habían matado a Sabino García López.

En 1982 asesinaron al profesor Reyes Miranda García, en Jalahuí, región de Tuxtepec. Del culpable no se supo nada.

Luis Mayrén Sánchez, vanguardista, no aparecía por ningún lado desde que mató al maestro democrático Eleazar Blas Ortega, en la región de las Cañadas. Y así se prolongaba la historia con los nombres de los muertos, las fechas, los lugares, las circunstancias. Muchos de ellos, claro está, no cayeron bajo las balas de los charros sindicales. Pero Vanguardia tendió la cama, atizó conflictos políticos o religiosos, de tierra o comunitarios, y la mano del profesor y licenciado -paisano innegable del cacique Gonzalo N. Santos- dejó su reguero de sangre, su marca.

La guerra por las escuelas II

Las escuelas de San Agustín Atenango, en la Mixteca baja, estaban tomadas por los pistoleros de Vanguardia Revolucionaria. El 20 de octubre de 1987, los maestros democráticos de la región de Huajuapan decidieron hacer una manifestación para impedir la expulsión de sus compañeros. Un grupo se acercó a una de las escuelas. Ahí, los profesores reconocieron a varios de los vanguardistas que cobraban sin trabajar, que formaban parte de la estructura que sostenía con recursos públicos la camarilla del profesor y licenciado. A la cabeza, Ariel Madrigal, encargado de la misión cultural. Los vanguardistas contaban con el apoyo del presidente municipal, Noel Arenas, y en su afán de expulsar a los democráticos de la comunidad habían aprovechado también la división por motivos religiosos.

Otro grupo de democráticos llegó a la entrada del pueblo donde estaban apostados otros pistoleros. Las primeras balas tumbaron a los maestros Ricardo Pérez Rojas, José Martínez Hernández, Ceferino Olea Vázquez, Manuel Narváez Acevedo y Cenobio Fito López Reyes, quien murió camino al hospital.

Perseguidos a balazos y pedradas, los demás profesores democráticos se refugiaron, dispersos, en las casas de los padres que los apoyaban.

Las investigaciones judiciales fueron lentas. A fuerza de movilizaciones, los maestros consiguieron que el Congreso estatal desapareciera los poderes en el municipio. Pero los asesinos materiales e intelectuales se esfumaron.

Cenobio Fito, un comprometido profesor bilingüe, pionero de la Coalición de Maestros y Promotores Indígenas, funcionario escolar gracias a la confianza que en él depositaron sus compañeros, tenía 34 años y estaba casado con la profesora Adelaida Pérez Jiménez, con quien tuvo siete hijos.

Gordillo y Jonguitud, vidas paralelas

ƑQuerría recordar el profesor y licenciado el texto de aquel telegrama que envió en la primera semana de septiembre de 1972 al entonces líder del SNTE, Carlos Olmos?

El texto no tenía desperdicio: "Frente provocación oscuros intereses contra nuestro sector, afirmamos nuestra inquebrantable solidaridad Comité Ejecutivo Nacional nuestro sindicato que usted dirige y reiteramos una vez más nuestra lealtad y vertical postura sindicalista..."

Dos semanas después Jonguitud encabezaba el asalto armado de la sede nacional del sindicato de maestros -por órdenes del presidente Luis Echeverría- para establecer su imperio, que duró 17 años.

En su caída, Jonguitud sería traicionado por alguien que, como él, había jurado lealtad.

Muchos años después, la maestra Elba Esther Gordillo, su pupila, entraba a las confesiones. Una tras otra, sin que mediara pregunta. Hablaba de su vida personal y luego lanzaba su mirada dura de un lado a otro, recorriendo a quienes la observaban. "ƑQuieren saber si tuve algo que ver con la muerte de Misael?" Tras unos segundos, alzó las manos y mostró sus palmas a los reunidos: "Mis manos están limpias, mis manos están limpias". Esa noche de 1990, en una casa del sur de la ciudad, Gordillo se reunió con un grupo de dirigentes de la disidencia magisterial -la "parte inteligente" de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), le gustaba decir- e hizo sus confesiones. Juró no haber tenido nada que ver con el asesinato del profesor Núñez Acosta, pero tampoco deslindó a otros dirigentes del grupo Vanguardia Revolucionaria, del que ella había sido cuadro sobresaliente.

Poco antes, en el congreso nacional del SNTE, celebrado en Tepic, y tras la reglamentaria golpiza que sus seguidores dieron a los delegados democráticos, el resolutivo fue: "Que desaparezca Vanguardia Revolucionaria como corriente político-sindical al seno del SNTE". Se acabó el perro. ƑY la rabia?

Los 007 del charrismo

Por instinto de sobrevivencia o radicalismo escenográfico, los maestros de la CNTE no estuvieron libres de pecado. Repartieron y recibieron garrotazos en las celebraciones del primero de mayo; raparon a vanguardistas, especialmente en Chiapas; arrojaron piedras, e incluso, a veces intentaron ingenuas -la mayor parte de las ocasiones- estrategias de autodefensa. Siempre llevaron la peor parte. Nueve trabajadores de Bellas Artes y del INAH fueron "indiciados" judicialmente por abrir, a marrazos, un boquete en un edificio sindical. Muchos profesores fueron detenidos tras enfrentamientos en Chiapas, Oaxaca, Hidalgo o Michoacán. En la mayor parte de los casos se trató de actos de defensa desesperada, de impotencia frente a la impunidad, frente a la "licencia para matar" -dice el profesor Jesús Martín del Campo- que tuvo Vanguardia Revolucionaria a lo largo de muchos años.

Martín del Campo -sólo por poner un botón de muestra- fue expulsado del sindicato en 1982, en un congreso celebrado en Quintana Roo, acusado de haber lanzado gas lacrimógeno a los ojos de Onofre Martínez, personaje de confianza de Jonguitud. Y como él, muchos otros recibieron castigo a su "deslealtad".

La ley, ciertamente, es la ley. Excepto cuando se tiene licencia para matar. Y en México no hay agentes 007, sino caciques ahora bendecidos por el gobierno del cambio.

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