Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 26 de agosto de 2002
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Política

Iván Restrepo

Johannesburgo, Ƒúltima oportunidad?

La ciudad de Johannesburgo está de color verde intenso. A partir de hoy jefes de gobierno y su séquito de funcionarios y asesores, directores de organismos internacionales, empresarios, especialistas en temas del medio ambiente y unos 40 mil ecologistas, activistas antiglobalización y manifestantes a favor de Sudáfrica darán vida a la cumbre mundial sobre Desarrollo Sostenible. Los primeros, en la reunión oficial, mientras los segundos discutirán los problemas ambientales y de la pobreza en un Foro Global, encuentro ciudadano alternativo con el sabor de otros anteriores. El de Río, el más sobresaliente.

No son alentadores los diagnósticos y las propuestas objeto de análisis en la patria de Nelson Mandela. Los documentos preparatorios señalan la gravedad de los problemas que existen en el mundo y que, de no resolverse pronto, llevarán en unas cuantas décadas a una crisis ambiental de consecuencias incalculables. Por ejemplo, la continua pérdida de los bosques y las selvas; la utilización irracional y desigual del agua, su contaminación y la destrucción de los ecosistemas donde nacen los ríos y se recargan los acuíferos; los daños por numerosos productos químicos, la contaminación del aire en las ciudades; la pobreza y la relación desigual entre norte y sur. En estos y otros aspectos las cuentas de nuestro país no son favorables. Si bien hay logros en conformar un área responsable de velar por la salud ambiental y los recursos naturales, avances en el campo legislativo y en la normatividad, así como programas para resolver los problemas, estos últimos siguen siendo pesado lastre en la agenda del gobierno y la sociedad; falta coordinación entre las instancias gubernamentales, los grandes contaminadores y depredadores generalmente no son sancionados, escasean recursos y personal especializado y bien remunerado: en el renglón ambiental se invierte apenas 0.6 por ciento del producto interno bruto, mientras los países desarrollados le dedican arriba de 3 por ciento.

Las autoridades de nuestro país sostienen que antes de la cumbre realizaron diversas consultas y talleres con grupos ciudadanos y de especialistas a fin de fijar con mayor claridad la posición mexicana en torno a la agenda de Johannesburgo. Pero varias organizaciones no gubernamentales dicen que no se les tomó en cuenta a la hora de elaborar el documento correspondiente. Temen, además, que nuestro país sea un aliado de Estados Unidos y de las grandes potencias en el momento en que llegue el momento de definir políticas y líneas de acción.

El secretario Víctor Lichtinger afirma, en cambio, que México está con los países megadiversos y que apoyará "sólo decisiones en las que esté de acuerdo", y que aún no toma una posición sobre los transgénicos, asunto candente a nivel mundial. De cualquier modo nuestro país debe insistir en la lista de pendientes que data de la cumbre de Río de Janeiro, celebrada hace 10 años: cuidado y acrecentamiento de los recursos naturales; mejor calidad del aire, ataque frontal a la pobreza como camino al desarrollo sostenible; cambio del actual modelo económico depredador, exigencia de que Estados Unidos se adhiera al Protocolo de Kyoto, mayores recursos de las grandes potencias y utilización de los organismos y los acuerdos de cooperación internacional a fin de ayudar a las naciones más pobres y con mayores problemas ambientales.

Un campo relevante donde México debe jugar un papel clave es en el referente a la concreción del organismo que reúne a los países con mayor diversidad biológica para defender una riqueza natural incalculable, insuficientemente estudiada y utilizada, que debe estar al servicio de la sociedad y no de los intereses de las trasnacionales y los gobiernos que las protegen. Un estudio advierte que si no se modifica la actual tendencia de consumo irracional y destrucción de recursos, 72 por ciento de la biodiversidad estará en peligro de desaparecer en los próximos 30 años.

No sobra señalar el creciente consenso para que los beneficios derivados de la biodiversidad vayan, ante todo, a las comunidades rurales, la inmensa mayoría dueñas de las áreas donde se encuentra dicha riqueza y sus mejores guardianes, pero que viven en la pobreza y la desigualdad. Así sucede en los países megadiversos: México, Venezuela, Colombia, Brasil, Perú, Costa Rica. Los campesinos difícilmente pueden proteger el ambiente, como piden algunos, si no tienen lo mínimo para vivir dignamente. Pero la cumbre apenas comienza. Ojalá no sea una más.

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