Jornada Semanal,  2 de junio  del 2002                                núm. 378 
Ana García Bergua


DE  CÓMO CONVERTIRSE
EN TORTUGA

Llegas a cierta edad y ya te empiezan a decir señora, ya nadie te habla de tú. Una desaparece en la calle y en otros lugares: ya no tienes mucho que mirar. Eso lo decía Rosa Montero en La hija del caníbal sobre las mujeres, que una se vuelve invisible, y sí es verdad, aunque yo creo que a los hombres también les pasa, aunque quizá lo perciban, lo confiesen o les importe menos. Supongo que esto debe venir desde los sesenta, la obligación de ser siempre joven, forever young: hay que mantenerse lo más joven que se pueda de cuerpo y hasta de espíritu, aunque sepas que hay algo profundamente inevitable cuando vas por la calle y todo es señor, señora, con cuidado, no se me vaya a resbalar. Lo que antaño, a comienzos del siglo pasado, era un apelativo respetuoso, un espejo del matrimonio, el trabajo y la prosperidad, se resiente ahora como un extrañamiento: ¿cómo que señor, si yo, en el fondo de mi corazón nunca he dejado de ser Beto?, por ejemplo. El señor, la señora, son como unos marcianos que traemos dentro y un buen día aparecen en el escenario de nuestra vida sin que nadie tenga papel escrito para ellos. ¿Podremos contenerlos?, se pregunta el sujeto de nuestra rara civilización, ¿lograrán los videos de autoayuda, las cremas, los gimnasios, las terapias, la meditación, mantener más tiempo a Beto en la escena, antes de que lo suplante un tal señor Alberto Pérez (por poner un ejemplo) al que ni él conoce? Y no es lo mismo que le digan a uno doctora, o licenciado, o ingeniero gay; esos son títulos que representan logros, un paso del tiempo que ha dado frutos, cargos, algo que ostentar. Pero si sólo somos señor y señora, ya estamos fritos, lo único que quiere decir es que ya no somos jóvenes, ya no inspiramos confianza. De la fantasía en el atuendo y los maquillajes se pasa directamente a la restauración arqueológica (¿cómo era yo?); ya no puede uno vestirse con cualquier cosa, ni mojarse a gusto ?de ahí que recorran las albercas tantas cabezas de señora maquilladas y peinadas de salón, tan hermosas a mi modo de ver como las estatuas antiguas?, y aunque media vida la pase uno consultando a toda clase de especialistas, no suena bien decirlo, porque se nota la edad. Y cuando se nota la edad, uno se deja de notar, he ahí lo curioso, si bien puede tener sus ventajas: miss Marple, el personaje de Agatha Christie, resuelve gran parte de los casos gracias a su aspecto de inofensiva viejecita en la que nadie repara. Ya sé que no estoy mencionando la cosa del machismo, y de darse cuenta de que a la joven a la que antes le hablaban con mucha atención no era una joven completa sino una joven con partes de interés (cuánta finura); lo que siento es que los hombres viven eso ahora también, en mayor o menor medida. Y todos, hombres y mujeres, sufrimos de que pase el tiempo, como si debiera hacer otra cosa.

Antes los rasgos que iban esculpiendo la edad en uno eran rasgos de carácter; recuerdo que me gustaba ver fotos de escritores, de directores de cine, de artistas y de algún modo la configuración de arrugas, bolsas y ojeras tenía relación con la obra, con las obsesiones de esa persona. Quién tuviera las ojeras de Borges, pensaba, pues son de haber leído y escrito los textos más grandes del siglo, o la tristeza en los ojos de Virginia Woolf que dio El faro. Y me he dado cuenta de que a los niños pequeños la ancianidad les atrae, les llama la atención, como si vieran fantásticas tortugas y se relacionaran con ellas. Y no es raro que esa relación, aun cuando en ella interviene una tortuga, pueda resultar mucho más entrañable y humana que aquella en la que un joven (un verdadero joven) te dice señor, señora, y acaba con lo que creías ser para siempre, sin que tengas el libreto preparado para lo que sigue. La verdad es que es tan raro como las tortugas.
 

