Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Domingo 11 de agosto de 2002
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Política
BAJO LA LUPA

Alfredo Jalife-Rahme

¿Quién caerá antes:Bush, Blair o Hussein?

Irak no es Afganistán, donde EU es derrotado
Repudio mundial a otra guerra en el Golfo

SE HA DESATADO una carrera contra el tiempo para que los ultrahalconazos del equipo Bush concreten su demencial guerra contra Irak para sacar a Estados Unidos de su marasmo económico. El plazo de octubre para "cambiar al régimen dictatorial de Bagdad" ha sublevado a la opinión pública universal, en particular a los aliados europeos de Estados Unidos que participaron en la operación Tormenta en el desierto en 1991. Pero 1991 no es 2002, cuando la superpotencia unipolar se debería encontrar más poderosa que nunca. Doce años más tarde los juegos geopolíticos se han transformado sustancialmente y nos encontramos ante un nuevo "tablero de ajedrez mundial" -título del libro bélico de Zbiguiew Brzezinski sobre la balcanización conjunta de Medio Oriente y Asia Central, bajo la doctrina del "choque de las civilizaciones" del racista y xenófobo Samuel Huntington.

DESDE LOS GRANDES hasta los pequeños, todo mundo ha detectado la vulnerabilidad financiero-económica de Estados Unidos, al que sólo queda, como última carta, recurrir a un "operativo didáctico bélico", que incluye, en caso necesario, el uso de armas nucleares, que pretende detener la caída inevitable del otrora imperio invencible del siglo XX y sueña con imponer un nuevo orden financiero-económico-energético-legal bajo su azorante paraguas tecnológico militar.

PERO IRAK NO ES AFGANISTAN, donde Estados Unidos está sufriendo una silenciosa derrota humillante, que será exhumada cuando se realicen los inventarios contables reales, que en la actualidad seguramente está realizando la quebrada empresa auditora Arthur Andersen para engañar a los medios informativos y a la opinión publica estadunidenses. Tampoco se puede equiparar a la Guardia Republicana de Saddam Hussein con los escurridizos talibanes, añejos ex (?) aliados del nepotismo dinástico de la familia Bush, que se juega su última carta petrolera en las elecciones del próximo trimestre.

TODO EL MONTAJE hollywoodense del 11 de septiembre se está derrumbando y la "guerra contra el terrorismo global" se ha convertido en una charada global. Hasta un aliado predilecto del equipo Bush, el dictador de Pakistán, el general Musharraf, en una entrevista explosiva a la revista The New Yorker, que aparecerá mañana, ha puesto en tela de juicio la identidad del instigador y los sicarios del atentado terrorista del 11 de septiembre: "No pienso que Osama Bin Laden sentado en las montañas hubiera podido realizarlo (...), fue quizá (nótese el "quizá") el padrino, el financiero, la fuerza motivadora. Pero quienes lo ejecutaron fueron más modernos. Conocían muy bien a Estados Unidos, sabían de aviación. No pienso que haya tenido la inteligencia o la planeación minuciosa. El planificador fue otro". ¡Orale! ¿Quién diantres fue entonces el "planificador"? ¿Se ubica dentro de Estados Unidos?

EL ENCUESTADOR OFICIAL del primer ministro británico se asustó del grado de repudio de la opinión pública británica a una guerra contra Irak, en especial, del recién entronizado obispo de Canterbury, R. Rowland, y el grupo de obispos anglicanos, quienes la califican de "ilegal e inmoral", ya no se diga de la bancada del Partido Laborista y los sindicatos que ven aterrados que Tony Blair sigue los mismos pasos, de hace 12 años, de la amazona monetarista-fiscalista Margaret Thatcher. Dicho partido tendrá una conferencia el próximo mes, en la cual se pueden dar sorpresas desagradables en los altos mandos. Blair nada tiene asegurado, y tres poderosos secretarios, entre ellos Jack Straw, de Relaciones Exteriores, podrían presentar sus renuncias. Tampoco los militares británicos están convencidos. Sir Michael Rose, el anterior comandante de la fuerza internacional de paz en Bosnia, calificó de "locura" la expedición contra Bagdad (The Economist, 9 de agosto de 2002). En forma sarcástica, funcionarios anónimos de la cancilería británica señalan que el equipo Bush ni siquiera ha contemplado los efectos que tendría en Cachemira, Turquía y Cisjordania.

LOS ULTRAHALCONAZOS han lanzado a su jauría académica (Bernard Lewis, Robert Kagan, Richard Haas, George Will, Francis Fukuyama, Charles Krauthammer, etcétera) para contrarrestar el debate en los medios, que están perdiendo notoriamente. El más liviano de todos, Fukuyama, ex empleado del texano James Baker III (abogado de baby Bush en la elección bananera de Florida), se pierde en nimiedades para demostrar lo patentemente obvio: "la fractura de Occidente". Fukuyama, fracasado sepulturero de la historia (pero no de su histeria), nunca se cuestiona si Estados Unidos, primero, pertenece a "Occidente", y segundo, si puede representar los valores civilizatorios de "Occidente", que justamente nacieron en Bagdad, desde su alfabeto. Se nota que Fukuyama y el equipo Bush no han leído el clásico de Kramer Todo empezó en Sumer. El "Occidente" del equipo Bush ha de ser el "Occidente" de la empresa contable Arthur Andersen.

