Directora General: Carmen Lira Saade
México D.F. Martes 18 de junio de 2002
  Primera y Contraportada
  Editorial
  Opinión
  Correo Ilustrado
  Política
  Economía
  Cultura
  Espectáculos
  Estados
  Capital
  Mundo
  Sociedad y Justicia
  Deportes
  Lunes en la Ciencia
  Suplementos
  Perfiles
  Fotografía
  Cartones
  La Jornada de Oriente
  Fotos del Día
  Librería de La Jornada
  Correo Electrónico
  Busquedas
  >

Deportes
Más que cinismo, respuesta natural de un país de sobrevivientes

La asimilación de la derrota fue instantánea

MARIA RIVERA

Vuelta a la realidad. La derrota tiene muchas caras. La de ayer fue honda, pero callada. Anticlimática. No hubo gestos de rabia o desesperación. Lo que sobrevino fue la asimilación instantánea del golpe, que más que un trasfondo de cinismo es la respuesta natural de una nación de sobrevivientes. Hay tanto infortunio acumulado que nadie pareció dispuesto a quedarse instalado en uno más por demasiado tiempo.

"Ya valió", fue la frase con la que un aficionado sintetizó lo sucedido en el minuto 65 de tiempo corrido, cuando el segundo gol estadunidense puso fin a las ilusiones. El tanto corroboraba lo obvio, el equipo mexicano se achicó ante el rival y la gente no le concedió siquiera un gesto de dolor. A nadie le interesaban las explicaciones, ni el consabido cuento de las derrotas dignas. Lo que nadie decía, pero que parecía estar en la mente de todos, es que podían perder ante cualquiera, pero no ante este rival.

En América Latina la frontera entre el futbol y la política es muy estrecha, ha escrito Ryzard Kapuscinsky. Sabe de lo que habla. Cubrió la guerra de 1969 entre Honduras y El Salvador a raíz de los incidentes que se suscitaron entre las selecciones de ambos países mientras se disputaban un lugar para el campeonato México 70. Pero si el partido tiene como contendientes a México y Estados Unidos, en el marco de un mundial, el límite desaparece por completo.

Antes del encuentro todos se frotaban las manos con gesto de "ahora sí va la nuestra". Por Reforma y los alrededores se escuchaba un solo grito: "¡Gringos!", seguido por una corneta que entonaba una mentada. Sin algo más que agregar se dirigían los grupos rumbo al Angel.

El imponente dispositivo de seguridad contribuyó a darle un aire marcial a la noche. Desde antes de las 21 horas el cuadro que rodea a la Zona Rosa se volvió inexpugnable por auto. Con el triunfo en la mente los aficionados ya vivían el festejo. "¡Y el que no brinque es gringo!"

Antes de la media noche, por obra y gracia del futbol, los bares y restaurantes de la Zona Rosa se transformaron en enormes salas familiares. Sólo que en lugar de sofás y cojines, lo que terminó desordenado fueron las mesas y las sillas.

Las exclamaciones que acompañaban cada jugada también tenían el clásico sabor casero. "¡Pégale, pégale!" "¡Al otro lado, pendejo, qué no ves que el Cabrito está solo!" El vecino, ni hablar, se volvió el carnalito con el que se comentaba mediante gestos o palabras hasta el detalle más nimio.

En medio de esa silenciosa transformación, el personal de los negocios, y las meseras en particular, se acomodaron a sus nuevos roles. Sin perder de vista la pantalla aprovisionaban de papas y cervezas al respetable, a la usanza de las mujeres de la familia.

Cuando se empezó a ver que Márquez era el más nombrado del partido, la atmósfera cambió. Si el capitán aparecía lo mismo defendiendo que atacando es que la cosa venía mal. Con el gol de la puntilla desapareció toda familiaridad. El de al lado volvió a ser un desconocido. Los cuerpos aovillados se enderezaron. Los protagonistas dejaron de serlo, y el café y los molletes atrajeron de nuevo la atención.

Si al comienzo del juego cada frase de José Ramón se siguió con la devoción que los aficionados conceden a los conocedores ?"¡Shhh, ya cállense, que no dejan oír!"? a partir de ese momento dejaron de escucharlo. Sólo la voz del otrora admirado técnico nacional hizo que recobraran la atención. Pero el rosario con el que justificó al desdibujado equipo, que concluyó en el lugar común: "Hicimos nuestro mejor esfuerzo", colmó a los presentes. Las risas de sorna afloraron y no faltó el explícito que le pusiera letra a la canción: "¡Ay, Aguirre, no mames!"

En el Angel los innumerables periodistas no sabían qué hacer. Corrían tras cualquier aficionado que diera señales de vida.

Los que no entendían nada eran los policías que resguardaba la embajada estadunidense. Los habían preparado para tantos desmanes que el silencio que los rodeaba era inconcebible. Ningún ser humano se acercó para lanzar un grito siquiera. El ánimo no daba ni para eso.

Números Anteriores (Disponibles desde el 29 de marzo de 1996)
Día Mes Año