[email protected]


Naief Yehya
EL FIN DEL SILENCIO EN TORNO AL 11 DE SEPTIEMBRE

¿INCOMPETENCIA O COMPLICIDAD?
Después de ocho meses de silencio, finalmente la prensa, los políticos y el público en Estados Unidos han comenzado a cuestionar la versión oficial de los acontecimientos relacionados con el 11 de septiembre de 2001. El colapso de la conspiración del silencio comenzó cuando se reveló la existencia de un memorándum aparentemente inocuo de un agente del FBI de Phoenix, Kenneth Williams, quien estaba preocupado porque un gran número de estudiantes de aviación de origen árabe en escuelas estadunidenses "expresaban una animosidad extrema" en contra de Estados Unidos, así que el 10 de julio pasado recomendó que se llevara a cabo una investigación. Williams señalaba que algunas de estas personas podrían "utilizar su entrenamiento para poner en peligro el sistema de aviación civil de la nación". Tras docenas de declaraciones contradictorias de quienes negaban haber visto el memorándum, de quienes no le dieron importancia y de quienes se la dieron pero no hicieron nada al respecto, ha reaparecido el espectro de la incompetencia del régimen de Bush júnior. Paradójicamente esto beneficia a este gobierno ya que es mucho mejor que la gente crea que Bush y su equipo son descuidados o estúpidos (no olvidemos que su "elección" se debió, por lo menos en parte, a su carisma de imbécil adorable), a que comiencen a pensar que su supuesta inacción pueda ser en realidad complicidad. Lógicamente la Casa Blanca ha respondido al diluvio de dudas y preguntas con insólita agresividad, y nuevamente Bush, Cheney, Rumsfeld y Ashcroft y Rice anuncian con un tono histérico nuevas y peores amenazas terroristas, con lo que obviamente pretenden distraer la atención del público, precisamente como sucedió cuando aparecieron los misteriosos sobres con ántrax, de calidad militar estadunidense.

ALGUNAS PREGUNTAS

Quizás ahora sea posible que los burócratas de la Casa Blanca y el Pentágono respondan a preguntas como las siguientes (inspiradas en la cronología hecha por Michael C. Ruppert en su www. fromthewilderness.com:

1. ¿Por qué se reunió el oficial en jefe de la CIA asignado en Dubai con Osama Bin Laden, en su cuarto del Hospital Americano en Dubai (donde se le atendía por una infección crónica en el riñón), entre el 4 y el 14 de julio de 2001, cuando ya era el hombre más buscado por Estados Unidos, como reportaron muchos medios en el mundo, especialmente Le Figaro, el 31-10-2001?

2. ¿Por qué impidió el gobierno de Bush que las agencias de inteligencia investigaran a la familia Bin Laden, como reportó el corresponsal de la BBC, Gregg Palast el 7-11-2001?

3. ¿Por qué fue ignorado el hecho de que en junio de 2001 la inteligencia alemana, la BND, notificó a la CIA y a la Mossad que un grupo de militantes planeaba secuestrar aviones comerciales para destruir símbolos de la cultura americana e israelí (Frankfurter Allgemeine Zeitung, el 14-9-2001)?

4. ¿Por qué en verano de 2001 el General Mahmud Ahmad, jefe de los servicios de inteligencia paquistaníes, ISI, ordenó una transferencia electrónica de cien mil dólares a Mohammed Atta, el supuesto líder de los terroristas del 11 de septiembre? Ahmad, quien en mayo anterior se reunió con el director de la CIA, George Tenet, renunció poco después del 11 de septiembre de 2001, cuando el Times of India reveló esta información. Además, Ahmed estaba en Washington el 11 de septiembre en una misión en nombre del talibán, para la cual se reunió con los jefes de los comités de inteligencia del senado y la cámara. (New York Times, 17?2-2002).

5. ¿Por qué en Estados Unidos se ha mantenido en silencio la noticia de que los empleados de la empresa Odigo, Inc., una de las más grandes en el campo de la mensajería instantánea y que tiene una sucursal cerca de donde estaban la torres gemelas, fueron prevenidos de que el WTC sería atacado, por lo menos dos horas antes (según reportaron Daniel Sieberg de CNN, 28-9-2001 y el diario israelí, Ha’aretz, 26-9-2001)?