DESPUÉS DE LAS SABIAS precauciones de Samuel Berger, el anterior consejero de seguridad nacional de Bill Clinton, quien advirtió los riesgos de "una Bahía de Cochinos en el Golfo", no deberían ser desdeñadas las propias de Brent Scowcroft, anterior consejero de seguridad nacional de daddy Bush. Scowcroft, quien participó en la guerra de 1991 contra Irak, esta vez advierte que se podría generar una "explosión" en Medio Oriente que socavaría la guerra contra el terrorismo"; admitió que existe consenso internacional contra el equipo Bush en su proyectada guerra (Times, 5 de agosto de 2002).

LA MUY INFLUYENTE Rand Corporation cayó en manos de los ultrahalconazos del equipo Bush y acaba de publicar un reporte especial, para uso del Consejo de Política de Defensa, cuerpo consultivo del Pentágono, que preside Richard Perle, ardiente ultrahalconazo. El reporte lleva la autoría de Laurent Murawiec, quien refleja los puntos de vista del vicepresidente Cheney, que busca enterrar entre los escombros de Bagdad su expendiente comprometedor de cuentas fraudulentas, cuando fue director de la empresa petrolera texana Halliburton. A "juicio" de la Rand, que perdió lastimosamente su legendaria seriedad que exhibió durante la guerra fría, Arabia Saudita, "núcleo de la vileza", debería ser incluido en el eje de mal, por lo que "sus campos petroleros y sus activos financieros deberían ser capturados". Es evidente que la hambruna financiero-económica del equipo Bush es de tal magnitud que está dispuesta, con cualquier coartada, a llevarse la riqueza de los países indefensos, aún fuesen o hayan sido sus aliados "especiales". El capaz analista William Pfaff fustigó a los halcones del equipo Bush y al autor del reporte de la Rand, como "aficionados" (Seattle Times, 9 de agosto de 2002). Por cierto, otro ultrahalconazo, Richard Perle, acaba de publicar en un periódico del grupo Hollinger, del que fue director, como fue del Jerusalem Post (Daily Telegraph, 9 de agosto de 2002), una ominosa advertencia de que Bush "actuaría sólo". Su principal argumento es muy endeble: compara a Hitler con Saddam y a los europeos contemporáneos con los "apaciguadores" que se dieron cuenta de su peligro hasta la invasión de Polonia en 1939. Perle, autor del libro Línea dura (1992) y editor de Reconfigurar la seguridad occidental (1991), es partidario acérrimo de la "guerra preventiva" y representa la quintaesencia sicopatológica del belicismo nuclear. Pero Perle hace caso omiso de que el único país que ha lanzado armas nucleares, las más letales de todas la armas de destrucción masiva, sobre las poblaciones civiles de Hiroshima y Nagasaki, con alrededor de medio millón de asesinados en forma colectiva, ha sido justamente Estados Unidos, que ahora se ufana de querer desmantelarlas en el campo enemigo. Robert Kagan regurgita lo mismo que Perle: aduce en forma despectiva que Estados Unidos debería irse por la vía libre y que las reticencias de los europeos en pocos años tendrán el mismo peso el Pacto Andino.

HASTA EL TEXANO DICK Armey, líder mayoritario de la Cámara de Representantes e incondicional de baby Bush, frente a la animadversión internacional, ha manifestado que una "guerra sin provocaciones contra Irak es ilegal" y violaría "la ley internacional", lo cual equivale a repudiar la sicótica doctrina de "guerra preventiva" de sus aliados en el gobierno. Parece que el equipo Bush cambió de táctica y piensa debatir el derrocamiento de Saddam en el Congreso, para salir airoso con un voto de apoyo que pondría a la defensiva a las palomas del Partido Demócrata antes de las elecciones, lo cual le daría la legitimidad de que carece a escala mundial.

LO DE MENOS ES DERROCAR a Saddam, quien no es ninguna perita en dulce, como pronto lo saborearán los aventureros invasores. Irak constituye un país muy complejo y el derrocamiento del régimen de Bagdad desencadenaría un triple caos: local, regional y global, con un efecto dominó muy predecible que pondría en peligro, primero, a Turquía (la explosión del factor kurdo puede arrastrar a cinco países), Jordania, Egipto, Siria, Líbano y Arabia Saudita (además del restante de las petromonarquías del Golfo Pérsico). A menos, que ese sea el efecto deseado para no sólo elevar el precio del gas y el petróleo (en ese orden), en forma transitoria (lo que equivaldría a un golpe demoledor a los principales necesitados de energéticos: Europa y su euro, Japón y su yen, China, India y Sudcorea), sino en forma más prolongada para someter a los veleidosos competidores de una vez por todas. Más que derrocar a Saddam, lo que buscan los ultrahalconazos del equipo Bush es detener la caída del dolarcentrismo, con su inocultable quiebra financiero-económica, y resucitar de entre los muertos para imponer un alucinante nuevo imperio, sustentado en un "nuevo orden mundial financiero-económico-energético-legal-militar". Pero existen tantas variables en las arenas movedizas del desierto de Medio Oriente, que los planes de los ultrahalconazos pueden fracasar y ocasionar, en el mejor de los casos (o de los caos), una "nueva Bahía de Cochinos", y en el peor de los casos (o de los caos), la caída de Bush, quien habrá sucumbido así al síndrome Sansón ("me caigo pero los demás se caen conmigo"), y, quizá (para parodiar al general Musharraf), de Blair, si se anima a participar en una aventura sin brújula.

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