Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Lunes 29 de julio de 2002
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Cultura
Negaba que su fortuna se debiera a favores de políticos

Siempre rodeó a Dolores Olmedo el halo del mito

Se le recordará por legar al país importantes colecciones

CESAR GÜEMES

Singular musa de pintores, cercana amiga de presidentes, firme empresaria de la construcción y temible coleccionista de la obra de Diego Rivera y Frida Kahlo, Dolores Olmedo Patiño hizo, deshizo y volvió a hacer lo que en gana le vino siempre con sus objetivos en la mira.

La historia de doña Dolores, que se inicia con su nacimiento el 14 de diciembre de 1908, pasa necesariamente de la biografía al terreno de la leyenda sin problema alguno. Su linaje viene en línea directa de Pedro Patiño Gallardo, en su momento compañero de armas de José María Morelos y Pavón. Su madre, María Dolores Patiño, como apunta el archivo del Instituto de la Mujer del Distrito Federal, "fue una de las primeras cinco maestras egresadas de la Escuela Normal para Señoritas; por su labor en favor de la educación de la niñez y de la juventud fue condecorada con la medalla de oro Ignacio Altamirano por sus cincuenta años de labor continua". Ella forjó el carácter de Dolores Olmedo y es por eso que a la entrada del museo que hoy lleva su nombre, en La Noria, Xochimilco, se lee: "A ejemplo de mi madre, la profesora María Patiño Suárez viuda de Olmedo, quien siempre me dijo: todo lo que tengas compártelo con tus semejantes. Dejo esta casa con todas mis colecciones de arte, producto del trabajo de toda mi vida, para disfrute del pueblo de México. Dolores Olmedo Patiño".

La coleccionista, que lo sería con el tiempo, estudió derecho en la UNAM y tomó cursos en la Escuela Nacional de Música y la Academia de San Carlos. Para mitad de los sesenta era ya presidenta vitalicia del Fideicomiso Diego Rivera, formado por el Banco de México. En breve sería por su lado directora, también vitalicia, de los museos Diego Rivera y Frida Kahlo. En la administración pública ocupó diversos cargos ya en el entonces Departamento del Distrito Federal, ya en el Instituto Nacional de Bellas Artes, aunque el mayor impulso que supo encauzar para la difusión del arte mexicano en el extranjero lo tuvo al ser nombrada, entre 1963 y 65 como coordinadora general del Consejo Nacional de Turismo.

En una de las más amplias y jugosas entrevistas que dio para La Jornada reveló en 1995 para Adriana Malvido el origen de su fortuna, parte necesaria del mito que la rodeó: "Empecé haciendo tortas para las escuelas, luego donas y cuando hacía muchas donas las vendía en una fábrica. Ya estaba casada (...) vivíamos arriba de una botica y un día el dueño de aquella botica me dijo: 'fíjese, doña Lola, que nos venden una tabiquera que se arma y desarma, ¿por qué no la compra usted?'. Yo no sabía nada de tabiques pero fui a ver la tabiquera, hablé con el gerente del Banco Nacional de México en Tacubaya, me prestó el dinero y la compré. Luego ya tenía dos tabiqueras, luego tres y luego fui dueña de todas las tabiqueras de Naucalpan. Después conocí a los de ICA, desde que estaban en un garage trabajé con ellos, yo les llevaba el material. Más tarde cuando entró (Miguel) Alemán, se hizo un concurso para hacer la estación de Buenavista, y la estación de carga y descarga de los ferrocarriles en Pantaco. No pagaban con dinero sino con terrenos. Yo tenía un amigo, el señor McCarter, que era un hombre muy rico de Chicago, y le pregunté cómo podía conseguir el dinero. 'Pero ¿qué sabes tú de construcción?', me preguntó. Pues nada, pero ahí aprendo, le dije. Y me consiguió el dinero: eran 5 millones de dólares, que en esa época era un resto, entonces hice Buenavista y Pantaco. Cuando terminé me pagaron y ya con eso me hice millonetas, empecé a comprarle obra a Diego Rivera y ya hice lo que me dio la gana".

De su relación con los presidentes del país, de quien fue cercana, recordó entonces: "A López Mateos lo traté en la universidad y nos quisimos mucho; al general Calles lo conocí en una fiesta y era muy-muy-muy amigo mío; José López Portillo vino dos veces a comer a mi casa, a los que no quise fue ni a Luis Echeverría ni a Ruiz Cortines".

Arturo García Hernández se acercó a ella en 1994, en la época de la inauguración del museo Dolores Olmedo, y acotó: "Dueña de una fortuna inmensa pero no precisada, Olmedo asegura: 'yo he trabajado mucho, no he recibido dinero de nadie, es producto del trabajo de toda mi vida'. Se le pregunta: '¿Ha logrado en la vida todo lo que ha querido?' Responde: 'Sin presumir, sí'."

El tinte de su carácter quedó escrito en dos líneas que dijo para Malvido: "He tenido que luchar muchísimo porque tengo la convicción de que uno debe pelear por lo que quiere hasta la muerte y cueste lo que cueste".

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