6. ¿Por qué nadie notificó al presidente estadunidense Bush durante cincuenta minutos que cuatro aviones habían sido secuestrados casi simultáneamente y por qué tardaron setenta y cinco minutos en enviar cazas a tratar de impedir más destrucción?

7. ¿Quién es realmente Delmart "Mike" Vreeland, quien asegura ser teniente de la marina estadunidense, donde trabajaba en los servicios de inteligencia y que fue arrestado el 11 de agosto en Toronto por supuestos fraudes cometidos en Estados Unidos? Vreeland asegura que fue detenido porque estaba a punto de revelar lo que sucedería el 11 de septiembre. Al no lograr ser liberado, Vreeland escribió todos los detalles que conocía del ataque al WTC, los puso en un sobre sellado y los envió a las autoridades canadienses. El 14 de septiembre el sobre fue abierto por la policía canadiense. La marina declaró que Vreeland fue dado de baja en 1986 por incompetencia y que nunca trabajó para los servicios de inteligencia. Actualmente, Vreeland está luchando por permanecer en Canadá en calidad de refugiado ya que asegura que será asesinado si regresa a su país.
 

[email protected]

Michelle Solano
Los tres pies del gato
Para Jaime Chabaud e Ilya Cazés
Sí, tiene razón Luis de Tavira cuando afirma que la mediocridad en el teatro se multiplica; también la tiene Ludwik Margules al decir que en México prolifera la basura teatral light y comercial. Sí, tienen razón, pésele a quien le pese. 

Estos comentarios tuvieron lugar en la mesa redonda "¿Cómo se produce teatro en México?" que se llevó a cabo para la presentación del número dos de la revista Paso de Gato que anteriormente ha ocupado algunas líneas de esta columna. Publicación que, lamentablemente, es un esfuerzo en peligro de extinción. ¿El motivo? El mismo de siempre en estas cuestiones: presupuesto. 

No es novedad que en el teatro mexicano uno de los puntos de conflicto sea el dinero. Casi todos los días acudimos a la desaparición de proyectos teatrales ?montajes, publicaciones, investigación o dramaturgia?; el caso es que, apabullados por el tema de los recursos, es común que otras causas de la crisis teatral caigan en el olvido ?o el despiste? de unos cuantos. Ningún problema obedece a un solo factor, y aunque de todos los que lo componen existe uno que sobresale por la magnitud o el peso que tiene en el resultado, más vale reflexionar acerca de todos, hasta el más pequeño, pues pudiera ser ése el tercer pie del gato.

Una revista como Paso de Gato no es un lujo, sino una necesidad para todos aquellos que están involucrados en el quehacer teatral de nuestro país. Pero no es suficiente que para los actores, dramaturgos y directores esta revista sirva como punto de referencia o como depositaria de los sucesos teatrales, no basta que un puñado de buenas intenciones la avalen; la madeja de estambre con la que juega este gato está más enredada de lo que parece. 

Pocas veces nos es dado cuestionarnos la carencia de una cultura teatral en el mexicano. Partamos de la siguiente idea: para que un proyecto como dicha publicación prospere se hace necesario el interés y la participación de diversas instituciones culturales ?de entrada podríamos pensar en las más obvias: fonca, inba, Conaculta, citru? y, por qué no, tal vez las del sector privado: fundaciones, patronatos, fideicomisos, etcétera. Sin embargo, es necesario también contar con la atención del público que la consuma; un público ávido de información sobre teatro. Entonces nos enfrentamos a la gran pregunta: ¿dónde está el público que pagaría por una revista como ésta? O mejor aún: ¿cuál es el público del teatro mexicano? (sin olvidar, por supuesto, que cuando decimos teatro mexicano generalmente estamos atendiendo sólo al que se realiza en la capital del país). Esta pregunta no es descubrir el hilo negro, no es nueva y no son pocos los que la han hecho (incluso a oídos sordos de quienes reparten presupuestos y de los que ejercen dichas bondades), pero bien pocos son los que han podido atisbar siquiera una respuesta más o menos honesta. La realidad es que, más allá de la calidad y la cantidad, el teatro que se hace en México se encuentra muy alejado de los intereses y dominios del ciudadano promedio, ese posible espectador a quien casi nunca se toma en cuenta, al que sólo se le exige ?de modo casi indolente? que se acerque a las salas de teatro para pagar por una función que, seamos honestos, casi nunca le dice algo. Esto no quiere decir, en ningún sentido, que los creadores teatrales sean los únicos culpables de dicho efecto, también habría que tomar en cuenta que la cultura del mexicano se constituye de poquísimas lecturas, de un modelo educativo que poco ha tomado en cuenta la necesidad del arte en la formación de los ciudadanos, de la falta de interés ? o acción? por parte de quienes han ejercido cargos públicos en materia cultural, para fomentar el acercamiento a eventos no sólo teatrales sino de índole artística en todos sentidos. Perdón, pero no basta con atiborrar el Zócalo de la ciudad con grupos musicales, ni con una exposición fotográfica sobre la avenida Reforma. Tampoco han sido suficientes los esfuerzos encaminados a subvencionar proyectos de "entrada libre" cuando la difusión, además de escasa, es inconsistente y no está apoyada por un programa alterno que sirva de enlace entre los creadores y el público a quien está dirigido dicho proyecto. Resulta lógico, pues, que el espectador potencial de teatro se deje guiar por los spots de radio y televisión que lo invitan a ver obras comerciales (término que, por otro lado, se utiliza como peyorativo, cuando la verdad es que todo el arte que se realiza en el país debería ser comercial, es decir, tendría que redituar ganancias para quienes trabajan y viven de esta actividad). Algunas de ellas son francamente dignas del mejor de los olvidos, sí, pero ¿quién le dijo al público, por ejemplo, que en el teatro Salvador Novo, de la eat, una compañía de teatro llamada El Ghetto y dirigida por Agustín Meza escenificó uno de los mejores Esperando a Godot que quizá se hayan realizado en nuestro país y que, además, no tenía que pagar por un boleto? 

En fin, que tienen razón Tavira y Margules, que el contexto al que ha hecho referencia la cronista no es sino otra patada de ahogado en el mar de la indignación ante la posibilidad, casi inalterable, de que una vez más un proyecto como Paso de Gato ?que podría coadyuvar a la formación de esa identidad y cultura teatral nacional? naufrague para recordarnos que tal parece que si el teatro sobrevive, lo hará tan sólo para padecer su perpetua agonía.

[email protected]
Javier Sicilia
El conocimiento místico

Siempre he imaginado a la humanidad como un grupo de hombres sentados en un cuarto oscuro. Todos discuten la posibilidad de la existencia de una ventana. Unos piensan que existe y lanzan hipótesis sobre dónde podría estar, qué características tendría y qué nos permitiría ver; otros simplemente afirman que ese cuarto no tiene ventanas y que estamos condenados a vivir dentro de la oscuridad; otros más, simplemente, se contentan con estar sentados sin afirmar ni negar. De repente, alguien se levanta, se mueve en medio de la oscuridad como si conociera cada uno de los objetos que hay en esa habitación y, sin tropezar con ellos, llega hasta la ventana que nadie veía y descorre un poco la cortina por donde un rayo de luz entra. Ese hombre, un hombre común, que hasta ese momento no se distinguía en nada de todos lo que están ahí sentados, se llama el místico.

Para quienes piensan que el cuarto no tiene ventanas, ese hombre está loco: es un alucinado, un perturbado mental que ha hecho un acto de ilusionismo para hacerse y hacernos creer que las ventanas existen; harán todo lo posible para explicar esa alucinación y volver a demostrar que el cuarto sólo tiene paredes y está oscuro; los que ni afirman ni niegan se contentan con mirarlo con un asombro distante. No harán nada para saber cómo se llega a esa ventana, ni qué es el rayo de luz que el hombre develó, ni qué hay detrás de la ventana. Vueltos hacia las sombras comentarán entre ellos el hecho extraordinario, para luego olvidarlo y volver a sus ocupaciones. Sólo los que han afirmado que hay ventanas preguntan al hombre cómo llegó ahí; le piden una explicación de cómo es la ventana y de qué se trata el rayo de luz que acaba de dejar entrar. Entonces el místico responde: "No sé, simplemente les muestro esto."

Todos los grandes conocimientos humanos han nacido así. Los filósofos, a falta de un mejor nombre, le han llamado la intuición: ese extraño momento en que la conciencia de un ser humano entra en contacto con las verdades profundas y devela algo de su misterio. Sobre esas intuiciones, algunas geniales, la humanidad ha armado sus interpretaciones religiosas, filosóficas, artísticas y científicas. Sin embargo, el conocimiento del místico tiene un plus ?de ahí que su respuesta, semejante a la que puede dar el poeta de su hallazgo, sea un "no sé"?: su develamiento es el develamiento de lo inefable, es decir, es el develamiento de la sustancia misma de lo que hay en la sustancia de lo creado y para la cual no existe un nombre. No es ni una ventana como la que conocemos ni una luz como la que hemos visto. En realidad llamarla ventana o luz es una mera metáfora, una mediación que indica la dimensión infinita e inefable de la vida. De ese develamiento que hace el místico a través de una metaforización ?semejante a la que hice al imaginar a la humanidad como un grupo de hombres sentados en un cuarto oscuro? puede desprenderse una infinidad de interpretaciones que no acaban de agotarla para la razón. Pensemos simplemente en todas las páginas que se han escrito tratando de aclarar el develamiento que Juan de la Cruz hizo a través de la metáfora de la noche oscura.

El propio Juan de la Cruz hizo largos tratados, la mayoría inconclusos, intentando explicarla, hacer luz sobre la experiencia que sólo había podido nombrar con una metáfora. Sin embargo, el fin último de la metáfora del místico o, mejor, el sentido del develamiento que hizo ?el rostro de la ventana que encontró? no es una explicación racional, sino la manifestación del amor. Lo que vio es el amor cuyo rostro ilumina la oscuridad, y ese amor ?como lo indican la presencia y las metáforas de Cristo que el místico aprieta en su corazón antes de levantarse y ponerse a caminar? es el encuentro con el Otro, a través de la oscuridad ?del misterio nocturno, a causa de su luminosidad? que es el otro: mi prójimo. Rabbí Jeshua lo dijo a través de otra maravillosa metáfora. Después de responder a un fariseo lo que debía hacer para entrar en el Reino de los Cielos: amar a Dios y al prójimo, un doctor de la ley le pregunta: "¿Quién es mi prójimo?" A lo que Jesús responde con la metáfora del samaritano ?la tradición de la Iglesia la llama "La parábola del buen samaritano" (Lc. 10, 30-36). Con ello, Rabbí Jeshua no indica quién actuó correctamente frente a un prójimo, sino quién es el prójimo: aquel que te solicita, aquel que desde su mirada te abisma en la noche de Dios que es la luz y que te lleva a amar. La ventana que muestra el Reino es el prójimo y su luz el amor, tan oscuro y luminoso como la presencia que lo habita.

No todos los seres humanos podemos tener experiencias místicas. Probablemente nunca las tendremos, pero todos, encerrados en el cuarto oscuro, tenemos una tendencia hacia la trascendencia ?incluso los que niegan la existencia de la ventana o los que no afirman ni niegan; su sola vida, con sus deseos y sus preocupaciones cotidianas, habla ya de esa tendencia. Esa tendencia es la que el místico ilumina, y esa iluminación, de ahí su carácter metafórico y experiencial, no es una doctrina, sino la revelación de que esa tendencia, que es nuestra propia vida, sólo adquiere sentido en el compromiso de buscar con entrega y con riesgo la identificación personal e íntima con la intimidad de otra persona en donde el Otro inefable se revela. 

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos y evitar que Costco se construya en el Casino de la Selva y el aeropuerto en Atenco. 


Luis Tovar
LA MÁS RECIENTE
DE JAIME HUMBERTO

Casi treinta películas en su haber entre cortos, medios y largometrajes, hacen del aguascalentense Jaime Humberto Hermosillo uno de los directores cinematográficos mexicanos más asiduos a la pantalla. Debutó hace más de tres décadas y un lustro con el cortometraje Homesick (1965), pero fue sobre todo a partir de su primer largo, La verdadera vocación de Magdalena, filmado en el segundo año del sexenio echeverrista, cuando Hermosillo, como parafraseando el título de su ópera prima, pudo mostrar a plenitud su más intensa y profunda inclinación temática: la sexualidad y las muchas y complejas formas que nuestra sociedad tiene de abordarla.

Ya sean producciones independientes o financiadas por el Estado, prácticamente la totalidad de las películas de Hermosillo muestran el interés de su autor por quitarle al menos unos cuantos velos a eso que tanto espanta a los censores, de oficio o de espíritu. Con mayor o menor contundencia en cuanto al tratamiento de su tema recurrente, así como con resoluciones formales tan variopintas que van del convencionalismo de La pasión según Berenice (1976) al riesgo bien salvado de La tarea (1990), pasando por la pobreza visual de Doña Herlinda y su hijo (1984), el también director de Las apariencias engañan y De noche vienes, Esmeralda tiene al menos dos cualidades que ya quisieran muchos cineastas: es congruente (así se le decía en otros tiempos a quien sabía mantenerse fiel a sí mismo) y sabe adaptarse a la realidad que le toque enfrentar (más claro: no llora, ni en público ni en privado, si no logra conseguir la lana para filmar por las vías tradicionales, como sí lo ha hecho algún colega y contemporáneo suyo).

MINIMALISMO DEL BUENO

Su más reciente película, presentada bajo el medio sensacionalista título de exxxorcismos, es buen ejemplo de todo lo dicho. A diferencia de su anterior largometraje (Escrito en el cuerpo de la noche, 2000), que viene a ser una de sus obras menos logradas y, por cierto, de las que más se alejan del universo de la sexualidad, exxxorcismos demuestra que su autor es capaz de reincidir en una obsesión sin por ello parecer repetitivo. No hay en esta cinta, como por desgracia abundan en las citadas Escrito en el cuerpo..., De noche vienes..., así como en producciones más añejas ?Amor libre, por ejemplo?, protagonistas que de súbito se pongan a cantar y a ejecutar coreografías, ni chistes poco graciosos que quieren pasar por transiciones del tono general en el que se esté contando una historia ?recordar Doña Herlinda...?.

Acaso exxxorcismos peque en ciertos momentos de lo contrario, pues algunos diálogos buscan con tanto afán "transmitir mensaje", que acaban deviniendo pequeños discursos empapados de una chocante solemnidad. De cualquier modo, se agradecen la seriedad y el rigor empleados para tratar un tema difícil, como por desgracia todavía sigue siendo la homosexualidad en México.

exxxorcismos es minimalista por donde se le vea: costó mucho menos dinero que cualquier otra película mexicana reciente ?fue filmada en video digital, y así proyectada en la pasada Muestra Internacional de Cine?, para el rodaje se utilizó una sola locación ?el viejo y hermoso Pasaje Iturbide en el Centro Histórico de la Ciudad de México?, y el casting se compone de solamente tres actores: Patricia Reyes Spíndola, Juan José Meraz y Alberto Estrella.

En poco más de una hora y cuarto, vemos a Marco Antonio (Estrella) llegar de noche al Pasaje, fingiendo con la administradora (Spíndola, que durará en escena diez minutos cuando mucho) que quiere el trabajo de velador, vacante porque todos los anteriores abandonan cuando se enteran "de que ahí espantan". Una vez solo, Marco Antonio revela su verdadero propósito para estar en el Iturbide: enfrentar al fantasma que lleva veinte años acosándolo. Conoce bien la historia del homosexual suicida que la administradora le contó, porque fue uno de los protagonistas: el que salió vivo. El otro, Pedro (Meraz), se le aparece en un delirio que mezcla el erotismo, la culpa y el autoflagelo.

Obsesivamente, Hermosillo concentra la acción en el centro del Pasaje y aun en el rostro de Marco Antonio, y la hace girar en un movimiento envolvente, a modo de introducir al espectador en el conflicto interno del protagonista. Esotérica verdad o franco alucine, memoria que asalta el presente o ejercicio culpígeno, la aparición de un fantasmal Pedro lleno de reproches precipita un desenlace que no por esperado pierde intensidad; esta última alcanzada sobre todo, y dado el enfoque narrativo, por el notable trabajo de Alberto Estrella.

Para finalizar, otra constante en el cine de Hermosillo: exxxorcismos se exhibió en la Muestra y de ahí pasó a dos o tres salas en corrida comercial. Tal vez hoy ya no esté en cartelera, pero si continúa, échele un ojo.
 

[email protected]

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
A LA PORTADA